Un perro

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Paso una semana y solo lloraba en mi cuarto hasta que alguien toco el timbre, realmente no quería abrir pero si alguien se había tomado la molestia de ir y tocar mi puerta no podía dejarlo ahí botado, así que tome una manta cubriéndome entero y baje a abrí, mi rostro estaba rojo de tanto llorar, mis ojos hinchados y mi cabello ya sin nada de color y completamente enredado, mire a quien estaba frente a mi 

-Hola Koichi- entro y me tomo entre sus brazos dándome consuelo -mira traje un pastel de chocolate como te gusta- me sonrió y entro a la casa, era un hombre de 40 años, con una altura de 1,80, cabello negro y muy serio, vi como dejo el pastel en la mesa y luego volvió y me brazo 

-Gakuto... Pero ¿que haces aquí?- me limpio las lágrimas y sonrió levemente 

-vine a verte pequeño, me pareció muy extraño no encontrarte últimamente- me tomo en brazos y me llevo a el sofá mas grande -¿quieres algo?, ¿has comido?- me miro preocupado y se sentó frente a mi, sonreí al verlo así y negué 

-no, no he comido, pero es que no tengo apetito- me miro molesto pero, luego su rostro volvió a ser serio y sin mayor expresión, como siempre 

-¿quieres algo?- asentí 

-quiero ver si puedes teñir mi cabello, estoy rubio y con machones- me quite la manta de la cabeza y me cubrí todo lo demás, el mayor abrió las cortinas y me miro 

-vamos yo te ayudó con eso- sonreí, realmente solo necesitaba a alguien que me animara un poco, nunca fui alguien que se quedara en su casa llorando, pero esta vez sentía que no le importaba a nadie hasta que llego el y me hizo sentir mejor. Extendió su mano y la tome.

En el baño me desenredo los cabellos para luego tinturarmelos, charlamos un buen rato, luego me dejo solo para qué me bañara mientras el hacia algo de comer.

Ahí nuevamente vi como el color corría por mi cuerpo, realmente me fascinaba (creo que nunca cambiare mi rosa), al terminar me seque entero empezando claro por lo mas importante que tengo, mi cabello, es obvio.

Busque ropa y me puse un bóxer blanco y unos pantalones cortos  oscuros, unas chanclas rojas con un poco de plataforma y una camiseta blanca con un poleron galáctico largo que me cubría hasta mas abajo del trasero.

Baje y lo vi sirviendo un plato 

-oye y tu, ¿acaso no comerás?- hice puchero y el me miro con una leve sonrisa 

-tu necesitas comer, yo estoy bien pero, me haré un cafe- 

-bueno al menos... no me gusta comer sólo- 

-a ti no te gusta hacer nada solo, no te gusta comer solo, no te gusta dormir solo, no te gusta salir solo- contó con sus dedos mientras yo me cruzaba de brazos 

-bueno así soy, me gusta estar acompañado, ¿cual es el problema?- rió y fue a la cocina 

-el problema es que estas solo todo el tiempo y no te gusta, no tiene lógica- fui tras el 

-tienes razón, he estado pensando en tener un perro- 

-yo conozco una perrera, podemos ir ahí a buscar un can si gustas- sonreí amplio y asentí feliz dando pequeños saltitos, el poso su mano en mi pelo y lo desordenó sacándome un gran puchero y fruncí las cejas, odiaba que me hicieran eso pero ya una parte de mi estaba acostumbrada-.

Almorze algo incomodo, el me miraba atento, me sentía como cuando uno es pequeño y el adulto a cargo te mira para que te comas todo, así estuvimos un buen rato hasta que termine, tomó mi plato y la taza para llevarlas a la cocina y lavarlas.

-bueno, ¿entonces vamos ahora o quieres ir otro día?- dijo al terminar de lavar, fui hacia el y sonreí emocionado 

-vamos ahora, es obvio- le tome del brazo y comenze a caminar con el detrás -¿es muy lejos?- al salir de la casa lo solté y le mire con una amplia sonrisa 

El RosadidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora