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2.
Después del colegio, me dirigí hacia mi computador para poder terminar el proyecto de verano del año pasado. Ahora que había entrado al último semestre, necesitaba concentrarme más en mis deberes como estudiante. Si quería entrar a UPenn en Estados Unidos, necesitaba ser mínimo la segunda en mi clase, y eso iba a ser complicado sabiendo que Luke Hemmings compartía mi generación.
Luke Hemmings, ¿cómo iniciar con él? Era mi competencia desde que estábamos en pañales. Nuestras madres fueron mejores amigas en el colegio y eso implicó que nosotros tuviéramos que compartir parte de nuestra infancia.
"Juliette
Bello nombre para una adorable chica como tú.
Mentira. Eres un asco"
Reí y pegué la quinta nota que Luke me había escrito en el mes. La puse junto con las otras en mi pizarra. A pesar de "odiarnos", siempre nos enviábamos notitas que nos ayudaban. Por ejemplo, ayer le escribí "Tu cabello es igual de grande que tu ego, estúpido". Era nuestra manera de odiarnos sin que doliera, tiene sentido.
Unos gritos se empezaron a escuchar desde la casa de al lado. Alcé una ceja y le bajé a la música de mi portátil para escuchar mejor.
-¡No puedes ser más inútil, Thomas! -escuché.
-Mamá, no grites...
-Calum, te dije que debías de recoger a Majaira después del colegio -lo regañó la señora Hood-. Ahora tu hermana se tendrá que saltar su clase por tu culpa, tendrá que recogerla.
-¡Majaira es grande para venirse en el camión! -se defendió.
-Tiene seis años, Thomas -dijo enfadada-. Te pondrás a limpiar el baño... No quiero pretextos.
Reí por lo bajo y le subí a la música. Negué con la cabeza.

La música volvió a llenar mis oídos. Ahora tocaba algo de Debussy. Sonaba tan perfecto, hacía que me relajara después de todo el estrés que la escuela provocaba en mí.
Escuché que la música poco a poco se apagaba y me quedé quieta en mi cama. Fruncí el ceño y vi el reloj.
9:31.
Siempre me quedaba dormida antes de escuchar que se acababa.
Miré por la ventana de mi habitación y vi el cuarto de alguien.
Majaira.
Sonreí. Era ella.
Su cuarto estaba frente al mío y podía ver cómo se arropaba sola.
Tenía la tez morena y era un poco baja. Vale, era una niña prodigio. Tenía seis años. Yo a su edad apenas podía sacarme un moco sin comerlo.
La vi ponerse en sus rodillas y rezar. Se veía tan linda, pero lo que me llamó la atención es que después la vi llorando. Sus pequeños ojos derramaban lágrimas, tanto que hacía que mi corazón se encogiera. Ella era uno de los niños que los Hood acogían.
Necesitaba abrazar a Majaira, se veía bastante sola. Necesitaba a alguien, pero no podría salir ni tocar la puerta de los Hood, sería vergonzoso.
Me acerqué a la computadora y abrí mi chat con Calum Hood. Nunca habíamos hablado.
Juliette Mohan: "Calum, ve con Majaira, la he visto llorando. No le digas que te dije yo" -9:39 pm.
Calum Hood: "¿Qué?" -9:41pm.
Juliette Mohan: "Es como tu hermana, Calum, la he visto por mi ventana, ve con ella. Tiene seis años" -9:42 pm.
Calum Hood: "Ah, está bien..." -9:43 pm.
Esperé sentada y vi cómo Majaira se acostaba en su camita y secaba sus lágrimas con sus pequeñas manos. Me dio ternura.
Calum entró a la habitación y lo vi hincarse frente a la cama de Majaira.
Me acerqué a las cortinas y las cerré. Iban a necesitar privacidad, parecería muy entrometida.
Mis ojos estaban a punto de descansar por completo, hasta que escuché que recibía un mensaje en mi teléfono.
Calum Hood: "Hey... Gracias" -9:54 pm.
Juliette Mahon: "No te preocupes, ¿todo bien con ella?" -9:55 pm.
Calum Hood: "¿Estás disponible para hablar?" -9:58 pm.
Juliette Mahon: "¿Hablar cómo?" -9:59pm.
Mi celular comenzó a sonar. Vi que se trataba de una llamada por Facebook de Calum.
Contesté al instante.
-Hey -me saludó.
-Hola, Calum, me alegro que hayas ido con ella -le dije.
-Tenía que -admitió. Escuché que suspiró-. Extraña a su familia.
Apreté los labios y cerré los ojos. Oh, Majaira.
Según mi mamá -que de todo se entera-, los padres de la pequeña murieron cuando ella tenía cuatro años. Habían muerto en un incendio y nadie podía encargarse de la niña. Sus abuelos habían muerto hace años y sus tíos lejanos se negaron, ya que vivían en otros países. Ahí fue cuando la señora Hood, como madre adoptiva, le abrió los brazos.
-Su papá le enseñó a tocar a los cuatro -dijo Calum.
-Toca precioso -admití.
-Se peleó con unas niñas hoy en el colegio y la llamaron huérfana -me contó Calum-. Se quedó sola, dice que no la han tratado bien desde que llegó.
-Deberían de intervenir tus padres -susurré-. No puede estar así.
-Mañana hablaré con mi madre antes de irme a la universidad -dijo él-. Podríamos ir ella y yo, si es que mi papá trabaja.
-Espero... -le dije.
-De nuevo gracias, aunque hayas sido una total stalker -dijo Calum a través del teléfono.
-No soy una stalker -reí actuando ofendida.
-¿Espiando a una niña de seis años? Me suena como tal -admitió.
-Hey, soy su fanática número uno -confesé.
-Trató de enseñarme una vez -confesó-. Pero apesto, soy mejor en la guitarra.
-¿Tocas guitarra? -pregunté.
-No -ah-. Sí.
-Nunca te he escuchado tocar desde acá -admití.
-¿Tienes alguna obsesión con escuchar la música de los vecinos? -preguntó.
-Adiós, Calum -mentí.
-Adiós, Juliette -dijo.
-No te iba a colgar, ¿sabes? -le dije.
Dejé de escuchar por un momento y creí que en verdad me había colgado.
-¿Calum? -pregunté por la bocina.
-Lo siento, tuve que verlo...
-¿Qué viste? -me acerqué a la ventana.
-Mira hacia arriba -hizo una pausa-. No mires al techo.
Reí y negué.
Miré hacia arriba por la ventana y lo vi.
Las estrellas se veían hoy más que nunca, o tal vez no las había visto tanto. Nunca les presto atención, pero eran preciosas.
-¿Sabes de estrellas? -le pregunté.
-Quiero ser astrónomo -admitió-. No sé nada de estrellas, sólo sé que son bonitas.
-Qué buen astrónomo serás -me burlé siendo sarcástica.
-¿Tomas confianza tan rápido? -preguntó.
-Me pregunto lo mismo -admití.
-Llevamos siendo vecinos por más de cinco años, nunca habíamos tenido una buena conversación -dijo.
-Yo sólo recuerdo haber tenido que regalar pañuelos por cada conquista que sale de tu casa -mentí.
-Lo gracioso es que jamás he llevado a una chica a mi casa -admitió.
Seguí mirando el cielo. Una luz se movió rápido. ¡Una estrella fugaz!
-¿Lo viste? ¿Viste eso? -le pregunté.
Jamás había visto una estrella fugaz.
-Así es -dijo-. Se les llama estrellas fugaces.
-No me digas -reí sarcástica.
-Es lo único que sé de estrellas -admitió.
-Me di cuenta -dije.
-Y que yo soy una, hay una estrella con mi nombre, ¿sabes? -presumió.
-¿De verdad? -le pregunté.
-No, pero lo habrá... muy pronto, lo sé -dijo Calum.
-¿Qué edad tienes? -pregunté.
-Tengo veinte para ti, veintiuno para todos los bares de la ciudad -dijo.
-Te comportas como un niño -admití.
-Me pasa cada noche, de día soy diferente -dijo a través del teléfono.
-¿Consumes drogas? -le pregunté.
-En absoluto -confesó-. Un asco.
-Pero sí fumas.... -alcé una ceja para mí misma.
-¿Qué edad tienes tú?
-Cumplo dieciocho dentro de una semana -admití.
-Deberías de respetarme entonces -dijo divertido.
-No lo haré -me negué.
-Entonces adiós, Julie -dijo.
-¿Acabas de llamarme Julie? -pregunté-. Odio que me digan Julie.
Escuché que rió.
-Entonces ya sé cómo llamarte de ahora en adelante -dijo.
-¿De ahora en adelante? Nunca hablamos.
-Podríamos intentarlo. Acabas de salvar a una niña por ser víctima del bullying, supongo que puedes agradarme -dijo.
-¿Supones? Eso fue tierno Calum, deberas -negué con la cabeza.
-Nunca soy tierno -admitió.
-¿Entonces qué eres? -pregunté.
-Punk rock.
Comencé a reír a carcajadas. Él también me imitó.
-Supongo que hablaremos mañana, Cal, tengo mucho sueño, fue un día pesado.
-Está bien, Julie, gracias -repitió-. De verdad.
-Está bien.
-¿Entonces... mañana? -preguntó.
-Mañana, Calum.
-¿A la misma hora? -preguntó de nuevo.
-Sí, Calum -dije con cansancio.
-Vale, descansa, Julie -me dijo.
-Tú también, Cal -le dije.
-Me gustaría escuchar que me llames estre... -le colgué.
Sonreí y negué. Era divertido.
Dejé mi teléfono en mi mesa de noche y me acosté. Era aún temprano, supongo, pero para mi cuerpo ya era bastante tarde y tenía que dormir si es que mañana quería estar bien en la escuela.

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