Hay veces donde las cosas pasan demasiado rápido, y justamente eso era lo que Louis pensaba en ese momento sentado en la cama matrimonial de Harry con sus piernas cruzadas.
Veía como acomodaba su corbata frente al espejo. Ya iban dos noches seguidas que él se quedaba a dormir y luego Harry en la mañana lo llevaba a su casa. En total era dos semanas lo que llevaba conociendo al hombre, y le gustaba, le gustaba tanto que le aterraba.
Harry le seguía dando dinero para que él le llevara a su familia –aunque el rizado no sabía eso, él ni siquiera sabía porque Louis se prostituía–, y no le pedía nada a cambio.
Es más, hasta la noche pasada Harry le había hecho una mamada. ¡Una mamada! Cuando se supone que tenía que ser todo lo contrario.
–Harry... –dijo dudoso.
El aludido se dio media vuelta, ya con la corbata totalmente arreglada.
–Dime, bebé.
A Louis también le gustaba que le dijera apodos bonitos.
–¿Qué edad tienes?
Harry alzo una ceja.
–¿En serio me estas preguntando eso? –cuestiono divertido.
Louis hizo un puchero.
–Es que no sé nada de ti, creo que es hora que nos vayamos conociendo.
Harry asintió, acercándose hasta él y besándolo.
–Tengo 27
Él lo miro con su boca abierta.
–Yo tengo 19.
–Se nota, tienes cara de bebé.
–¡Hey! –se quejó.
Harry rió, besándolo de nuevo.
–¿Eso es todo lo que quieres saber?
Louis lo pensó por un momento, hasta que la misma pregunta de siempre pasó por su cabeza.
–¿Por qué aún no hemos hecho nada?
Harry lo miro.
–Quiero que estés completamente seguro de hacerlo con un desconocido.
Louis arrugo el entrecejo.
–No eres un desconocido.
–Sí lo soy, bebé –Harry se levantó de la cama para terminar de arreglarse.
Louis se cruzó de brazos, insatisfecho con la respuesta.
–¿Por qué dices que eres un desconocido?
–Podemos discutir todo lo que quieras, pero esta noche, si deseas.
Y paso lo que Louis se temía, no discutieron nada esa noche, ni siquiera se vieron.
