Capítulo 3.

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·Narra Haylee·

Despierto en el interior de una tienda de campaña. Miro en todas direcciones, no hay nadie. Mis armas no están por aquí. Noto algo húmedo en mí frente. Lo aparto y veo que es una toalla con agua caliente. Un poco de luz se filtra por la tela de la  tienda.
¿Ayer me desmayé? ¿Tan poco puedo aguantar?

Mientras me regaño a mí misma por ser tan débil, la cremallera de la tienda se abre, acompañada de su habitual sonido.

-¡Pero si ya estás despierta!-Dice el hombre que acaba de abrir la tienda. Lo analizo de arriba a abajo, tratando de averiguar si quien se encuentra frente a mí es amigo o enemigo.-No te preocupes, niña, no voy a hacerte nada.-Sonríe después de intentar "calmarme".-Me llamo Dale.-Alarga su mano para que la estreche. Lo hago casi sin pensarlo.

-Haylee, Haylee  Grimes.-Al pronunciar mi apellido vuelvo a deprimirme.

-¿Grimes?-Me mira confundido.-Espera aquí.-Sale de la tienda sin cerrar.

¿Dónde más iba a ir?

Pasan un par de minutos hasta que alguien vuelve a asomarse por el hueco de la entrada de la tienda. Ni él ni yo decimos nada cuando nos vemos. Pensé que todo había sido un sueño. No puede estar vivo. Lori me dijo que lo habían abandonado en el hospital...

-Haylee...-Dice, antes de enterrarme entre sus brazos. Sigo en shock, no soy capaz de responder.-Gracias a Dios, pensé que...-No lo dejo terminar, yo también lo abrazo y, poco a poco, todas las lágrimas vuelven a salir.

-Te he echado de menos, tío Rick.-Digo cuando consigo calmarme.-¿Y Carl? ¿Él está...?

-Estoy aquí.-Dice esa pequeña voz detrás de mi tío. Asoma su pequeña cabeza y lo abrazo. Mi tío se vuelve a unir a la piña colectiva. Ese momento de la familia Grimes no es muy frecuente, así que mejor aprovecharlo.

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Después de reencontrarme con lo que yo denomino como mi familia, salí de la tienda de campaña. Tengo todo el cuerpo entumecido de dormir en el suelo. Ya debería estar acostumbrada a esto, pero yo solía dormir en los árboles.

En el campamento en el que me encuentro todo el mundo está ocupado. Caminan de un lado a otro, cargando cadáveres de caminantes y de algún ser querido.

Hay una chica llorando encima de un cuerpo, el cual me imagino que era familiar suyo. No sé si debería acercarme a darle el pésame o simplemente debería esperar.

El anciano que esta mañana se encontraba en mi tienda se acerca a ella, a hacer lo que yo no me atrevo.

Me alejo de aquella escena, tratando de no ser vista por nadie. Cuesta creer que de momento nadie se haya dado cuenta de que estoy aquí, de que estoy merodeando por todo su campamento.  Busco por todas partes a mi tío o a mi primo. Veo a Rick con un grupo de gente, hablando en voz baja. Me acerco a ver si puedo ayudar de alguna manera. 

-Tío Rick, ¿Os puedo...?

-¡¿Tú qué haces aquí?!-Gritó un tipo un poco más alto que mi tío. Se acerca a donde yo estoy de manera amenazante.

-Disculpa, pero no hablaba contigo.- Le dije de mala manera. 

-Es que una canija como tú no debería estar aquí, de primeras.

-Mira gigante gilipollas, tú no tienes derecho a decirme qué puedo hacer o qué no, y mucho menos dónde puedo estar. ¿Te queda claro?-Le digo señalando le con mi dedo indice al pecho.  El muy gilipollas sonríe de lado, como si se estuviese riendo de mí.

-Me parece sorprendente que una niñita como tú utilice un lenguaje de adultos.- No soporto más su voz. Paso mi brazo por mi espalda, buscando mi bate para poder golpearlo cuanto antes.-No te molestes-Me interrumpe-, tenemos todas tus armas guardadas.- Su sonrisa se agranda en su fea cara. No me hacen falta armas para pegarle una paliza a este tío, pero lo último que quiero es darle problemas a la gente del campamento. 

Le doy la espalda al tipo feo, un gran error por mi parte. Ese gilipollas me había empujado para tirarme al suelo. Me levanto sin mirarlo; me quito la tierra de la ropa, sin ninguna prisa. Respiro hondo y salto encima de él, tratando de tirarlo al suelo. Empiezo a golpearlo con todas mis fuerzas donde puedo. Varias personas se arremolinan a nuestro alrededor, observando la pelea. 

Paro de golpear al gilipollas y me levanto de encima suya. Me miro los nudillos, están sangrando, cosa que no me extraña. El muy imbécil se levanta del suelo, tiene la cara llena de sangre de todos los golpes que le he dado. 

-Serás zorra...-Susurra antes de acercarse donde yo estoy. Me tira al suelo y comienza a golpearme a mí. En poco más de cuatro golpes ya me ha dejado bastante tocada, hasta el punto de que me cuesta ver qué sucede a mi alrededor. De repente, los golpes cesan y alguien me quita al gigantón de encima. Todo es muy borroso, lo único de lo que estoy segura es de que alguien me saca de allí. Supongo que es mi tío, por lo que pronuncio las palabras más estúpidas que nunca he dicho.

-Te he echado de menos...-Noto cómo mis párpados pesan cada vez más.

-Yo también te he echado de menos, Haylee.-Esa no es la voz de mi tío. Antes de poder decir nada, me duermo en los brazos de quien me lleva.







Una Grimmes y un Dixon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora