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Por esos niños que éramos. Llenos de imaginación y vida.
Los recuerdos revolotean de aquí para allá, rebotando en las paredes y reventando a mi alrededor cual burbujas de jabón.
«—Vamos, Haemin, apurate —decía aquel niño de facciones tiernas y sonrisa juguetona.
Yo corría tratando de acelerar mi paso, claro que él siempre fue más rápido. O tal vez yo siempre fui lenta, siempre llegaba tarde.
Cuando por fin llegué a tu lado, admirabas asombrado el hermoso horizonte frente a nosotros.
—¿Crees que más allá del horizonte viva ese niño del cuento de mi mamá?
—¿Peter Pan? —él asintió.
—Quiero conocerlo.
A la brisa marina, ese sábado cuando ambos teníamos siete años, tus cabellos se movían con el viento y una sonrisa prevalecía en tu rostro. Ese día, te veías especialmente encantador.»
Una sonrisa escapó de mis labios al recordar a ese travieso niño que hacía travesuras por doquier. Ese niño que me enamoró.
Mientras deseos de volver el tiempo atrás venían a mí, volví a sumergirme en mi cama y en esos recuerdos, dulces recuerdos.
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