La Acusación

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El Lobo caminaba entre los bosques, no había una gota de rigor en su interior. Toda la felicidad, toda la esperanza, toda la fé que sentía desaparecieron cuando sus ondulaciones doradas se alejaron dejando pasar sentimientos no tan alentadores; la tristeza, la angustia, la soledad, el enojo, la desesperación, la desesperanza. Todos estos sentimientos llenaban al Lobo cuando su ángel de capa roja desaparecía con tan solo una promesa. Una promesa que él, muchas veces, la incitaba a romper y que ella, testaruda, no lo hacia. En cierto modo le provocaba regocijo que ella no lo hicera, pero en otro modo sabia a la perfección si alguien los veía juntos e iba a delatar a Caperucita frente a todo el pueblo.

-¡Ayuda- el Lobo, sumido en sus pensamientos, apenas escucho esto. Pero el simple pensamiento de que fuera Caperucita lo hizo salir corriendo a toda velocidad.

El Lobo atravesó el bosque cual estrella fugaz, estaba tan ocupado rogandole al cielo que no fuera Caperucita que casi se pasa la línea de separación entre el territorio de los aldeanos y el suyo. El Lobo se detuvo en el momento justo para observar la escena: una chica alta y de rizos castaños estaba siendo sujetada por dos hombres altos y robustos, el primero tiene el cabello del color de la obsidiana, el segundo lo tiene de un color rojizo. El Lobo se acerca más y logra percibir los grandes ojos azules de la chica, su nariz aguileña, y las mejillas sonrojadas son todo lo que el Lobo necesita para probar que aquella chica no puede ser nadie mas que la hermana de Caperucita.

La cólera se apodera del Lobo y toma acción antes de que algo de lamentarse ocurra. Para cuando el Lobo ha terminado con aquellos bastardos el sol ha empezado a asomarse.

-ven conmigo, te ayudare- el Lobo le ofreció su lomo a Amanda para que se apoyara y lograra levantarse.

-se quien eres, mi hermana me lo dijo- Amanda logró ponerse en pié finalmente y siguió al Lobo a través del oscuro y húmedo bosque

-sé que sabes. ¿Por qué crees que me apresure a ayudarte?- el Lobo hizo una seña para que Amanda dejara de tocarlo, esta lo hizo sin antes tomarse un segundo para titubear.

-mi hermana debe estar preocupada, debo regresar- Amanda lo pensó un momento -además si descubren que no estoy y ven toda esa sangre pensaran que tu me lastimaste- "eso no le gustaría a mi hermana" pensó ésta mientras se acercaban a la guarida del Lobo

-te curare las heridas. Luego podrás irte. ¿Por qué estabas afuera hoy?- el Lobo la miro, curioso

-recibí una carta del "Príncipe Salem" diciéndome que tenía ganas de verme. Resultó ser que un par de hombres querian información acerca de ti y de mi hermana- finalmente llegaron y Amanda entro a la cueva justo después que el Lobo

-¿Qué les dijiste?- Amanda lo miro, como si la simple duda fuera una ofensa en masa

-no dejare a mi hermana en evidencia. Nunca haria algo que la dañara- el Lobo la miro luego se volteó y comenzo a curar las heridas de Amanda

La chica tenia heridas bastante graves, la muñeca estaba abierta y tenia una cortada realmente fea en el antebrazo derecho. El Lobo le aplicó pomadas y vendó sus heridas. Finalmente lanzo a Amanda una mirada penetrante.

-bueno, ahora sé que estamos del mismo lado. Sé que tenemos un mismo objetivo- Amanda fruncio el seño

-¿Cuál es ese objetivo del que hablas?- Amanda sonaba confundida, sin embargo para el Lobo resultaba tan claro como el agua

-la seguridad de mi hermoso ángel rojo- los dos se miraron, no havian falta mas palabras para explicar a quien se referian.

Caperucita y el Lobo (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora