Epílogo

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La alarma comenzó a sonar, me levanté y la apagué, era temprano, demasiado para mi pero debía estar listo a esa hora si quería llegar a tiempo.

Saqué algunas maletas y comida, tome las llaves del coche y salí.

El camino era largo, tenía que salir de la ciudad. Mantuve mis ojos en el para no quedarme dormido. Estaba cansado, pero tenía que hacerlo.

Cuando llegué estacioné el coche y me bajé para empezar a escalar. La ruta no era muy empinada pero era larga.

Mientras subía la montaña todo era silencio, los pájaros todavía no despertaban y los rayos del sol aún no aparecían. Camino a la cima de la montaña recuerdos inundaban mi memoria. Todos eran sobre ella, mi chica de cabello dorado.

Después de un rato la punta de aquella montaña estaba cerca.

Poco a poco los tenues rayos de luz iban apareciendo. Ella era un rayo de luz, y yo solo soy lo que queda de lo que una vez fue de un pequeño rayo de luz. Ahora soy oscuridad, tristeza.

Ella ahora esta en un mundo que yo no puedo, tocar, ver o siquiera escuchar. Ella ahora es parte de esos rayos de sol.

Me senté en lo más alto de esa montaña y observé como la luz iba rozando las piedras, el cielo estaba de un color anaranjado mezclado con un rosa y un pequeño toque de amarillo.

Era hermoso, igual que ella, todo en ella era bello, su carácter su sonrisa, su cabello... Todo.

De alguna manera siento que ahora mismo ella esta conmigo, no mirando el hermoso amanecer, ahora ella se ha convertido en el amanecer.

La chica de cabello doradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora