Noventa y nueve por ciento hétero

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Anoche me quedé despierto hasta las tres de la madrugada. No es nada extraño en mí, sufro de insomnio casi todas las noches, así que ya estoy acostumbrado. Por lo general, cuando le cuento a una persona de mi insomnio me hace una mueca de compasión y a los dos minutos se olvida del tema como si no tuviera importancia alguna, o me aconseja que me tome un té de tilo y escuche música clásica. Y ambas reacciones me hacen querer partirles la cara con una silla. Porque el no poder dormir no es una estupidez de la que puedas olvidarte así como así ni algo que pueda curarse por el simple hecho de tomar una infusión asquerosa. Aunque quizá no debería partirles la cara con una silla. No es su culpa que no puedan comprenderlo. Que no puedan comprender que en la soledad y la oscuridad de la noche es cuando salen a relucir todos mis miedos, mis angustias e inseguridades. Cuando los problemas parecen duplicar su tamaño y amenazan con aplastarme. Cuando no puedo pensar en otra cosa y cuando no hay ningún testigo frente al que tenga que actuar normal. Y todo está silencioso, lo que es peor, porque hace que sea más fácil escuchar mis quebrados pensamientos. Es en la noche, y sólo en la noche, cuando se escapan todos mis demonios y tengo terror de lo que puedan llegar a hacer. No, por supuesto que no lo entenderían. Y no tengo ganas de explicarlo y ellos no tienen ganas de escucharlo. Así que da igual.

Como decía, anoche me quedé despierto hasta las tres de la madrugada. Y fue horroroso, como de costumbre, porque ningún tiempo que deba pasar conmigo mismo puede ser jamás un buen rato. Mi mismo y yo no nos llevamos tan bien. Pero por lo menos anoche fue útil, porque siento que llegué a alguna parte. Me doy cuenta de que he madurado en cierto aspecto cuando descubro que hasta el momento he actuado como un completo imbécil y dejo de hacerlo, para actuar como un imbécil pero de una manera completamente diferente y vuelvo a darme cuenta de que sigo siendo un imbécil y lo corrijo y el círculo continúa. Así que bien, es tiempo de dejar de ser un imbécil. No sé si lo que acabo de decir tiene algún sentido. Quizá dije la palabra "imbécil" demasiadas veces. Da igual, el punto es: No me gusta Chris. Estoy seguro de ello. Me tomo una noche en vela, pero ahora lo puedo asegurar sin sentir ninguna clase de confusión. No me gusta Chris ¿lo ven?

No me gusta Chris, no me gusta Chris, no me gusta Chris, no me gusta Chris, no me gusta Chris...

-Hola- me dice Chris apareciéndose de repente por detrás.

Ay, mierda, me gusta Chris.

No, no, NO. Ya hemos pasado por esto, Patrick. Llegaste a un punto... ¡¡AFÉRRATE A ÉL!!

Aunque aferrarse al punto no es una tarea precisamente fácil con un par de intensos ojos oscuros mirándome fijamente. Dios, ¿por qué tenían que ser sus ojos tan grandes? Es decir, ocupan casi la mitad de su cara. Estoy seguro de que si fueran al menos un poco más pequeños, el problema desaparecería. Bueno, no sé si desaparecería, pero seguro que sería mucho menor.

No es hasta luego de varios instantes en que Chris se me queda mirando que descubro que está esperando que lo salude. Y de repente se me hace la tarea más difícil del mundo. Vamos, Patrick, me digo, salúdalo, ¿qué tan difícil puede ser? Sólo pregúntale cómo está.

-¿Cóm...- comienzo pero en seguida me arrepiento. Si le pregunto cómo está, me preguntará lo mismo y empezaremos una conversación y no estoy de ánimo para una. Mejor cambio de saludo- Hol...

Y me quedo callado. Es como si las cuerdas vocales se me cerraran por alguna razón. Entonces puedo concluir que soy el estúpido más grande sobre la faz de la Tierra.

La expresión de Chris no podría delatar más confusión.

-Comhol para ti también- dice lentamente y asintiendo.

Y me sonríe. ¿Es en serio? ¿Tiene que ser tan complicado? Es como si un Dios desde arriba me estuviera poniendo obstáculos y más obstáculos por el simple placer de complicarme la vida. Seguro se está partiendo de la risa en este momento.

No me dejes ir...  //  #NewStarsAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora