Desperté un día más en la oscuridad de mi habitación, aunque, como todos los días, no quería seguir haciéndolo.
Salí de la cama y caminé como un zombi hasta llegar al baño. Abrí la llave y me mojé la cara. Arriba de una pequeña repisa había un espejo pequeño en el que podía ver mi rostro. Me miré por unos segundos y no pude evitar sentirme incómodo. Salí del baño y caminé hasta la cocina. Busqué en el refrigerador las cosas necesarias para prepararme un sándwich sencillo.
Justo cuando estaba en la parte de dar la primera mordida, mi madre apareció.
-Buenos días, hijo -dijo y después bostezó como un oso.
De mi boca llena de comida surgió una especie de gruñido que, tanto mi madre como yo, sabíamos que significaba "Hola". Continué comiendo mi sándwich hecho sólo con jamón y queso.
Cuando terminé de desayunar, me levanté y caminé hacia mi habitación para prepararme para ir a la escuela. Busqué mi ropa y me cambié. Mientras lo hacía, vi mi reflejo en una de las ventanas de mi habitación. Siempre me había dado risa mi delgadez: brazos delgados, piernas de pollo, costillas marcadas. Básicamente mi cuerpo no mostraba señal alguna de músculo o grasa. Terminé de vestirme y ordené mi mochila. Salí de mi habitación listo para otro día. Mi mamá estaba sentada en un sillón cerca de la puerta principal.
-¿Estás listo? -me preguntó con una sonrisa en la cara.
Sí, mamá. Listo para otro día de mierda con todos esos estúpidos.
-Sí. Ya me voy -contesté.
Caminé hasta la puerta y salí. Cuando faltaban diez centímetros para que se cerrara, escuché que mi madre me dijo algo.
-Que te vaya bien.
Sin darle una respuesta, cerré la puerta y empecé a caminar. Mi casa estaba a treinta minutos de la escuela, por lo cual, tenía que salir más temprano de lo normal.
A la mayoría de las personas no les gusta caminar, y menos la distancia de mi casa a la escuela; pero a mí me gustaba. Eran treinta minutos de relajación, viendo las mismas cosas día tras día, a muchos les parecerá aburrido, 'pero me gusta lo aburrido. Lo único malo era que, a medida que continuaba avanzando, me acercaba más a la escuela, y las personas...
Después de esos amados treinta minutos, doblé una esquina y llegué a la calle de la escuela. Yo era de los pocos chicos que caminaban solos, la mayoría iban en parejas o pequeños grupos.
Llegué a la entrada de la escuela -un enorme portón de color marrón- y bajé las escaleras. Así era como comenzaba mi sufrimiento de todos los días: con ese pequeño recorrido que no duraba más de un minutos. Bajé el primer escalón y empecé a sentirme nervioso. ¿Ya lo viste?, Qué asco, Dios mío, no lo vean. Esas frases sonaban una y otra vez en mi cabeza, pensaba que todos se fijaban en mi problema.
Cuando terminé de bajar, caminé hasta la plaza central de la escuela. Vi a Gus y Marcus -los únicos chicos de mi salón con los que me juntaba- reunidos frente a la dirección con un pequeño grupo de chicos con los que apenas hablaba. Caminé y me integré al grupo.
-Yo soy el mejor de todos ustedes -presumía Gus-. He tenido más novias que todos ustedes juntos.
Gus era el tipo de chicos que presumían haber encontrado el amor de su vida cada semana. Pero era cierto lo que acababa de decir: era mejor que todos los presentes juntos. Una vez le pregunté a una de sus novias qué había hecho para aceptarlo, ella me dijo que el chico fue tan insistente que no le quedó de otra.
Marcus dio un paso al frente y le puso la mano en el hombro.
-Apuesto lo que quieras a que no has durado más de una semana con cada una de ellas.
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Números Primos
RandomÉl era inseguro. Incapaz de sentir algo por alguien. Tímido. Con problemas mentales . Ella era hermosa física y sentimentalmente. Pero escondía un gran secreto ¿Que pasará cuando él la conozca? . . . . . Esta es nuestra primera historia espero y...