Capítulo 23.

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Primero que todo, debo decirles que las amo muchísimo, y amo cada uno de sus comentarios♥. Amo cuando tienen cosas que preguntar, pues así puedo conversar más con ustedes♥. Son hermosas todas y gracias a ustedes me emociono mucho para escribir. Jamás me había tomado una novela tan en serio como lo hago ahora♥. ¡A leer!♥.


Debía ajustar la alarma a la hora. Debía hacerlo, pero ni siquiera me acordaba. Gracias a mi excelente memoria ahora estaba atrasada, cepillando mi cabello y esperando a que el maldito flequillo cooperara en algo. No había resultado.
-¡Agh, me quiero morir!-grité delante del espejo.
Mamá ya se había ido a su trabajo y podría quedarme perfectamente en casa, pero tenía que hacer el trabajo de música con los chicos. Me matarían si no llego a la clase. Maldije el reflejo del espejo y corrí hacia la cama, en donde me esperaba mi mochila. Me quedé observando mi cama deshecha. ¿Qué tal si me quedaba a dormir y me olvidaba del trabajo unas horas? Ni siquiera creo que alcancemos a hacer algo. No, ____, debes irte ahora. Como siempre, le hice caso a mi -a veces molesta- subconsciente, tomé la mochila y corrí escaleras abajo para perder algunos segundos. Escaneé la sala completa y vi mis brillantes llaves encima de un brazo del sillón. Corrí para tomarlas y salí de casa. Mis ojos ardieron al hacer contacto inmediato con el sol mañanero. También debía comprarme gafas de sol... O irme de casa mientras el sol no salía por completo. Cargué mi mochila a mis hombros y di pequeños, pero rápidos pasos hacia mi destino. Así jamás llegaría. Malditos pies cortos. Y también debía dejar de maldecir tanto.
No había caminado ni una cuadra completa cuando el sonido de una bocina a mis espaldas me hizo girar. Era una bocina bastante singular. El lujoso y negro auto que ayer me había escoltado a mi casa estaba andando a su mínima velocidad. Me detuve y esperé a que el auto llegara a mi lado. Mi reflejo de la ventana iba desapareciendo mientras que el vidrio iba descendiendo.
-Supongo que vas al colegio-sonrió Harry bajando sus lentes de sol hasta por debajo de sus ojos. Yo asentí-. ¿Te subes?
-¿Tengo más opciones?-alcé una ceja.
-No lo creo-rió.
Rodé los ojos. La soberbia de Harry jamás cambiaría. Le regalé una cínica sonrisa y rodeé el auto hasta el asiento del copiloto. Procuré de cerrar la puerta con todas mis fuerzas.
-Lo siento-musité en una pequeña sonrisa.
-No, no lo sientes.
-Lo sé.
El auto no partió su rumbo, sino hasta después de ver a Harry inclinarse hasta mi posición y plasmar un beso en la comisura de mis labios. No lo miré, pero estaba segura de que había una sonrisa triunfante en su rostro. Fijé mi vista en el paisaje y evité a toda costa mirar a Harry. Lo único que sentíamos era el suave andar de su auto y su boca soltar suspiros.
-¿Puedo prender la radio?-pregunté.
-Ajá.
Intenté descifrar los botones de su moderna radio hasta que logré encenderla. La perilla que controlaba el volumen tornó una suave luz azul a su alrededor. Comenzó el estribillo de una muy buena y conocida canción: Blackbird de los Beatles.
-... Take these broken wings and learn to fly...-tarareó Harry sin quitar sus ojos de la calle.
-¿Te gustan los Beatles?-el tono de mi voz tomó sorpresa sin haberlo planeado.
-Por supuesto-me miró-. ¿A quién no? ¿Conoces a los Ramones?
-¿Estás bromeando?-reí-. ¡Me encantan!
-¿Oh, sí? ¿Qué hay de Pink Floyd?
-Claramente. Tengo un disco con una mezcla de sus mejores canciones a mi parecer-lo miré. Sus verdes ojos estaban clavados en mí y no pude evitar sonreír de verdad, con algo de timidez.
-Tienes buenos gustos musicales, ____.
-Sí, lo sé-sonreí orgullosa-. Todo lo que tengo de musical, no lo tengo en lo gastronómico.
-¿A qué te refieres?-de vez en cuando sus ojos salían de la carretera para observarme.
-Suelo comer pan con mayonesa por montones y mucho tuti fruti con yogurth-me encogí de hombros.
-Debo decirte que nunca he comido pan con solamente mayonesa, sin embargo amo el tuti fruti, sobre todo si tiene yogurth.
Me percaté del edificio del establecimiento y me dieron ganas de no llegar jamás. Me divertía teniendo temas en común con Harry. Jamás habíamos hablado de una forma tan simple como esta. El auto pasó por delante del colegio, pero no se detuvo. Esperen... ¿no se detuvo? Miré a Harry alarmada.
-Acabamos de pasar el colegio, Harry.
Su semblante se mantuvo seria, su ceño estaba levemente fruncido y sus ojos no abandonaron el camino por más que mis ojos le miraran. No dijo nada, y estaba segura de que no lo haría. Me estaba comenzando a asustar.
-Harry, te pueden despedir-insistí.
-Lo valdría-me miró.
Eso fue todo. Dos palabras que me dejaron inconsciente por medio segundo. No pude detener a las maripositas revoloteando en cada rincón de mi estómago. El perfil de Harry se relajó y se adornó con una pequeña sonrisa. Intenté calmarme. Harry no me obligaría a nada que yo no quisiera, y ya lo había comprobado, pero seguía temiendo. El ritmo de una de las canciones de moda le quitaba tensión al ambiente, mas no a mi propia mente. No entendía qué se tramaba Harry, y no quería pensar demasiado con miedo de llegar a alguna conclusión que, de seguro, no me favorecería.

La Filosofía De Amarte |styles|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora