Hershel's coffe

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Comenzamos a caminar, un paso tras otro, la calle estaba desierta, y en el cielo azul que antes se disipaba ahora simplemente se había ocultado tras una cortina de nubes oscuras, que se metían en lo más profundo de tus pensamientos y los nublaban junto con el sol que también había desaparecido, todo era oscuridad, de pronto cerré los ojos y lo único que sentí percibir era el olor a barro que suele anunciar lluvias y el olor a bizcocho recién hecho, era de una panadería que se encontraba cerca, supe de donde provenía por el hecho de que cuando nos mudamos llego aquel olor hasta una de las ventanas de la habitación que me había tocado a mi. Era un fantástico olor que me recordaba a mi infancia, cuando mi madre preparaba la merienda mientras jugaba en el jardín de casa. Buenos tiempos...
-Jack. Mira llegamos.
Estas palabras me sacaron de mi mente
-Oh claro la cafetería, estaba pensando en mis cosas.- Dejé escapar una leve carcajada que le saco a mi amigo una sonrisa
-Vamos anda, nos merecemos un descanso, hoy a sido un día movido-
Mire al cielo y deje escapar un suspiro.
-Cierto, un día agotador, pero estoy muy contento por lo que nos queda por vivir en esta casa.- Dejé escapar una pequeña sonrisa.
Jason me miro y se le escapó una carcajada, los dos reímos y entramos a aquella cafetería, al abrir la puerta sonó el tintineo de las campanillas de color dorado que colgaban de aquella puerta exteriormente de color verde oscuro, al igual que la pared de la cafetería que se veía desde la acera de enfrente, tenía una gran ventana con forma de semicírculo que daba a las calles, en ella se podía ver escrito con letra elegante el nombres de la cafetería, las letras eran doradas y daban un aire vintage a aquel lugar. Pude leer "Hershel's Coffe" en el transparente ventanal. Había una barra, detrás de esta se encontraba un hombre con aspecto de ser bastante mayor, se podía ver desde fuera como aquel hombre secaba con un trapo de color blanco vasos de cristal. Al oír el delicado sonido de las campanillas el hombre levantó la mirada y nos miró a través de los cristales de sus gruesas gafas redondas. Aquel sitio no estaba más vacío que la soledad que se respiraba fuera del local. Los individuos que habían en aquel lugar me llamaron la atención, no sabía el motivo pero despertaban mi atención...
Una anciana con los ojos dirigidos al vacío, pude ver que era ciega por la gran claridad de sus ojos y la evidencia de este hecho. Iba en una bata de color rosa claro e iba en silla de ruedas, me pareció extraño que estuviera sola, tomó un sorbo de la taza de té que tenía encima de la mesa, el pulso le temblaba exageradamente y pude deducir que la razón era la avanzada edad de la mujer. En el rincón más alejado posible de la luz del ventanal, un hombre con bigote estaba sentado con un libro de color rojo y en una de las dos sillas vacías q le acompañaban un maletín desgastada de un color marrón parecido al barro. Llevaba gafas y una corbata del color verde de la puerta.
En una de las mesas redondas del centro de la cafetería una mujer con sobrepeso se encontraba sentada con un teléfono en la mano, no dejaba de reír y de hablar con un tono exagerado. El hombre que había detrás de la barra nos hizo un gesto de saludo con la cabeza sin dejar de secar los vasos que habían húmedos ocultos en la barra, y nos pregunto con un tono medio de voz, que ibamos a tomar, nosotros respondimos dos tés verdes y dando por finalizada la petición esbozamos una ligera sonrisa y nos dirigimos a sentarnos a una de las mesas situadas junto en el centro de la ventana, entraba luz aunque no demasiada por el día oscuro que se había formado ahí fuera.
La anciana estaba a una mesa de nosotros y he de reconocer, que me intimidaba un poco su presencia. El camarero se acercó con nuestros tés y los dejó suavemente sobre la mesa cada té en el lugar de cada uno. Fuera del local comenzó a aparecer una niebla húmeda que tenía pinta de calar hasta los huesos, el té despedía un vapor semejante a la abundante niebla que nos observaba desde detrás del cristal....comenzamos a hablar sobre la mudanza.
-Jack, te noto algo distante desde la mudanza...puedes contarme cualquier cosa, ya lo sabes.- comencé a remover nervioso el azúcar en el fondo de la taza del té. Levanté la vista hacia él y le contesté.
-Al parecer Carlota a estado paseando por mis pensamientos últimamente.- no dejé de remover la taza de té que tenía entre mis manos.
-La echo de menos...de una manera u otra siempre acabo recordando el vacío que dejó cuando ocurrió la tragedia.- una lágrima se escapó de mi ojo y se deslizó por mi mejilla, dejándose caer en mi taza. Dejé de remover el té y dejé la cucharilla en la mesa.
-Da igual cuantas veces lo intente, no volveré... A ser feliz como lo era.- Al ser consciente de que mis sentimientos estaban saliendo a flote, limpié rápidamente la lágrima de mi cara y saqué una sonrisa como sinónimo de: estoy bien.
-No te preocupes, vinimos a este lugar a empezar de nuevo, no pretendo que la olvides.
Pero por favor, no estés mal, puedes volver a ser feliz. Mañana haremos algo para animar la casa.- me sonrió.
Le sonreí -De acuerdo, escucha, ahora vuelvo voy al servicio.
Me levanté de la silla y me dispuse a entrar al servicio de caballeros. Una puerta marrón oscuro se encontraba ante mi, la abrí y sonó un chirrido. Cerré el pestillo. Y fui a lavarme la cara abrí el grifo del lavabo y cerré los ojos, al mojarme la cara con el agua que salía del grifo, retiré las manos de mi cara y se me heló cada centímetro de mi cuerpo cuando lo que vi q tenía en las manos y en el rostro no era agua si no sangre de un color rojo como las rosas, brillaban las gotas de sangre deslizándose por el lavabo de color blanco sucio. Cuando pude reaccionar, abrí los ojos como platos al ver que era real, levanté rápidamente la cabeza y en el espejo del servicio ya no había nada, ni rastro de sangre, nada, sólo el agua q chorreaba por mi rostro mezclándose con las gotas de sudor de mi frente. No sabía que había pasado, todo estaba siendo tan extraño.
Salí del baño intentando disimular mi alteración por lo que había pasado en el baño. Me senté en mi silla cuando la anciana sin darme tiempo a pronunciar palabra comenzó a hablar.

Welcome to the hellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora