A empacar...

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Al día siguiente me despertó el sonido de cajas siendo embaladas y la voz de mamá pidiendo ayuda, con todo ese ruido no podía dormir así que me levanté, aún tenía la pijama puesta y el cabello recogido en una cola. Ese iba a ser un día muy ajetreado por suerte yo sólo me ocuparía de mis cosas.
Mamá vio que estaba a punto de bajar por las escaleras y en dijo sorprendida – Micaela, creí que ya estabas despierta, es muy tarde, así que quiero que te des un baño, tomes el desayuno y te pongas a empacar, ¿Entendido?– lo dijo en un tono furioso.
Atiné y bajé las escaleras, mis padres ya habían colocado el letrero de "Se vende", era un infierno perdería mi hermosa casa y dejaría toda mi preciada infancia ahí entre esas paredes.
En la sala ya no estaban los muebles ni nada en absoluto, es decir ya no teníamos sala ni cocina, solo quedaban platos descartables como para comer por última vez.
Cuando me serví el desayuno llegó papá y dijo – Buenos días – con una sonrisa sarcástica.
-¿Este día puede tener algo de bueno papá?– dije molesta.
-¿Te pasa algo hija? ¿No estás contenta acaso? – dijo mi padre.
- No lo entenderías papá, esto es difícil para mi– dije.
-Cariño, te acostumbraras, por cierto ya tienes la vacante de tu nueva escuela, empiezas dentro de tres días, ahora ve a empacar –dijo él.

No respondí solo atiné con la cabeza y subí a mi habitación, realmente me invadía la nostalgia de dejar mi habitación, aquel viejo closet, el patio, todo.

El día transcurrió y por fin terminamos de empacar, en la cena nadie mencionó ni una sola palabra porque todos ya sabíamos que al terminar de cenar debíamos de empacar lo que faltaba de la cocina, pero Nicolás como siempre se largó a jugar con Dinno, ese perro me odiaba y tenía varias muestras de eso en mis brazos y piernas. Yo estaba demasiado cansada y mamá lo notó así que me dijo– Ve a descansar, yo y tu padre terminaremos de empacar, levántate temprano mañana para sacar las cosas afuera y así la mudanza será más rápida, hasta mañana– ella estaba algo cansada también.

-De acuerdo mamá, te veré mañana, adiós– dije.

Esa noche solo me quedó la resignación de perderlo todo, solo me quedaban dos días para comenzar la escuela, solo dos.




Mi cupido es un fantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora