-11-

20 1 0
                                    

Parece que fue ayer. Me mataba por dentro que hubieras desaparecido, que poco a poco te desvanecieras ante mis ojos sin darme tiempo a reaccionar, a digerirlo, a entenderlo. Te necesitaba, muchísimo, pero ya no estabas y tu ausencia empezó a convertirse en una pérdida, en un duelo. ¿Cómo algo que ha sido tan real, tan cercano, puede pasar a ser algo prácticamente desconocido? Dejé de reconocerte, era tu cara, tus ojos, pero ya no eras tú.

Aun así, me descubría a mí misma observando casi a escondidas la foto de aquel marco, cubierto en polvo por el paso de los días. Joder, me rompía por dentro, me rompía creer que aquello había pasado, que todo lo que habíamos vivido, compartido, se había marchado para no volver. Y te guardé, dentro y fuera de mí. En lo alto del armario, por si quizás, algún día, te volvía a ver como esa parte de mí, como un tesoro olvidado. Pero un quizás siempre es una forma de escapar. Es el miedo disfrazado en una duda que te empuja hacia atrás, que te impide seguir tu propio camino.

Poco a poco, muy poco a poco, dejé de despertarme y acostarme pensando en ti, dejé de contar las palabras medidas para no herirte. Olvidé las verdades omitidas, las ilusiones reprimidas y la ingenuidad tímida de mis sueños. Dejé de perseguir quizases y recordé lo que fuimos para entender por qué hoy no somos

Pedazos de algo nuevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora