He aquí que asciendo la quejumbrosa montaña de Enlil
A la luz del eclipse lunar, cuyo soplo conmueve cielo y tierra.
Y la vanidad del negro mar, triste mar pulido, se extiende y ríe amargamente,
Esparciendo su delicioso aroma junto a "mi" montaña, ¡oh mar ceniciento!
Abajo, entre olas de plata, las naves despliegan sus estelas de zafiro.
Anhelo una belleza ligera y silenciosa, cuya sombra
Susurra pesadillas pavorosas, canta amores ilusorios...
Pero los precipicios envueltos en iracundo humo no nos engullen
Y las fuentes de miel envenenan nuestras gargantas.
Alto sentimiento y pesar de la soledad, ¡aparta de mí tu sagrado ardor!
Un océano no saciará mi asfixiante deseo,
Mi sed de estrellas......