Capítulo 2

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No soy una persona muy sociable y no tengo muchos amigos. Hoy he quedado con Simon. Él no es sólo mi mejor amigo sino la única persona con la que realmente me gusta estar. Nos conocimos hace mucho tiempo, yo tenía 14 años. Yo encontré un parque al que no iba nadie y siempre estaba vacío.Un día él comenzó a venir también y nos empezamos a hacer amigos.

Jamás podré olvidar el día en el que lo vi por primera vez. Yo iba muy enfadada porque estaba harta de no saber nada sobre mi pasado y me caí. Nada más caerme, sentí una mano que agarraba mi codo con suavidad. Al levantar la cabeza, lo primero que vi fueron los ojos grandes, verdes y astutos que caracterizaban la cara de este muchacho. Parecía de mi edad, aunque, en realidad, tenía un año más. Tenía el pelo moreno, corto y era muy guapo. Pese a que mis costumbres me impulsaban  a darle las gracias y marcharme por donde había venido, sentí un terrible impulso de hablar con él y contarle a ese extraño mis sentimientos. Él me sonreía amablemente y me ayudó a levantarme. Yo estaba llorando de la rabia que me producían mis dudas, él me preguntó por qué lloraba y yo por primera vez sentí que tenía las llaves con las que podía abrir ese oscuro cuarto en el que encerraba mis sentimientos.

Desde ese día, empezamos a ir con frecuencia al parque. Cuanto más tiempo pasaba con él, más necesidad sentía de contarle lo que pensaba, mis sentimientos... Creo que él me conoce mejor de lo que yo me conozco a mí misma. Íbamos al mismo colegio, solo que no lo sabíamos. Desde ese día construimos una amistad que nunca se podrá destruir. Aunque al pasar el tiempo, se ha convertido en algo más para mí. Pero sólo somos amigos, no quiero destruir nuestra amistad y, por eso, ese es el único sentimiento que he dejado encerrado en ese cuarto y que nunca le diré a Simon.

Hoy me he levantado temprano porque he quedado con Simon a las diez. Me he puesto mi vestido favorito. Este vestido era de mi madre adoptiva, pero ella ahora me lo ha regalado a mi. Me encanta llevarlo porque siento que ella me acompaña a todas partes. Me he soltado mi melena castaña que me llega por los hombros y al salir de casa me dedico a recorrer con tranquilidad la calle para encontrarme con él.
Acabo de llegar al lugar donde he quedado con Simon.
-¡Hola Molena! ¡Felicidades!
Odio que Simon me llame así; por eso lo hace. Es un viejo apodo, ya que cuando era pequeña tuve que hacer una descripción de mí y dije que tenía los ojos marrones y era "molena".
-Hola Simon. Muchas gracias.
-Qué tal estás?- me pregunta
-Bien...- le contesté, aunque sé que esa respuesta es una verdad a medias.
Me miró con gesto severo, como se mira a un niño que acaba de mentir a su madre.
-Bien, aunque con las mismas dudas de siempre. Ya es hora de que lo deje.
Él al escuchar mis palabras y comprender el dolor que me producía todo esto, sólo pudo hacer una cosa, una cosa que me calma más que nada en todo el mundo: abrazarme, abrazarme muy fuerte.
No puedo evitar sentir algo más por Simon. Cada vez que me abraza me siento genial. Él me aísla del mundo y de todos los sentimientos malos que alguna vez me han atacado. Nadie en el mundo puede hacer que me sienta de esta forma. Aunque, pese a que le amo, tengo muchísimo miedo de decirle lo que siento. A veces, creo que el siente lo mismo, pero otras veces me mira como si estuviera enfadado o triste. No lo entiendo. Me gustaría saber lo que piensa y lo que siente. Ojalá él me quisiera también.
-Venga, no estés triste que te he traído algo.- me dice mientras saca de forma misteriosa una caja muy pequeña.    
-Para mi?- le pregunto, aunque sé su respuesta casi inmediatamente al ver su tierna sonrisa.- Muchas gracias Simon. De verdad me has alegrado el día al acordarte de mi cumpleaños.

Deshago el bonito lazo rojo que lo envuelve y me encuentro con una pulsera. Pero no con una pulsera cualquiera. Es una pulsera de perlas que lleva engarzada una roca grisácea y lisa sobre la que está pintada una margarita. Al ver como está dibujada y pintada la margarita sé al instante que está hecha a mano. Simon pinta de forma muy peculiar. Colorea saliéndose del contorno que previamente ha dibujado con el lápiz. Pinta como un niño pequeño, pero él lo hace aposta. Eso es lo que hace que sus dibujos sean tan especiales. A cualquiera que viera esto le parecería un regalo muy soso, pero él me ha regalado esto porque sabe que eso es exactamente lo que quiero. Yo no soy como el resto de la gente. Yo no quiero regalos grandes y caros. Para mí este regalo tiene mucho más valor que cualquier cosa que me pudiera comprar. La razón de ello es que lo ha hecho Simon y sobre todo esa margarita que simboliza mi primer cumpleaños con Simon. Él era un niño muy despistado y se olvidó de mi cumpleaños. A mí no me pareció mal porque nos conocíamos desde hacía poco tiempo; pero él pese a todo intentó compensarme. Él acababa de llegar de una ceremonia y venía vestido con un traje precioso. Para compensarme cogió la margarita manchándose con tierra. Fue el regalo de cumpleaños más bonito que alguien me ha hecho nunca. Al verme sonreír se puso muy feliz. Simon es igual que yo. Nosotros preferimos las pequeñas cosas que tengan un significado importante. Y en este caso lo que está intentando es dejar grabado ese día.

-¡Muchísimas gracias Simon! Me recuerda tu primer regalo.- le digo mientras le sonrío.
Al ver mi cara, una dulce sonrisa se dibuja en su rostro. Esa sonrisa es la razón por la que lo admiro. Sus padres murieron en un accidente, pero pese a eso, veo su sonrisa cada día. Por eso Simon y yo nos comprendemos tan bien. Es esa sonrisa la que me anima a seguir adelante cada día.

Después, nos fuimos a nuestro parque de siempre. Allí estuvimos sentados en el banco, contemplando como los pétalos que forman las flores de los árboles caen sobre el suelo y el viaje que realizan cuando las ráfagas de viento las empujan. Es primavera, mi estación favorita. No sabría explicar por qué es mi favorita. Se podría pensar que es porque el doce de abril es mi cumpleaños, aunque eso no sería decir la verdad. Me encanta la primavera porque es una estación tranquila. No hace frío pero tampoco calor, y, es una estación en la que no tenemos muchos exámenes. Además,  al no tener exámenes puedo pasar más tiempo con Simon. Ojalá fuera todo el año primavera. Pasamos toda la tarde observando las flores caer. Hace frío, pero aún así nos sentamos en el suelo, sobre la hierba. Hablamos toda la tarde de temas sin importancia, exámenes... Hablamos también de ese mundo en el que nos pasamos más tiempo que en el mundo real: los libros. La imaginación nos lleva a los mundos de los que nos hablan los libros. Los mundos en los que las preocupaciones, el dolor y la tristeza son de otro.

Al final de la tarde nos despedimos con tristeza. 

He pasado todo el día con Simon y, al volver, me he puesto a estudiar lengua, para el examen de mañana. Espero poder volver a estar con Simon mañana. Él es el que hace especial todos los días monótonos de mi vida.








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