Pégame

99 0 0
                                    

No es sorpresa que al caminar por la calle, me percate que uno que otro sujeto me voltee a ver en la entrepierna o las nalgas. Al igual, que es de esperarse que yo lo haga.
Pero pocas veces se presenta una situación que sea capaz de ponerme la verga dura y húmeda, dispuesta a penetrar entre los hermosos labios o nalgas de otra persona.
Un orgasmo instantáneo, en el que solo la mirada sea capaz de seducir y hacerme sentir como el sujeto más sucio y vil.
Un jugeteo, unos cuantos golpes, mordidas, pellizcos, lengüetazos y rasguños.

Hace tres días, cerca de mi casa, me encontré con este sujeto, cuyas proporciones corporales eran envidiables. Portaba una playera sin mangas, un short bastante olgado y unos tennis deportivos. Su porte era impecable, pues entre la informalidad de su atuendo seguía luciendo elegante y carismático. Una mirada intimidante pero incitante.

Lo seguí mirando hasta que notara que lo veía. Podía ver en él algo especial, una misión relevante y decisiva en mi vida. Me aproximé a él y con la palma extendida y una sonrisa pícara, me presenté. Le dije mi nombre, mi edad y un poco en cuanto a mis intenciones con él. Le pregunté si quería salir conmigo, y al contrario de desintoxicar nuestros cuerpos, decidir seguir intoxicandolos, por medio de un buen cigarrillo, (no acostumbro a hacerlo, pero en definitiva, quería ser lo más atrevido con él). Él accedió y en seguida salimos. Él parecía sentir algo de nervios, lo notaba en su mirada y su sonrisa, pero al mismo tiempo lo veía decidido. Encendía el cigarrillo, inhaló un poco de aire y exhaló el humo. Se acercó a mi fumó,y antes que pudiera levantar la mano para tomar el cigarrillo, me tomó del cuello y se dispuso a pasarme el humo, boca a boca. Algo sorprendido, por tan intenso inicio de la ruptura del cristal de la verguenza, accedimos a dejala de tras, e irnos directo a lo nuestro.
Lo tomé por la mano para guiarlo a la siguiente calle, en donde nadie nos viera. Nos detuvimos detrás de un auto. Me coloqué para besarlo, y siguiente a eso, él reaccionó dándome una cachetada, me sorprendí y un poco, pero en seguida, al sentir el calor del golpe en mi cara, me excité, y volví a intentar besarlo, esta vez, el me empujó con fuerza, me levanté de un brinco y le solté un rodillazo tan rápido, que él ni siquiera advirtió mi ataque. Se dobló un poco y cuando abría sus labios para tomar una bocanada de aire, le solté una patada en su boca. Él cayó al piso y una vez que pudo volver a mirarme, su mirada intensa solo me decía una cosa: él y yo debiamos hacer algo grandiso.
Lo tomé del brazo, lo levanté y en seguida el se sostuvó de mi cuello... Se incorporó y en seguida, me besó. Pasó su lengua, hasta mi garganta, nos frotabamos intensamente uno con el otro. De la ventana, se escurrió una luz, que apuntó directo a nosotros. Nos esfumamos.
Le invité al departamento en el que solía vivir, entramos y en seguida, me lancé sobre él, lo lleve hasta la puerta del baño, lo abrí y lo puse bajo la regaderá, lo besaba intensamente hasta que lo deje sentado, entonces, me paré, él ya todo entregado, solo me miraba esperando que continuaramos con lo nuestro. Me bajé los pantalones, saqué mi pene lo acerqué a su cara, y comencé a orinarlo, él abrió su boca, sostenía el dorado líquido en su boca y después lo escupía sobre todo su cuerpo, tomó su playera y se la quitó, la dejó a un lado, y se puso en cuclillas. Me quité la playera, lo tomé del cuello, lo levanté y volví a besarlo, mientrás le desajustaba su húmedo short, bajé lamiendole todo el cuello, el pecho, el abdomen y me entretuve unos momentos en besando su maravilloso ombligo. Para luego tomar su short y bajarlo hasta donde sus tenis lo permitieran. Me senté en el piso y recargué mi espalda en la pared, lo mire esperando que tuviese algo para mi. Él se acercó y me orino, sentía tan agradable sensación de calor recorriendo todo mi cuerpo, la presión generada por la expulsión de la orina, era similar a la de un masaje. En cuanto cesó, me levanté y lo lleve a la cocina en donde de inmediato lo monté en la mesa, una vez que estaba totalmente acostado, o al menos hasta donde cabía, tomé su pierna y la fui besando y lamiendo hasta que llegué a sus tenis y deje uno totalmente húmedo, posteriormente le fui desatando los cordones, mientras le miraba mientras me contemplaba estupefacto, le retiré los tenis, tome su exquisito y suave pie, lo sostuve frente a mi cara y le di un lengüetazo, debajo hacía arriba, en la planta de su pie, cuando llegué a los dedos, pase mi lengua por todos los dedos, iniciando por el pequeño, hasta llegar al dedo gordo y porsteriormente, iniciar a chuparlos hasta chupar los cinco dedos a la vez. De pronto sentí que algo artificial tocaba mi verga, miré y era su otro pie, con un teni que pedía ser retirado, así que tuve que cumplir sus demandas para poder disfrutar del exquisito pie derecho de mi compañero, le di una igual bienvenida, y pocedí a chupar ambos pies. Sentí esa deseosa necesidad de que mientras lo hacía, él me viera, y justo cuando subía por sus piernas hasta su ingle, noté que en el estante de la cocina había algo de yeso, que había utilizado para hacer una maqueta el otro día, y a su lado, un hermoso y reluciente filo de cuchillo me llamaba a ser utilizado.
Le pedí que se parara, y en seguida él me arrojó sobre la mesa, y me reclamaba por no haber dado una mamada a su deseante miembro viril. Y procedió a golpearme, esta vez, a puño cerrado sobre mí mejilla, la cual me mantuvo encendido, recargué mi espalda sobre la pared, y con mis pies lo atraje hasta que pude masturbar su dura verga con mis pies, el comenzó a balancearse y cuando, tomé aire y con gran fuerza le solté un puñetazo sobre la clavícula, él dejó de gemir de placer para comenzar a gritar de dolor.
Lo empujé con mis pies con todas las fuerzas que pude, hasta estrellarlo con el piso, y quedar bajo el estante, caminé hasta colocarme parado sobre su torso, tomé el cuchillo del estante y en seguida, tome una de sus manos y corté parte de la piel de la palma de la mano, en la zona superior, donde está la unión con los dedos. Gritó, pero no fue mucha la sangre que brotó, así que, me dio algo de remordimiento por no haber desinfectado el cuchillo antes de cortarlo, así que, mientrás él buscaba la manera de salir, yo me aproximé al baño, miré en el espejo sobre el lavabo, busqué algún desinfectante como alcohol o agua oxigenada, pero lo único que emcontré fue tintura de mertiolate. Así que, de prisa fui a la puerta, para verlo, gritando y pateando, en cuanto me vio ir tras él, el se regresó, con gran impulso, saltó sobre mi para darme una llovizna de golpes sobre mi cara, dejandome los parpados inchados, las mejillas, la frente y la nariz, al igual que mi gran verga, que se ponía humeda cada vez más.
Entonces cuando el rush de energía se encontró fuera de él, aprehendí su mano con mi mano izquierda y con la derecha derramé un chorro de mertolate sobre su herida en la mano. Se lanzó para atras, y volvió a caer en el piso.
Me levanté y lo patee, tomé su mano derecha y puse mi pie sobre clavícula, para empujar con mis extremidades, su brazo lo más lejos posible de su cuerpo. Mi fuerza no fue suficiente, apenas logre hacerle daño, pero de que le provoqué un gran dolor, apuesto que lo hice.
Con las mejillas entumidas de tanto reir, le propuse enmendar mi error y fabricarle un yeso yo mismo, eso me emocionaba, pues siempre había aquerido hacerlo. Utilice el yeso sobre el estante de la cocina, lo puse en un recipiente para ensaladas y añadí un poco de agua. Necesitaba vendas, así que debía ir por algunas a mi closet, apenas corría hacia allá recordé, que por lógica, él trataría de escapar una vez más, así que regresé a poner agua al yeso y mientras tomaba un cuchillo para revolver la mezcla, me acerqué a la estufa y tomé un sartén, y sin que lo advirtiera, pues se le notaba algo exhausto por la périda de su cálida sangre, golpeé su cabeza con la suficiente fuerza para dejarlo dormido un buen rato.
Fui al closet, busqué las vendas y las lleve a la sala, donde lo puse sentado. Le vendé el brazo, y le apliqué el yeso. Fui por la secadora y comencé a secar el yeso. En media hora él comenzaba a regresar en sí, y el yeso ya estaba lo suficientemente seco para impedir su movimiento.
Al verme, él, puso cara de asustado y comenzo a hacer algo, que yo tomé como una demanda, de saber, ¿por qué tenía que hacerle todas esas cosas, que supuestamente debiamos solo tener sexo sucio...? Pero en realidad yo nunca quise eso, le expliqué que me había atraído para dar rienda suelta a mis deseos, aunque, creo, debí haber especificado tales excéntricos. Aunque tal vez no hubise accedido a cumplirlos o solo lo hubiese tomado con gracia. Qué importa, de cualquier manera ya estaba conmigo, y estabamos a punto de acabar lo que iniciamos. Dejándole inconsciente de nuevo, pero esta vez, privandolo de respirar.
Lo llevé a la azotea, el sexto piso del edificio, y lo amarré al calentador encendido a su máximo potencial, de espaldas, para que pudiera escuchar claramente su grito cuando comenzará a quemar. Y al mismo tiempo observar el hermoso e inmenso árbol ubicado en el costado del edificio, el cuál en sus partes inferiores, hace unos días, unos sujetos habían cortado unas ramas, dejando así simétricos picos, en sus extremos, pero el más bonito rincon de ese árbol, era aquel tallo que unificaba dos gramdes ramas, pero que ahora, parecían cual altar de sacrificio.
Una vez que comenzaste a gritar, tomé mi teléfono y comencé a grabar, me reía, pues tu gran misión estaba cumpliéndose, en cuanto escuché pasos por las escaleras, tal ves respondiendo su grito de auxilio, coloque sobre su mano, rídida por el yeso, mi teléfono aun grabando, para que grabara toda la escena. Al igual, saque una navaja de mi bosillo y en cuanto atravezaba la primer persona para salir a la azotea, le apuñalé. La persona siguiente se detuvo en seco y retrocedió corriendo, miemtras gritaba con pánico ¡llámen a la policía!.
Fue en el preciso momento en el que las sirenas de policía comenzaban a sonar, cuando mi excitante amigo, grito con una intensidad inigualable, me excitó tanto ese momento, que cuando las puertas del edificio se abrían, se abría para mi la maravillosa puerta al paraíso. Los policías comenzaban a subir por las escaleras, mi semen comenzaba a viajar hacía afuera de mi pene. Mientras llegaba el orgasmo, corrí desde la puerta, hasta el borde más cercano al "altar de sacrificio", me arrojé a él mientras explotaba en un mar de sensasiones orgasmicas, y era visto, tanto por mi compañero de la espalda calcinada, un policía estupefacto, un cadaver, y toda una comunidad en internet viendome distribuir entre el cosmos, mientras mi cuerpo se pudre en este pequeño planeta.

Fugaz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora