Capítulo 2

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Habían pasado un par de semanas de que nos encontramos en ese lugar y yo seguía esperanzado en encontrarla de nuevo. No tenía manera de contactarla, lo único que yo tenía de ella eran recuerdos borrosos y una nota que encontré en el buró del hotel donde desperté solo aquella mañana.

—No sé porque sigo viniendo —suspiré mientras le daba otro trago a ese wiski con que jugaba desde hace media hora.

—Tal vez para encontrarme —dijo una morena por demás conocida que, con una gran, deslumbrante y cálida sonrisa, sugirió una respuesta a eso que no fue pregunta—. Hola señor agente del FBI —saludó dejándose caer a mi lado.

—Hola Meifer —dije provocándole reír. Aunque no sé qué le causaba gracia.

—Es Mafer —corrigió—, soy mexicana, mi nombre es María Fernanda, Ma Fer —explicó sonriente. Sonreí apenado.

—Tienes buen inglés para ser Mexicana —dije y explicó: —Mi madre es inglesa de allí mis conocimientos de la lengua... vivió mucho tiempo en México, yo nací y crecí allí. Pero también pasé un tiempo en Inglaterra y otro poco por acá.

—¿Tienes mucho tiempo aquí? —pregunté y asintió mientras recibía una margarita del barman.

—Lo suficiente para adoptar el acento —dijo y bebió de su copa—. Después de qué mi madre muriera vine a buscar a mi padre, pero él tiene sus propios asuntos de qué ocuparse, no quisiera ser un estorbo pues él ya tiene una hija con la que no puedo compararme.

Terminó su trago y sugirió: —¿Por qué no nos vamos a hacer algo que pueda recordar con claridad? —sonrió—, la otra noche está un poco borrosa. —Me sorprendí y sonrojé con esas palabras, pero aún así acepté.

Esa chica me había enganchado un poco. Su charla era interesante y amena. Ella parecía bastante inteligente y, según lo poco que también recuerdo de esa noche, ella me fascinaba. Así que si me ofrecía eso que me encantaba, no me haría del rogar.

Pasaron algunos meses en los que nos encontrábamos furtivamente, sin planearlo, sin citarnos, pero llegando siempre a ese bar con la esperanza de que el otro coincidiera con nosotros.

* * * * * * * * * *

—¿Por qué dijiste que matabas gente? —pregunté una mañana en que, desde mi cama, la veía vestirse. Mafer sonrió con cara de incredulidad. Se estaba burlando de mí.

—Era una broma —dijo no intentando ocultar su risa burlona—, sarcasmo, ya sabes tú policía, yo asesina, sería irónico... aunque en ese entonces no tenía idea de que no entenderías.

—Yo entiendo las bromas —me defendí.

—Entonces ¿por qué preguntas porque dije eso? —preguntó divertida mientras acercaba su cara a mi rostro. Entonces hizo un gesto algo tierno, acarició mi nariz con la suya y se fue de mi cuarto y departamento.

Las cosas entre nosotros eran lindas, pero era difícil coincidir con esa chica. Mi trabajo muchas veces no me daba tiempo y al parecer ella también estaba un poco ocupada. Pues un mes entero se pasó sin que nos viéramos.

Yo no podía llamarla, nunca tomamos el teléfono del otro. Quisimos que el destino nos encontrara, pero comenzaba a parecer que el destino ya no tenía ganas de vernos juntos. Eso fue lo que pensé mientras dejaba otra vez ese bar sin suerte de encontrarla.

Me fui de nuevo por una semana. Otro caso se había presentado y yo la estaba extrañando ya demasiado.

Volvíamos a las oficinas en Cuántico después de esa horrible semana, después de un vuelo de seis horas y después de mucho cansancio. Lo normal en este tipo de situaciones era volver a casa, pasaba ya de media noche, pero una nerviosa García nos había llamado a las oficinas, así que aquí estábamos todos, intentando conocer la razón de tanto misticismo y tantos nervios.

—Llegó un video —anunció—, necesito que lo vean —dijo llorando mientras daba play a la pantalla en nuestra sala de juntas donde apareció un tipo que yo jamás había visto y comenzó a decir estupideces.

Todos lo mirábamos atentos. La reacción de Penélope nos aseguraba que de un segundo a otro todo se pondría feo. Pero fue mucho peor que eso, de pronto, en la pantalla, pudimos ver a tres personas conocidas por mí. Dos de ellas eran niños y la otra era esa chica que yo estaba extrañando tanto.

Todos estaban detrás de unas rejas. Ella parecía inconsciente y los niños se abrazaban en otra esquina del suelo.

—Han pasado ocho horas desde que los metí aquí —dijo el sujeto—, a ella poco más —y sonrió mirando hacia atrás—, cuatro semanas para ser exactos. —Entonces volvió el rostro de nuevo a la cámara—. Tengo a los cuatro bebés del FBI —dijo haciendo una especie de puchero—, y así como ustedes me dejaron sin padre yo los dejaré sin hijos. —terminó con expresión sombría y furiosa.

El chico miraba furioso a la cámara, después de unos segundos respiró profundo y dijo: —Para los que aún no entienden explicaré: Ahí está el bebé J.J, a su lado el bebé Hotchner, en aquella esquina, un poco herida por valiente, está la bebé Rossi y en el vientre de ella el bebé Reid. Les mando ocho horas de encierro, de los días anteriores con la nena Rossi no les mando nada, porque es privado y no apto para menores de edad.

Se burló en nuestras caras y comenzó una filmación de ocho horas donde solo el silencio acompañaba los sollozos de muchos de nosotros.

A pesar de que algunas cosas seguían sin cobrar sentido nadie preguntamos nada, pero todos sufríamos cada minuto y rezábamos porque al siguiente minuto de grabación tampoco ocurriera nada.

Pero en un minuto todo fue diferente. Un idiota entró a la jaula y se acercó a ella, intentó besarla pero ella se resistió y él la abofeteó. Henri comenzó a llorar en el video y J.J. hizo lo mismo en la sala donde nos encontrábamos. El chico lo miró e intentó dirigirse a él, pero Mafer lo tomó por el pantalón y dijo algo.

—¿Por qué el maldito video no tiene audio? —pregunté desesperado al ver cómo, después de una sonrisa más de nervios que de felicidad, ella dijo algo más y el sujeto que daba la espalda a la cámara la pateó haciéndola llegar hasta la pared.

Yo golpeé la mesa viendo como el sujeto seguía pateándola. Él se agachó y parecía que le decía algo al oído. Le levantó la cabeza tirándola del cabello y la abofeteó de nuevo. Ella estaba sangrando y yo estaba aterrado.

El sujeto salió de la jaula y la cerró de nuevo. Mafer hizo un movimiento, parecía querer dar la espalda a los niños, pero no lo logró. Después de intentarlo abrió mucho los ojos, se puso pálida y se desvaneció. Jack abrazó a Henri y yo salí de esa habitación.


Continúa... 



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