Entonces crecemos; y nos damos cuenta de que la cama no se hace sola, que empiezas a hacer las cosas por ti mismo. Que ahora ya no es jugar a la nintendo mientras tus padres buscan aparcamiento, que ahora te jodes y esperas junto a ellos. Que pasamos de los dibujos animados, a series que se sacan completamente de las casillas.
Que la música ya no es la misma, que ahora las palabras sucias en una melodia común esta muy de moda. Ahora encontramos el sentido que de pequeños no entendíamos. Que nos encanta aislarnos en nuestra habitación y que nos dejen tranquilos a ir a buscar nuestro balón o bien, nuestras muñecas; esas que ya no queda nada de ellas, o bien las hemos tirado, o bien las hemos guardado en el rincón más oscuro de nuestra pequeña casa para que cuando las encontremos nos acordemos de nuestra infancia. Pero, crecer es madurar. Crecer es pasar de una generación a otra. A salir con nuestros amigos. A apreciar las pequeñas cosas, que marcan la diferencia. Crecer, es enamorarse. Enamorarse es morir. Y todos morimos en una parte de nuestra adolescencia. Bien sé, que el tener una mentalidad corriente vendría ser lo más adecuado para sobrevivir; que no vivir, en esta bazofia de sociedad que hemos creado y mantenemos cada uno de nosotros. Queramos o no, todos hemos sido niños, y queramos o no nos toca sufrir una época de cambios. Cambios que se van fuera de lo común, y que determinan nuestros días.
