Capítulo Dos

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Aviso: ¡Lemon!

Capítulo Dos

La oscuridad del parking era palpable y solo se iluminaban algunas zonas debido a los fluorescentes que colgaban del techo. La verdad es que era bastante aterrador, me acerqué más a Carlos y éste sonrió engreídamente.

—Ya sabía yo que te daría miedo venir sola. —me cogió la mano y entrelazó sus dedos con los míos, mi corazón dio un vuelco. Me sentía en el cielo, capaz de todo con solo tenerlo cerca.

—Claro que no me da miedo, es solo que está todo muy ausente... —miré por todo el lugar en busca del autobús, estaba en una esquina, lejos de los demás vehículos.

—Está allí, ¿has traído las llaves? —inquirió Carlos.

—Claro.

—¿Cómo las has conseguido? —ya estábamos más cerca.

—Pues vi que los profesores se encontraban muy borrachos y aproveché. Le pedí la llave a la profesora de biología. —Carlos me miró profundamente. ¿Qué le pasaba por la mente? Quizás, aquí, nadie nos vería, sería una locura del momento y… ¡qué diablos pensaba!

—Bien, ya podré coger mi mochila. —dije introduciendo la llave en la puerta del conductor. Estaba tan nerviosa que no atinaba a meter la llave en la cerradura. Carlos me la arrebató con impaciencia y la abrió fácilmente.

—Eres torpe. —obvió subiendo las escalerillas, yo solo le empujé suavemente.

—Idiota.

Entramos y, una vez allí, empezamos a buscar por los huecos de arriba de los asientos. Mi mochila debía de estar encima de mi asiento, fui a ver cuando, de repente, oímos que la  puerta se cerraba de golpe y alguien corría. Carlos llegó hasta la puerta del conductor y la intentó abrir sin éxito. Me llevé las manos a la boca. ¿Quién había cerrado la puerta?

—¡Carlos! ¿Y la llave? —pregunté intuyendo la respuesta.

—Estaba en la puerta, colgada. He visto a alguien corriendo con ellas en la mano. ¿Quién nos ha hecho esto? —preguntó al aire, dio un manotazo al volante. Ahora estábamos atrapados y no sabíamos cómo salir del gran autobús.

—¿Qué vamos a hacer? —Carlos se me acercó y me pasó un brazo por la cintura.

—Tranquila, seguro que la profesora se da cuenta y vuelve a por nosotros cuando noten nuestra ausencia. —su abrazo me llenaba de fuerza, pero sabía que la profesora estaba borracha y nadie nos había visto bajar hasta aquí.

Pasaron los minutos y nadie vino. Yo estaba más que preocupada y Carlos también, solo que él intentó disimularlo para que yo no me preocupara de más. Era una ironía, él, que era dos años menor que yo, tenía que aguantar mi inmadurez.

—Tengo sed. —comuniqué al viento. Carlos me miró con preocupación —.Lo siento, es que siempre que estoy nerviosa me entra sed. —dije excusándome. Carlos no dijo nada.

Me dirigí hasta la mochila y saqué una botella de agua bastante caliente. Pero de igual forma me la bebí. Estaba asquerosa, miré a Carlos con cara lastimera y éste se rió.

   

—Es que estar encerrada todo el día con el calor que hace pues... —se encogió de hombros y se sentó en uno de los asientos, el que estaba primero. Rebusqué en la mochila por si había algo de comida y encontré dos barritas de chocolate y un zumo de naranja. También había un bocadillo.

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