Sucedió lo inevitable, su corazón comenzó a latir a un ritmo acelerado y en temblores espasmódicos sus dedos se debatían con el teclado del teléfono.
Era él, ese muchacho que odiaba con todo su ser. Justo ahora venía a perturbarla de nuevo después de casi dos meses de haber desaparecido de la faz de la Tierra. Una parte de Yvaine sentía repulsión por la voz en la que imaginaba aquel mensaje, pero por otro lado la idea de sentir el cálido aliento de Thomas y la forma en la que la estrechaba contra el una vez más, la invadió por completo.
Sabía que era imposible resistirse, sabía que su cuerpo jamás la iba a obedecer. Por más que se jurara a ella misma que esta vez solo "charlarían" o que esta vez le daría una lección dejándolo con las ganas, cobrandose de una vez por todas las jaladas que el le había hecho, sabía que era una mentira. También necesitaba verlo, su cuerpo se lo pedía a gritos.
Era ahora o nunca, no debía pensarlo demasiado:
-¿Donde, cuando?- contestó. Era mejor ir al grano, ya no quería nada de sentimentalismos.
No pasó ni un minuto cuando el movil volvió a vibrar y leyó ansiosa la respuesta:
-Mi casa, mañana a las 7, ¿puedes?
Yvaine envió un rápido "si" y borró todos los mensajes como una autómata. Apagó su celular y lo lanzó a un rincón de su habitación, acostándose así como estaba, con la piel empapada y el cerebro desértico.
Qué estúpida era. Se había prometido tantas veces ignorarlo, bloquearlo de su vida, olvidar su rostro marmoleado y sus ojos locuazes. Pero desde hace días que habia vuelto a soñar con el, y siempre era el mismo sueño neurótico donde él le decía que ya no la quería y se largaba de la habitación. Cuando despertaba sobresaltada ante esta acción repetitiva, y esta escena que la carcomía por dentro, sentimientos de culpa, impotencia y odio se apoderaban de ella hasta que volvía a caer en los brazos de Morfeo tras incontrolables sollozos.
El no la quería .Solo era un instrumento, un juguete sexual, todo era una especie de venganza enfermiza y seductora. Sí, lo iba a ver, pero ahora se negaría rotundamente a entregarle su alma y su cuerpo a cambió de una mentira disfrazada de verdad. Le daría una cucharada de su propia medicina y se iría de su casa en cuanto el intentara algo. Tenía que ser fuerte, tenía que recuperar tu maldita dignidad.
Con todas estas avispas y avispones segregando su veneno en forma de pensamientos y suposiciones, zumbandole a la puerta de la consciencia Yvaine pensó que era extraño el hecho de que el hubiera mandado ese mensaje justo aquel día, después del incidente con Charlie, cuando mencionó su nombre al llegar al climax, donde su sexo palpitante y eléctrico solo anhelaba sentirlo a él. ¿Acasó llegó hasta sus oidos aquella desesperada y secreta llamada?. Ya no creía en el amor, ni en el destino, ni en la telepatía de los enamorados pero mirando hacía la ventana del cuarto, pudo divisar la luna más blanca y brillante que había visto en meses. La tormenta había cesado, y la imponente esfera se alzaba opacando a las luces artificiales y mentirosas de la ciudad. Era la misma luna que el le había prometido admirar cada noche, pensando en ella, aquel día cuando le juro que la amaba y le dijo que tenía los ojos más misteriosos y hermosos que él había visto jamás.