Moon meets Sun

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La amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas.

Aristóteles

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El tren me avisó de mi próxima parada con unos altavoces algo molestos siendo las 8:57 de la mañana. Supuse que ya me había acostumbrado del año anterior, pero el verano me lo había hecho olvidar. Sí, un verano bastante vacío.

Hice que mis Converse negras empezaran a avanzar, siguiendo el rebaño de humanos que se encaminaban directos a las escaleras mecánicas; somnolientos, vagos, con caras largas y lamentables, maldiciendo que llegara un nuevo curso y que las vacaciones quedaran atrás. Otra vez. Muchos estudiantes nuevos se encaminaban hacia donde me dirigía yo, gritando y soltando voces alienígenas. "Genial, tendré a unos retrasados como compañeros de clase. Este año me veo más sola que la una. De puta madre". Preferí subir más el volumen de la guitarra de Robert Smith y perforar mis oídos de música celestial, con tal de aislarme del mundo y entrar en trance con el mío, hasta llegar a mi destino. La escuela de arte.


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Muchos se gritaban y abrazaban felices después de ver sus nombres en las clases. Yo me limité a saber que volvía a estar en la clase 1 - A en las materias comunes (Catalán, Castellano, Inglés, Filosofia, Educación Física y Ciencias), y en el grupo M1 para las materias optativas (Dibujo Artístico, Dibujo Técnico, Volumen y Técnicas de Expresión Gráfico-Plástica).

Me alejé del centro del claustro dónde se concentraba la mayoría de alumnos, y esperé a que el director y los profesores dieran la típica charla de principio de curso. Mientras tanto miraba a los compañeros de curso, viendo por su aspecto si había alguien con el que encajara. Vi a una chica morena rodeada de algunos compañeros más, presumiendo de una chaqueta de Jack Skellington, eso me alivió. Oí que todos la llamaban Jasmín. Muchos minutos más tarde, los alumnos rodearon el pozo del claustro y se mandaban callar unos a otros. El director iba a empezar a hablar.

Después de la pesada charla, todos debíamos subir a nuestras aulas y escuchar OTRA charla, de calendario del curso, horarios, etcétera, por parte del tutor de la clase asignada (me tocó de nuevo el profesor de Volumen. Me cagué en la puta). Decidí subir pronto, para no quedarme sin un buen sitio. Al subir, había poca gente, aunque una chica me hizo fijarme en ella. Estaba completamente sola y enganchada a su móvil, como si fuera su único salvavidas de este infierno de principio de curso. Su pelo verdoso tapaba un poco su melancólico rostro. Mostraba algo de miedo y preocupación. Me dieron ganas de decirle algunas palabras o acercarme a ella y entablar una pequeña tregua. Pero el mismo miedo y timidez hicieron que no diera el paso, y entré en la clase.

Mi primer día no fue tan mal, un chico de pelo largo llegó minutos más tarde a la clase, quedando recordado como "el que llegó tarde el primer día" de por vida. Nadie se me acercó, y yo no me acerqué a nadie. Este colegio me gusta por el respeto que hay entre todos respecto a la ropa y el estilismo (aunque otra cosa es lo que piense cada uno para sus adentros). Los artistas son así de "únicos" supongo. En el instituto sí que lo pasas mal de cojones como seas "diferente" al rebaño. ¿Que por qué menciono el estilismo? Simple. Soy gótica.

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El segundo día estaba organizado para que los alumnos se conocieran e hicieran nuevas amistades. Algo que para mí era una pesadilla. Saldríamos fuera a dibujar, para mostrar así nuestros niveles (algo usado como excusa), pero solo se trataban de paisajes, lo que peor se me da. Antes de salir, ya empezaba a ver pequeños grupos ya formados, entre ellos, el de la chica morena que vi el día anterior llamada Jasmín, en la que justamente también estaba el chico "que llegó tarde el primer día". Me dí mucho valor y coraje para preguntarles si podía ir con ellos. Aceptaron de buen grado, o más bien por no saber qué decir ante la tía más siniestra del colegio. Me fuí con ellos, a cierta distancia. Aún no tenía tanto valor como para ir charlando tranquilamente con ese grupo. Haría como solía hacer, estar en silencio, y escuchar.


Después de dibujar un puente romano, nos encaminamos al teatro de la ciudad, un edificio muy geométrico y bastante repugnante para mi gusto. Nos sentamos dónde tocaban los rayos del sol, y nos pusimos a dibujar. Habían buenos niveles respecto al dibujo, bastante normales. Dentro del pequeño grupo al que me había acoplado no es que sobresaliera uno más que otro. Supuse que ninguno tenía la especialidad en dibujar edificios y estructuras muy geometrizadas. Charlamos un poco más, sobre nuestros gustos y demás. Tuve la suerte de haberme topado con los frikis del colegio; amantes del manga, el anime, los videojuegos y aceptación y agrado respecto los góticos. Suspiré internamente aliviada, al saber que ese año no estaría sola como pensaba el primer día, aunque había un detalle que no se me pasaba por alto en absoluto; la chica del pelo verde oscuro. Se sentaba un poco cerca de nosotros, pero lo suficiente lejos como para crear una barrera de soledad. Dibujaba insistentemente, sin apartar la mirada de su hoja y el edificio. Alguna vez nos miraba a nosotros. En ese momento, supe que si ninguno de nosotros daba el paso, ella no lo haría nunca.
Respecto al tercer día de "hacer amistades" y "no hacer clase", consistía en una gincana por la ciudad, en la que realizar unas simples pruebas y orientarse bien. Como muchos alumnos eran de fuera (una servidora está a 30km de distancia) me pareció buena idea para conocer un poco la zona dónde ibamos a estudiar. Todo fue bien, charlamos entre nosotros un poco más.

Al día siguiente, empezaron las clases al fin. Me senté con algunas de las chicas que justamente estaban en el grupo donde me había acoplado. Perfecto. En la clase de Volumen, nos costó a todos encontrar un hueco en la pequeña aula, nuestro grupo cogió la primera mesa, sonriendo entre nosotros de modo victorioso. Nuestros sitios para todo el curso estaban cogidos. Entonces, tras subir las escaleras, la chica del pelo verdoso contempló la pequeña clase sin saber dónde sentarse. Volvió a poner la misma expresión de preocupación que puso el primer día que la vi. Entonces, me armé de valor y me dirigí a ella:

- Puedes sentarte con nosotros si quieres.

Su rostro se iluminó un poco, esbozando una pequeña sonrisa tímida.

- Vale... - dijo muy bajo, mientras se sentaba a mi lado.

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