Lo último que recuerdo haber hecho es caminar por las calles que conducen a mi casa. Hoy íbamos a cenar en familia, como pocas veces lo hacíamos gracias a los dichosos trabajos de mis padres y a mis entrenamientos de tiro con arco, pero al parecer todo se fue a la mierda.
Ahora me encuentro fingiendo estar dormida en una furgoneta –que no huele muy agradablemente- amarrada con una cuerda de mis extremidades y con los ojos vendados.
Pude patearles fácilmente el trasero a mis secuestradores, pero me di cuenta de lo que pasaba demasiado tarde. Fueron más rápidos que yo y me asfixiaron con un trapo de dudoso olor que me hizo desmayarme sin poder defenderme.
Cuando por fin recuperé la conciencia, no podía ver nada y eso me asustó. Sabía que mi barrio no era el más seguro, pero ni en mis pesadillas me imagine estar en una situación como esta, la mayoría de ellas solían ser mi hermano comiéndose la última rebanada de pastel que quedaba en el refrigerador.
De repente recordé todas las películas de acción que había visto y supe que no debía hacer notar mi miedo, así que me quedé inmóvil, explorando el lugar con los únicos sentidos que tenía. Desafortunadamente no tuve tiempo de explorar gran parte porque escuché una voz delante de mí.
—La tenemos, señor. —anunció la voz, que probablemente el dueño de la misma no superaba por mucho mi edad–. Llegaremos en 20 minutos.
—Entendido —dijo neutralmente una voz ronca y espeluznante.
Hubo un tenso silencio.
—¿Sabes que si no llegamos en 20 minutos estaremos en serios problemas, cierto?— preguntó otra voz también masculina, rompiendo el corto silencio.
—Tranquilo —Le contesto la primera voz que había escuchado justo antes de voltearse hacia mi (o eso intuí por el sonido del sillón de cuero)—. Lo tengo todo bajo control, solo observa. —Hey, chica, sé que estas escuchándonos así que solo te diré que te prepares para ver a "El Gran Líder".
Tensé todo mi cuerpo al escuchar esas palabras. Sabían que estaba fingiendo y me llevaban a ver a una persona que ni siquiera conocía.
Esto definitivamente no es normal.
Maldecí mentalmente por quinta vez. Podía sentir el sudor recorrer por mi cara, seguro parecía un puerco sudando, lo que es irónico ya que los puercos no sudan. Tenía ganas de llorar y mi corazón latía rápidamente cuando me tragué el nudo que se alojaba en mi garganta, junté el poco valor que me quedaba y pregunté con voz temblorosa.
—¿Q-qué quieren de mí?
—Deberías estar orgullosa. —dijo la misma persona que habló primero—. Haz sido reclutada.
Já, pues más bien parece un secuestro pensé, sin decirlo por temor a que mi suerte empeorara.
—¿...Para qué? —proseguí, con un poco de curiosidad y temor al mismo tiempo.
—Se nos tiene prohibido hablar contigo, no sé porque él sigue hablándote. —le reprochó cortantemente la otra voz a su compañero, causando una risa burlona por parte de este.
Después de nuestra "pequeña conversación", la furgoneta quedó en silencio, sólo se escuchaban los chirridos del motor y los golpeteos que daba al avanzar por el camino.
No podía decir lo mismo de mi mente.
Las vagas respuestas que me había dado sólo me trajeron más dudas. La angustia me carcomía por dentro; ¿Qué quieren esas personas de mí?, ¿para qué me reclutaron? Y lo más importante ¿Por qué a mí?
Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando la furgoneta frenó abruptamente y los hombres me tomaron por los hombros, bajándome sin la más mínima delicadeza. Forcejeé e incluso intenté morderlos, pero era en vano, ellos eran mucho más fuertes que yo.
Me condujeron a un lugar extraño, el cual no puedo describir porque no veía nada, el único sonido audible eran nuestras pisadas arrítmicas y unas puertas cerrarse detrás mío. Me di cuenta que luchar no iba a ser de mucha ayuda así que me rendí mientras ellos siguieron arrastrándome por un buen rato hasta que se detuvieron y me soltaron de golpe en una silla de madera para después amarrarme de nuevo.
A este paso jamás volveré a sentarme en una estúpida silla de madera, pensé vagamente. Me sentía desorientada, como si estuviera despertando de una pesada siesta.
Estaba cansada, frustrada y tenía miedo. Quería gritar y pedir ayuda, pero antes de intentar hacerlo alguien me quito la venda de los ojos. Por fin pude ver donde me encontraba, aunque pensándolo bien hubiera preferido no hacerlo.
El lugar parecía un edifico baldío. Carecía de muebles, excepto por una pequeña mesa donde se encontraba un televisor apagado. La única luz que existía era la de un pequeño foco que colgaba del techo, el cual hacia que el rayo de luz refractara escasas y espeluznantes sombras, pero los más espeluznantes es que un hombre se hallaba enfrente de mí, mirándome fijamente. Era alto, muy alto como para estar segura de eso con tan solo mirarlo sentado en una pose dominante, como la de un arrogante rey de algún reino que había leído de los libros de Historia. Alcancé a diferenciar que vestía una túnica negra y llevaba una corta barba canosa en su rostro de duras facciones.
No sé cuánto tiempo se quedó viéndome fijamente, analizándome tanto que se instaló un silencio escalofriante entre nosotros, pero cuando le devolví la mirada solo embozó una sonrisa y habló.
—Estás tensa, querida.
No le conteste. Simplemente me limité a cerrar los ojos, esperando a que todo esto fuera un mal sueño y en cualquier momento pueda despertar.
—Parece que eres una persona de pocas palabras. —siguió hablando— pero no te preocupes, aquí sabemos cómo hacer hablar a las personas.
Me preparé mentalmente para lo que pensaba que pasaría, tal vez una apuñalada o con suerte una bofetada, en cambio, el hombre caminó tranquilamente hacia mi lado derecho y pulsó Play al control de televisor.
En la pantalla del viejo televisor pude distinguir un pequeño comedor.
El comedor de mi casa.
En ese mismo lugar, mis padres y mi hermano menor comían silenciosamente. Mi madre tenía el rostro neutro, seguramente por mi ausencia, mientras que mi padre y Matt se llevaban una porción de pollo a la boca, este último masticando una gran porción que seguramente no iba a caber en su boca.
Después de mirar atónitamente estas imágenes creí comprender el motivo de mi secuestro. No me imaginaba cual horrorosa seria la verdad que el hombre gustosamente me diría.
—Selene, he estado vigilándote desde hace tiempo, observando cada uno de tus movimientos, y como te habrás dado cuenta, inspeccionando cada acción tuya y de tu adorada familia con un solo objetivo.
—¿Cuál?— pregunté con la mirada ausente, mi mente atinaba meramente a mi familia y el asqueroso tono que el hombre usó para referirse a ella.
—Quiero que asesines personas para mí.
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Selene
General FictionLa primera vez que mis manos tensaron un arco fue junto a mi padre, cuando desparramábamos jugosos sesos de manzana en el jardín trasero. "Papá, quiero aprender otro truco" decía con mi incrédula voz de niña, "darle a una manzana es muy aburrido. "...