Capítulo 1: "Di que te rindes, no te dejaré hasta que lo digas"

1K 44 4
                                    

Estoy sentada una vez más, en mi cama, observando nuestra pequeña casa, silenciosa salvo por el “clac clac clac” de mis dedos sobre las teclas: no es más que una sola planta, con un pequeño adosado en el que está la cama de mis padres. En la parte baja, tan solo hay dos camas con un baúl de ropa cada una, una mesa con cuatro viejas sillas, una pequeña candela de piedra, un baño separado del resto de la casa por dos cortinas, una cocina de fuego y la televisión de obligación colocada en el cabecero de la cama de mis padres. Me quedo en blanco y no fluyen las palabras de mis dedos. Aparto la máquina y miro el viejo y oxidado reloj de pared: son casi las cuatro y media, tengo que ir al entrenamiento obligatorio. Me fijo en un pequeño calendario que nos indica las mareas, cuento los días: dos semanas para la Cosecha, tres para la Competición. Eso solo significa una cosa para mí: cuatro horas diarias de entrenamiento establecido durante estas dos semanas y esta vez es casi imposible escaquearme. Cojo una vieja mochila, la vacío, meto dentro una botella de agua, una toalla y ropa de deporte, llevo en la mano los zapatos y salgo de casa camino al colegio. Cojo el camino de la playa, paseando por la orilla, en silencio, viendo pasar niños de todas las edades que se apresuran a llegar lo antes posible. No entienden que su vida no depende del entrenamiento, sino del Capitolio, que alterará los Juegos de forma que gane el que más le interese para mantener contenta a la gente. Cuando llego a la pasarela que me saca de la playa me calzo para seguir por el camino de piedra, entre los callejones de la plaza, hasta llegar al ruinoso Edificio de Justicia. Antes de entrar me encuentro con Ally, impaciente por mi tardanza.

-Primer día de este año y ya llegas tarde. Eres increíble.-dice dándome un abrazo y metiéndome dentro. Somos las últimas en colocarnos con nuestro grupo: unos ciento cincuenta chicos y chicas de entre catorce y dieciséis años.

Vemos a Coraline, con su hermana gemela Lea y nos vamos con ellas. Sería una verdadera tragedia que una de las dos saliera elegida durante la Cosecha. Como que saliera cualquier otro, claro está. Veo a Denneb entre la multitud de chicos de su edad, que están bastante unidos y le sonrío, él hace lo mismo y vuelve a lo suyo. Los entrenadores, ya habituados a nosotros por todos estos años, hacen una explicación para los nuevos: hacemos una hora de preparación física, una de batalla, media de primeros cuidados y el resto es tiempo libre para practicar nuestras habilidades favoritas. No tenemos materiales apenas, solo un puñado de palos de diversos tamaños, un par de vallas y algún que otro utensilio que nos prestan los de los barcos, además de cuerdas en abundancia. Nos dividen en varios grupos para la preparación física es un cuarto de hora de carrera (unos tres kilómetros), tres series de cincuenta abdominales, dos de veinte flexiones, un circuito de obstáculos de un kilómetro y escalada por una cuerda. Una vez terminada esa parte, nos ponen por parejas, por sorteo y nos hacen combatir hasta que uno de los dos se rinde. Después nos repasan las técnicas para curar heridas de varios tipos y, en teoría podríamos irnos a casa si fuéramos nuevos. Pero nos obligan a practicar algún tipo de habilidad durante una hora y media. No lo hacen por nosotros, lo hacen por ellos mismos: si un tributo de nuestro distrito gana, todos ganan, porque nos dan regalos y fiestas. Y así el Capitolio tiene contentos al resto de distritos: con la esperanza de ganar algo. Según las reglas, está prohibido que se entrene a los participantes antes de la Cosecha pero con nosotros y un par de distritos más hacen la vista gorda, nunca he entendido muy bien por qué.

Hago cuanto antes la preparación física, en la que caigo al suelo más de una vez y me quemo las manos y las rodillas con la escalada. Aunque me esfuerzo mucho, termino de las últimas. A la hora de la batalla, tengo que enfrentarme a una primeriza, pero decido no gastar las pocas energías que me quedan y acaba por ser una pelea bastante igualada: usamos dos barras de madera, golpeando y parando golpes por lo que me parece una eternidad, de vez en cuando la oigo maldecir entre dientes, y poco a poco se va formando un círculo a nuestro alrededor. La chica, pese a no tener más de doce años, es más corpulenta y fuerte que yo. Al final, termino por poner todo mi empeño en ganarle, todo el mundo nos mira y no pienso quedar mal. No suelo ser de las que le importa la opinión de la gente, pero esta chica ya se ha divertido bastante conmigo: lo veo en su sonrisa triunfal y en el brillo de sus ojos cuando con la barra, colocada en X con la mía, me pega a la pared, intentando cortar mi respiración, mientras susurraba “vamos di que te rindes, no te dejaré hasta que lo digas”. Sin duda se presentará voluntaria dentro de un par de años, cuando su fuerza resulte aún más letal y no pienso darle la satisfacción de ganarme en su primer entrenamiento, así que aprieto los dientes, hago fuerza para empujarla hacia atrás, esto la distrae lo suficiente como para deslizar mi pie detrás de su talón, entrelazando nuestras piernas y haciéndola caer de espaldas, dando un golpe seco con su espalda en el suelo. Me siento mal por ella al ver su mueca de dolor, luego recuerdo su carácter sádico y antes de que se recupere me siento sobre sus caderas, aparto la barra de sus manos con un manotazo y con la mía la inmovilizo. Nos quedamos así cinco minutos sin movernos solo respirando y observando, hasta que intenta zafarse de mí y se da la vuelta, haciéndome rodar, pero antes de que se ponga sobre mí, le cojo el brazo y se lo retuerzo, haciéndole soltar un gemido e inmovilizándola, vuelvo a sentarme encima, siempre con la misma presión sobre su brazo, hasta que al fin pronuncia la frase que me hace quitarme de encima y me siente a descansar para recuperar el aliento. Veo como la chica se frota el brazo y vuelve con sus amigas, de repente recuerdo su nombre: Zendaya, la hija del zapatero. Recuerdo que su hermana participó en los mismos juegos que el ganador de nuestro distrito, Finnick Odair. Ella murió en el baño de sangre de la Cornucopia, al poco de empezar, intentó hacerse con algunas armas, había decidido no formar parte de la manada de profesionales y en vez de huir lo antes posible, quiso hacerse con los recursos, y ambas cosas las pagó caras. Finnick no pudo hacer nada. Supongo que ella quiere ir a luchar por su hermana, pero cualquier persona en sus cabales sabría que presentarse voluntaria con doce años sería un suicidio, así que estoy casi segura de que no será este año cuando intente pisar la arena. Ahora entiendo su intento de parecer feroz e intento levantarle la moral:

-Eh, bien hecho.- le digo lo suficientemente alto como para que me oiga desde la otra punta del gimnasio.- Te ha fallado la experiencia. Son errores de novata, vigila siempre los pies y no te desconcentres. Sigue así.- luego le sonrío y ella me corresponde, dicho esto me incorporo con el cuerpo  agarrotado y me dispongo a irme, cuando un agente de la paz me detiene.

-No ha terminado la hora del entrenamiento, señorita Swallows. Por favor vuelva dentro.

-Déjela marchar, Serrik, la señorita ha hecho suficiente por hoy con su magnífica pelea.- rectifica su superiora, Lyah, con lo que me parece que es una semi-sonrisa. Después vuelve a ponerse seria.- Pero no se acostumbre, señorita Swallows, solo por ser el primer día, y porque se lo ha ganado. Repito, solo por hoy puede saltarse los cuidados básicos y el entrenamiento libre. Que no sirva de precedente.

-De acuerdo.- asiento con la cabeza y me voy, una vez he salido del Edificio de Justicia, hecho a correr, libre por un día y orgullosa de mi astucia durante la pelea. Llego a la playa, me desvisto rápido, quedándome en ropa de baño y salgo corriendo al mar, sin pensármelo dos veces. De camino al agua doy un par de cabriolas por la arena para descargar la adrenalina. Me baño tranquila, nadando de aquí para allá, sumergiéndome y haciendo volteretas en la fría y refrescante agua. Tengo que acordarme de apuntar la técnica que usé en la batalla de hoy en el cuaderno de supervivencia.

Fanfic de The Hunger Games: ~Incontrolable como el oleaje~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora