La Bolsa de Pan

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Escuchaba pasos afuera, si me encontrarán una vez más, las sospechas sobre el uso de magia negra que las personas del pueblo habían puesto sobre mi serían aceptadas y tendría que empezar a huir dejando el pueblo atrás, tenía que calmarme, no podría salir sin que me vieran, tenía que pensar, no sabía bien que hacer, quedaban pocos segundos para que abrieran la puerta de madera, algo manchada por el agua que se filtraba por el techo. Solo me quedaba una opción, tenía que probar el hechizo de invisibilidad, por ahora no puedo controlar muy bien la cantidad de energía que utilizó para realizar hechizos, pero tenía que intentarlo, era mi última opción. Las sombras de las botas de los hombres en la habitación contigua se veían bajo la puerta, tenía que hacer algo rápido. Puse la bolsa de pan que había tomado de las cajas de la bodega en mi espalda, para poder concentrarme en la palabra del hechizo, tenía algunas gotas de sudor en mi rostro, podía escuchar la conversación de afuera, hablaban sobre un ladrón de comida que había estado hurgando en la ciudad los últimos días, se referían a mi, se notaba por su tono de voz que estaban frustrados y querían proteger su mercancía a como diera lugar, no me queda más tiempo... "Klar" sentí como la palabra tomaba forma física y un segundo después vi la puerta abrirse frente a mí, dejando a la vista a un hombre delgado y alto con una barba de candado, lo había visto varias veces, era uno de los que me querían muerta por mi capacidad de usar magia, pero, no reaccionó de ninguna manera en primera instancia al ver dentro de la bodega, el hechizo parecía haber sido un éxito, pero, no lo fue del todo.
- Back mira esto, una bolsa de pan flotante - dijo con una voz burlona mientras el otro hombre se ponía detrás de él - Parece que tenemos a un extraño aquí metido, o mejor dicho, a una bruja... - pareció que fuera a dar un paso adelante para sostenerme, tenía que moverme. Corrí lo más rápido que pude dejando caer la bolsa que traía en la espalda y chocando con ambos hombres, aunque uno de ellos logró tomarme de un mechón del cabello - No escaparás, ahora sí no tienes ninguna forma de librarte de tu castigo monstruo - El hombre era fuerte, lo que se espera de una persona que pasa su día cargando sacos de harina de un lugar a otro, pero, no podía dejar que me llevaran ante la corte, era un lugar horrible, una mesa redonda de ancianos en una habitación oscura en la que solo se escuchaban sus voces haciendo eco con las pareces. Tenían razón, no me perdonarían un crimen más, tenía que huir de la ciudad, ya que aunque logrará escapar por el momento, todos los de el pueblo se unirían en una turba e irían a destruir la pequeña casa en la que vivía.
- Suéltenme! - grite desvaneciendo el hechizo, la concentración que me tomaba mantenerlo no me permitía pronuncia ninguna otra palabra, ya que perdía efecto, pero, en este caso, creo que fue bueno de alguna manera ya que el hombre que me estaba jalando del cabello me soltó gritando "Brujería", aproveche ese ligero momento en que la sorpresa de mi aparición desde la nada asustó al hombre para escapar, logre correr hasta la puerta mientras escuchaba como el hombre de la barba de candado le gritaba por su ineptitud al dejarme ir, se escuchaban un tanto más atrás de dónde estaba, pero no iba a gastar tiempo volteando a ver si me estaban siguiendo o no, lo único que tenía en mente era correr, atravesar la puerta de la tienda y atravesar la calle, que para mí mala suerte se encontraba totalmente transitada, pero, no me iba a detener, tenía que huir. Estaba intentando pasar por entre las personas que al verme gritaban las palabras a las que ya me había acostumbrado "Bruja" "Engendro" "Demonio" "Monstruo" y muchas más, el miedo los hacía quitarse de mi camino, lo que me disgustaba completamente, pero, me ayudaba.
Seguí corriendo hasta llegar a casa, mientras pasaba por en medio de las perdonas que se habían puesto a los lados de la gran calle, mientras corría, podía escuchar sus comentarios que no eran nada agradables, pero, a este punto no me importaban. Ya en casa, cerré la puerta de golpe y caí rendida frente a ella, sentándome en el suelo de roca que estaba algo cubierto de musgo, los efectos del hechizo empezaban a mostrarse, me quede sin aliento y parecía que me iba a desmayar, el mundo a mi alrededor daba vueltas y se ponía algo oscuro, estaba perdiendo el conocimiento, pero, no podía hacerlo en este momento, los habitantes del pueblo ya debían haberse enterado de lo que había echo y probablemente estaban viniendo hacia acá dirigidos por el hombre de la barba de candado.
Me levante con un gran esfuerzo físico, ya que además estaba muerta de hambre, no había comido más que frutos y hojas silvestres desde ya hacia un tiempo, lo que me restaba más fuerzas que las del hechizo. Logré sostenerme de la mesa para avanzar, mi objetivo era alcanzar el libro y escapar de este lugar a través del bosque. Más allá se encontraba la playa, podía tomar un barco y con suerte lograr llegar a otro continente que no fuera este, si, eso debía hacer. Alcance el gran librero que estaba lleno de libros que al igual que el suelo estaba cubiertos de musgo, entre los que se encontraba el diario de mi madre, solo necesitaba eso, lo tome entre mis manos, el libro tenía una pasta color rojo con una textura como las escamas de un dragón, nunca había visto uno, pero en una de las páginas mi madre describía como pudo librarse de uno en el volcán inactivo que se encontraba al este del pueblo, ya tenía lo que necesitaba, solo tenía que llegar a la puerta y salir de ahí. Camine tambaleándome, aún algo mareada, pero ya un poco menos, tome la manija de la puerta y estaba a punto de abrirla hasta que alguien la empujo desde afuera con gran fuerza, tirándome al suelo. Estaba aterrorizada, pensaba que los aldeanos ya habían alcanzado este lugar y que mis días estuvieran terminados, pero, frente a mí se encontraba un chico, con una contextura delgada pero algo musculosa y con una cabellera verde como la infusión que a veces preparaba con hojas de menta, la cual lo volvía muy llamativo.
- Eres tú la bruja hija de los Hexe? - me preguntó muy serio, pero, con una voz que se escuchaba delicada, como el viento moviendo las hojas de un árbol formando un silbido, estaba paralizada, este chico no era del pueblo, nunca lo había visto antes, pero, en la parte superior izquierda de un chaleco azul verdoso que llevaba tenía un símbolo que me parecía familiar, una pequeña llama azul siendo atrapada entre dos rosas, tarde unos segundos pero al final descubrí de dónde venía, era el símbolo del Instituto Venedrine, era un cazador de brujas. - Que? Acaso no puedes hablar? - dio un paso dentro de la casa mientras yo retrocedía apenas un poco aún en el suelo aún sosteniendo el libro con todas mis fuerzas para no soltarlo, si tenía una oportunidad de huir, no lo dejaría atrás.
- Y...Yo, si, s....soy Ka...Kath...Katherine Hexe - dije con mucha dificultad y tartamudeando, puede que hube irá podido huir de las demás personas al ser humanos con un pequeño conocimiento sobre la magia, pero, ahora estaba frente a un especialista en la formación de hechizos que tenía como único objetivo eliminar a las brujas que causaban problemas.
- Tú vendrás conmigo... - No pudo terminar de hablar porque las voces de la gente del pueblo daban a conocer que ya se encontraban cerca - Ven aquí - para mi sorpresa me tomo en sus brazos, cargándome como a una de esas princesas de los cuentos de hadas de los que recordaba algunos fragmentos.
Era muy ágil y rápido, me saco rápidamente de la casa subiendo a los techos de otras viviendas abandonadas de alrededor, yendo al lado opuesto del bosque. Estaba un tanto en shock ya que suponía que me mataría en ese mismo lugar sin darme oportunidad de defenderme, y aunque ahora la tenía en realidad no la estaba usando.
Me llevó hasta una casa entrando por la chimenea, cayendo en el comedor de la misma cubiertos de ceniza. El chico se levantó sacando un extraño objeto de su bolsillo, sabía que el momento estaba cerca, estaba a punto de morir, morir sin haber vengado a mis padres, sin poder escapar, siendo una bruja mediocre que ni siquiera podía defenderse de unos humanos, se volteó hacia mi mostrándome el objeto poniéndomelo frente al rostro, aunque, no era nada con lo que pudiera hacerme ningún daño, sino...

El Último HechizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora