CAPÍTULO 15. Adiós Leah.

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Vuelvo a tener las manos esposadas. En la parte de atrás de un coche de la C.R.E conducido por Christian Mason, el hermano pequeño de Arthur M. Green.

Corrijo.

Arthur Mason Green.

-No puedes matarme.-Le digo.

-Si puedo, Leah. No te olvides donde trabajo y para quien trabajo.

-Sé que no eres como él. Puede que sea tu hermano pero... Tú no eres como él.

-Es mi medio hermano. Somos hijos del mismo padre, no de la misma madre. Antes de encerraran a mi madre en Saint Clemence mi apellido era Carter. Christian Carter.

Es de noche y estamos en una oscura y sinuosa carretera completamente aislada y desierta.

-No me matarás. No serás capaz.

-Mejor tú que yo.-Responde antes de detener el coche entre unos árboles.

Sale del coche y luego me saca a mí de manera brusca, como si no le importara lo más mínimo cometer un asesinato conmigo. Al fin y al cabo, ya había matado antes.

Me obliga a ponerme de rodillas mientras que él me apunta con su arma directamente a la cabeza. Yo lo miro a los ojos. Si iba a matarme, lo haría mirándome a los ojos.

-Tienes un localizador en el antebrazo derecho.-Dice entregándome su pistola.- Escúchame, cuando estés lo suficientemente lejos de aquí rompe el localizador con golpes, no te lo saques, rómpelo.

Hago además de ponerme en pie y él me detiene.

-Dispárame desde donde está.-Coloca dos dedos unos centímetros más arriba de la cadera.- Dispara justo aquí. Pero antes araña mis manos lo más fuerte que puedas. 

Acerca sus manos a mí y hago lo me ha dicho, luego se pone en posición para recibir el tiro.

Apunto justo al lugar que me había indicado y disparo. Él cae de espaldas sobre la tierra húmeda aún consciente. Me acerco, arrastrándome sobre mis rodillas y lo obligo a mirarme. Tiene la frente perlada en sudor y las lágrimas a punto de salir de sus ojos.

-Gracias.-Susurro antes de darle un suave y fugaz beso en la comisura de sus labios.

-Leah. Espera...-Saca una carta del bolsillo interior de su cazadora y, manchada de sangre, me la pone en la mano. -Mejor yo que tú.

-Chr...

-Vete ya. Recuerda lo que te dij-dije del localiz-ador.-Se esfuerza por sonreír.- Adiós, Leah.

-Adiós.

Me voy corriendo con la carta en una mano y la pistola en la otra.

No me doy cuenta de que estoy llorando a mares hasta que no caigo de bruces al suelo. Las lágrimas caen de golpe sobre mis manos heridas.

A penas puedo ver en la oscuridad. La luz de la luna no ayuda puesto que las copas de los frondosos árboles tapan su luz. Recuerdo lo que me dijo Christian sobre un localizador. Cojo una piedra y y antes de golpear como una desquiciada mi propio antebrazo, lo palpo en busca de algún bulto. Lo noto justo en la cara interna. Sin tener idea de como me lo pusieron y, sin importarme siquiera, agarro bien la piedra y golpeo sin cesar hasta que siento un fuerte calambre en todo el brazo. Aguanto el dolor mientras busco una piedra más afilada para sacarme aquel chisme. Seguro que la idea de romperlo a golpes mientras lo tuviera en el brazo era para que no se den cuenta de que lo había sacado directamente y sospechen de Christian... Si lo encuentran vivo, claro. Cojo la nueva piedra elegida y una rama corta y gruesa llena de tierra húmeda y, mientras muerdo una rama, me hago un corte algo profundo para sacar el localizador de mi antebrazo. La sangre chorrea sobre la tierra y mi ropa a borbotones mientras meto los dedos en la herida en busca del chip localizador. Aguanto las ganas de gritar y contengo las lágrimas. Nada más encontrar el chip y sacarlo suspiro aliviada y temblorosa.

Spectrum ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora