Recuerdo una hermosa tarde donde el cielo azul resplandeció en mi alma, me sentía tranquila conmigo por dentro, pero después vino la tormenta, todo cambió, mi corazón oscureció, me entro la melancolía, mi mirada reflejaba tristeza, la decepción por falsas amistades surgió y una lágrima desbordó el vaso que yacía en mi interior.
Mi actitud me consume y las mentiras que me dicen se convierten en navajas que me van hiriendo poco a poco, quedan cicatrices que no pueden ser curadas, heridas que no pueden ser cerradas, lágrimas que no se detienen, sonrisas que no pueden surgir en mi interior.