Después de las duras palabras de Egon, la joven esperó la reacción de un padre levantando la mano para abofetear a su hijo. Pero en vez de eso, Lucían se acercó al muchacho y se quedó a unos pocos centímetros de distancia. Aquel deleiter se había aproximado tanto a Egon, que incluso ella se vio obligada a retroceder un paso para recuperar su espacio vital. Pero su manzana podrida no movió ni un solo músculo.
Padre e hijo estaban manteniendo sus miradas de forma intensa, demostrando que ninguno de los dos estaba dispuesto a dejarse intimidar. Si Lucían la hubiera mirado de esa forma a ella, seguramente Sharon no hubiera podido evitar agachar la mirada. Aquellos ojos negros eran terroríficos, no porque no parecieran humanos, sino por la cólera que desprendía. Egon había hecho enfadar de verdad a su padre al proclamar que defendería a los Dioses y a los humanos de él.
La chica pudo comprobar el sentimiento de dolor por la traición que había hecho Egon en esa mirada sombría. No obstante, el rostro de Lucían se relajó y sin dejar de mirar directamente a los ojos de su hijo, empezó a hablar.
-Tú odias a los humanos- aseguró Lucían-. Y también a los Dioses, ¿es que acaso ya lo has olvidado?
Egon se quedó en silencio y des del punto de vista de donde se encontraba la chica, pudo notar como el joven fruncía el ceño. Él ahora no parecía enfadado o con ganas de querer hacer realidad las amenazas que había dicho en voz alta hacía un momento. En ese momento él solo parecía confundido.
-No lo sé... ¿lo he hecho?
-No, claro que no, hijo mío- la voz de Lucían era suave, como si le estuviera hablando a un chico asustado-. Has pasado demasiado tiempo viajando con deleiters que defienden a los Dioses e incluso con un humano. Es normal que hayas dudado sobre tus ideales.
-Pero... ellos no protegen a los Dioses- defendió Egon con mucha dificultad. La joven tuvo la sensación que a su deleiter le estaba costando decir lo que realmente pensaba-. Los Dioses han hecho daño a mis amigos, ellos no están en
su bando.
-Oh, Egon... hijo mío. Eso no es así.
-¿No lo es?
-Claro que no- Lucían colocó una mano sobre el hombro de Egon y él no se apartó-. Nosotros queremos desterrar a los Dioses y ellos no. Por lo tanto, no están de nuestro lado y si no están de nuestro lado, eso significa que protegen a los Dioses.
-Eso tiene sentido...
-Claro que lo tiene. Además, ellos no son tus amigos.
-Lo sé... ellos son mi... familia- esa última palabra fue como arrancar el secreto más profundo de ese deleiter. Una gota de sudor estaba cayendo por la frente del chico. Lucían se río ante la afirmación de Egon.
-No, pequeño. Yo soy tu familia. Ellos no son nada para ti. De hecho, no recuerdas quienes son.
-Tú eres mi familia.
-Eso es- Lucían acarició la cabeza de Egon, revolviendo los mechones de ese chico. En ese momento, Sharon dio un paso hacia adelante y cogió a Egon por el brazo para apartarlo de su padre. La chica notó una descarga que abrasó su mano, pero eso no le importaba. El único objetivo de esa chica era alejar a su deleiter de ese hombre que lo estaba manipulando.
-Egon, no le mires a los ojos- advirtió Sharon, evitando cualquier contacto visual con Lucían-. Está jugando con tu mente.
-Espera...- el chico entrecerró sus ojos y miró con profundidad la mirada esmeralda de la joven-. Sharon... tú me quieres, ¿verdad?
-¿Pero qué pregunta es esa, Egon?- el corazón de la chica se disparó, algo estaba empezando a fallar-. ¡Por supuesto que te quiero! Estoy completamente enamorada de ti, no lo dudes ni un solo segundo.