Frío

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Pasaron las horas...

Respirar le requería...

El denso humo entraba y salía por mi boca.

Anocheció y amaneció.

Y yo seguía en el mismo lugar, el lado derecho de la cama.

Cerrando los ojos para imaginarle.

Miraba de vez en cuando el hueco vacío que días atrás ocupaba.

La colilla del cigarro caía sobre las sábanas, el mal vicio que logré dejar.

Por momentos creía verle desvanecido en el humo.

Por momentos creía que se abriría la puerta y aparecería diciendo algo como: "¡Feliz día de los inocentes!" y yo iría corriendo hacia él y le golpearia hasta cansarme.

Pero estaría, y no habría cosa que me hiciera más feliz...

Llegué a su funeral.

Ahí estaba él.

Todos sus amigos y familiares salieron de la habitación mirándome con lástima, me dejaron sola con él. Algunos lloraban... Otros solo estaban ahí por respeto a quien ocupó su frío cuerpo un día.

Le lloré.

Le grité.

Lo miraba y creía ver inflandose su pecho.

Y pensaba que tal vez, no sé, sería uno de esos extraños casos en los que el dicho "difunto" revive.

Pero no.

Estaba muerto.

Y yo también.

Poniéndote flores, amor mío.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora