La decisión

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Pasaron los minutos y ahí estaba yo, decidiendo qué hacer. Nunca había estado tan indeciso como en ese momento y me angustiaba esa sensación. Yo llevaba una vida bastante rudimentaria. Vivía en un pequeño pueblecito a las afueras de Viena, me gustaba mucho ese sitio. Conocí a mi madre adoptiva cuando salí del internado a los 17 pero dos años después murió de un aneurisma cerebral, no tenía relaciones sentimentales y los pocos amigos que había conocido cuando llegue a Viena estaban en el mismo estudio de arquitectura que yo. No tenía nada que me atase a la vida y aun que me daba miedo aceptarlo, me atraía la idea de poder serlo todo.

Después de darle vueltas y vueltas creí que ya había tomado una decisión. Me alisé los pantalones cuando me levanté del pequeño banco y entré en la casa. Estaba en la misma posición que antes, con los ojos cerrados y los puños apretados pero sin ejercer demasiada presión, los tatuajes visibles brillaban, transmitían una luz plateada. Fui a abrir la boca para decirle la decisión que había tomado pero no salió ningún sonido de mi garganta. Sentí un hormigueo en las manos y las miré, se estaban difuminando, empezando por los dedos y a continuación los brazos. Las piernas me flaqueaban y cuando pensé que me iba a caer, me sumí en la oscuridad.

Oí una voz en mi cabeza que decía «Bienvenido a mi mundo» y de repente, abrí los ojos.


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⏰ Última actualización: Jan 03, 2021 ⏰

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