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Lo mire bien y luego la mire a ella. Eso no era verdad, él solo estaba jugando conmigo, jugando con mis emociones. Emociones que jamás pensé sentir, pensé tener. ¿Un hijo? Maldita sea barba, no juegues conmigo.

- ¿Qué? - dije luego de unos segundos.

Él caminó hasta mí y se colocó a mi lado para mirar hacia _____. Gire mi cabeza para observarlo.

- No te estoy mintiendo, si estas pensando eso. Tú sabes que yo no miento, eso no es de mi agrado - me dijo.

- ¿Qué quieres de ella? - le pregunte apretando los dientes.

- ______ me dio su vida a cambio de tu eternidad, amigo - dijo.

Lo mire sin poder creerlo. ¿Qué mier.da era lo que estaba pensando esta chica para hacer una cosa así?

- Ya te lo dije, hermano. La dejas ir o vamos a estar en serios problemas - dije amenazante. Él rió por lo bajo.

- ¿Quieres saber que será tu bebe? - me preguntó. No dije nada. Solo me quede quieto en mi lugar - Va a ser un varón.

- ¡NO JUEGUES MÁS CONMIGO! - le grite.

- Ya te dije que no te estoy mintiendo, Ruben.

- Entonces, déjala - le dije y quise acercarme de nuevo a ella.

Pero para mi desgracia, ese lame botas de Gabriel se metió en mi camino. Lo mire con furia, pero el maldito albino ni siquiera parpadeó.

- ¡Quítate de mi camino, lame botas! - le exigí.

- No puedes acercarte a ella, Ruben. No puedes tocarla, no puedes hablarle. E intenta no mirarla. - me dijo.

- Oh Gabriel, no estoy para tus juegos de ángel perfecto - dije e intente acercarme de nuevo. Otra vez él no me dejó.

- Si solo hubieras cumplido tu pacto - me dijo el ricitos de oro - Esta pobre mujer ahora no cargaría en su vientre al hijo del pecado.

- ¡No hables así de mi hijo! - le gruñí cuando lo escuche.

- Ya Gabriel, déjalo en paz - dijo Dios con tono divertido.

- Tú lo quisiste así, barba. Ahora vamos a ver quien es más débil - dije.

Comencé a buscar a Rachel, maldita sea ella tiene toda la culpa. ¿Por qué diablos no me dijo antes lo que él quería? Ahora mi hijo no tiene derecho a nacer, porque es mi hijo. Eso no es justo y tampoco es justo que dios pueda tener hijos y yo no. La encontré sentada en una vereda, esperando seguramente lo que sería otra muerte.

- Ahora mismo me das tu agenda - le dije. Me miró bien.

- ¿Qué? - me preguntó y se puso de pie.

- Aquí va a correr sangre, Rachel. Así que prepara una bolsa nueva para las almas que vas a llevarle al todopoderoso...

Un gusto, soy el Diablo (Ruben Doblas y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora