Capítulo IV

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Heme aquí caminando otra vez sobre las frías calles de la ciudad, al igual que la felicidad y la armonía vienen solas y se instalan en el corazón por un tiempo, así llega también la desgracia y la pena relegando a un segundo plano prácticamente invisible los angustiosos sentimientos que inundan el corazón.

Max me tenía controlado, cielos, tengo que dejar de ser tan estúpido, bebo ser fuerte y buscar alguna solución a lo que estoy viviendo. Soy tan endeble que al ver su rostro caigo rendido a sus pies, ¿qué me está pasando?.

Llegue al último bloque escolar, como siempre pase inadvertido. Estuve toda la clase buscando alguna forma de librarme de Max, aunque una parte se negaba hacerlo, sería lo mejor para los dos.

Al terminar fui a trabajar, estuve cuatros malditas horas sentado en una oficina intentado evadir todas las preguntas emitidas por Naomi, estaba cansado, el no dormir había atenuado mi poca energía. Solo tenía que hacer una última cosa para poder irme a descansar.

La mañana siguiente me había levantado con un maldito dolor de cabeza, ya se estaban volviendo muy constantes las jaquecas, me vestí como de costumbre y salí apresurado al instituto, intentaba llegar temprano, pero vivo demasiado lejos y no me atrevía agarrar el expreso, no con tanta gente. Preferiría irme en bus o caminando, por suerte mi vista choco con uno de esos transportes públicos y al montarme recibo un mensaje de Max.

-"Hoy hay partido de futbol, más te vale estar en las gradas".

Me estaba colmando la paciencia todo el control que tenía sobre mí, aunque me gustase Max no habría forma de poder estar con alguien por mucho tiempo. Y justo cuando estaba en uno de mis estúpidos pensamientos que demuestran mi fobia social me llega otro mensaje.

-"Ah! Es a las diez espero verte, vale".

Borré los mensajes y desvié mi mirada a la cálida ventada, era uno de estos días donde el sol había salido resplandeciente, esos días eran mis preferidos ya que la ciudad se veía más viva.

La primera clase la veía con Max quien se pasó coqueteando con Lea en todo momento. En verdad no lo entendía, actuaba perfectamente bien, todos podrían pensar que son una feliz pareja, cuando no es así y es que ya no sé quién es el ganador a mejor actor, ella o él.

Después del desayuno me dirigí al campo de futbol, camine por las gradas hasta colocarme al final de ellas, tenía una vista estupenda de todo el campus y de Max, quien no paraba de moverse por todo la cancha en busca del balón, su cara fue de asombro cuando me vio, recibí una cálida sonrisa, luego se retiró para darle un apasionado beso a Lea, maldito.

El partido termino a favor de los locales. Todo el equipo y la mayoría de los espectadores fueron a celebrar a la cafetería, agarre mis cosas y me dirigí a la salida, ya no tenía nada que hacer en este lugar. Pero al pasar por el pasillo principal pude oír los gritos de Max. Me apresuré asomarme en la cafetería, ahí p escuche mejor como le decía la verdad a Lea y Ben, sus rostros fueron de total sorpresa y aun con las pruebas Lea lo seguía negando.

Pasaron varios días de los cuales Max no había parado de usarme como juguete sexual, no podía rendir en la escuela ni en el trabajo. Temo que todo se me vaya de las manos, más de unas veces habíamos quedado en los baños del instituto donde me daba algunas clases para poder chupar mejor su miembro, luego de que acababa como un semental en mi boca se iba sin decir más, el resto del día me ignoraba e incluso en las pocas clases que veíamos juntos.

Era viernes y como los otros días me encontraba esperando a Max en los baños que estaban junto al gimnasio. Aparece con el cabello mojado y una toalla en su cuello, se notaba que venía de entrenar. Lentamente se acerca y se baja el pantalón, su miembro queda expuesto antes mis ojos. Baje mis rodillas y me dispuse a introducirme toda su tranca, era muy grande del mismo color de su piel, sin ningún vello a su alrededor.

El Poder de la SociedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora