El amor es una rosa llena de espinas

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—¡Ahhhhhh!

Aidou tropezó y cayó por las escaleras rodando. Cuando llegó al fondo, se sentó en el piso húmedo. Odiaba Transilvania como a nada en el mundo. A su alrededor todo era oscuridad. Era vampiro, pero no tenia infrarrojos, y por eso mismo se había caído segundos antes. Con cuidado se puso de pie, no quería pensarlo, pero... también, odiaba Kuran Kaname.

Se quedó quieto, acostumbrándose a la oscuridad y al mismo tiempo recordando las instrucciones que le fueron dadas, toda la información...

***

—¿Me sigues, Aidou?

—Seee—dijo apoyando la cabeza en sus manos totalmente aburrido—¿Cómo encontró el Códex?

—He estado investigando, obviamente, Aidou.

—¿Y si usted lo encontró—tragó saliva y se aventuró–, por qué no va usted?

Kaname lo miró seriamente, haciéndole sentir escalofríos.

—Tengo cosas que hacer, ¿tienes algún problema en seguir esta orden?

—N-nooo, no, para nada.

—¿Entonces?

—yo...

—Recuerda la pared falsa y ten cuidado con la escalinata, no creo que sea un lugar muy iluminado...

Con un suspiro, siguió escuchando las instrucciones, aunque la mitad se le olvidarían después.

***

Ahora, si lo recordaba bien...cincuenta pasos a la izquierda le llevarían a un pasillo, después, al final, tendría que derramar su sangre en una especie de platillo o algo así, y entonces ¡tan da! El bendito Códex.

46...47...48...49...50 se detuvo, efectivamente había un pasillo, bien, echó a correr por él; pisó algo y escuchó un sonido,  como si se tratara de engranes moviéndose; se quedó quieto y entonces, las paredes comenzaron a estrecharse.

—¡Genial!—dijo y echó a correr con todas sus fuerzas. Tan rápido iba que no se dio cuenta y se estrelló contra la pared, se sobó la nariz.

—¿Dónde está el platito ese?—dijo desesperado, sintiendo como las paredes se cerraban contra él. Tendría un ataque de claustrofobia.

—¿Dónde? ¿Dónde? ¡ahh! ¿Dónde? ¡Sólo está esta porquería!

Una argolla, como esas donde se cuelgan los sacos, sobresalía de la pared, estaba tallado en forma de un ángel que sostenía, a su vez, una rosa llena de espinas puntiagudas.

La pared se cerraba cada vez más y Aidou comenzaba a entrar en pánico.

—¡Ahh!—gritó y en su desesperación se sostuvo del ángel pinchándose con la rosa— ¡Ahhh! ¡Demonios!

Todo se venía encima, se apoyó más sosteniéndose del ángel, y de pronto, estaba a salvo en otra habitación iluminado por un solo rayo de luz de luna.

Respirando con dificultad se tocó todo el cuerpo, para comprobar que estaba completo; y se secó la frente llena de sudor.

—¡Fiiuu!— suspiró— Estoy bien.

El platito resultó ser una cosa puntiaguda y dolorosa, la mano le dolía, sabía que sanaría pero en ese momento le punzaba horrores. Entonces miró a su alrededor, y justo frente a él estaba el enorme Códex. Sonrió, bien, ahora ¿Cómo diablos se lo iba a llevar?

Gota de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora