Herida y sola

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Después de la dura batalla contra la marina Elizabeth es separada de sus nakamas y termina vagando por el mar en una pequeña balsa. A los dos días llega por fin a una isla, se sentía con suerte pues creía que tardaría aún más en encontrar una fuente de ayuda para su situación; tratando de ponerse en pie comienza a caminar para buscar algo de comer y un lugar en donde quedarse, trataba de no encontrarse con algún habitante de la isla, no sería bueno para un pirata llegar y pedir ayuda, podrían pasar dos cosas, o la persona se apiadó de ella y la ayudaba, o terminaba siendo llevada por un marine y no se sentía con suerte como para probarlo.

Caminando sin rumbo y tambaleándose llega hasta el palacio de la isla, entra sin ser detectada, tiene suerte, pues el castillo está vigilado, si bien no iría directamente a pedir ayuda del rey el lugar al tener tantos guardias es como un lugar donde puede o bien ser descubierta o mezclarse con los guardias de ahí, no creía que todos se conocieran, bien podría ser una nueva recluta en el lugar, si ya pasó con suerte por el camino hasta ahí sin ser descubierta, esta podría ser una buena señal para continuar escondida

Por fin logra entrar por una pequeña ventana, por suerte la habitación parece estar vacía, Elizabeth decide pasar la noche ahí, con suerte no la descubrirán y por la noche podrá robar comida, esperaba que aquella habitación estuviera vacía o poco frecuentada, si algo se le daba bien era esconderse.

Ya en la noche sale cuidadosamente de la habitación, caminando lento, pues aún la herida le duele, sobre todo la de su brazo que parecía estar esguinzado, cuando por fin llega a la cocina nota que en la mesa hay comida aún caliente, se apresura para agarrar suficiente comida y rápidamente vuelve a la habitación.

—Vaya creí que habría mucha vigilancia, pero tal parece que no. Bueno, suerte para sí —Se dijo a sí misma mientras se acomodaba para poder probar un bocado al fin.

Al pasar pasar dos días Elizabeth sale nuevamente al castillo buscando algún den den para poder comunicarse con sus compañeros, no sabia como estaban ni que había pasado con ellos; no podía seguir tentando a la suerte en ese lugar por más tiempo.

—¿Dónde puede haber uno?, suerte que no hay nadie, vaya creo que este castillo está siempre solo —Dice mientras busca cuidadosamente por las habitaciones.

Al fin llega a una habitación grande que cuenta solo con unas sillas muy llamativas, camina tratando de ser silenciosa con sus pisadas, mira alrededor esperando no visualizar a nadie por ahí, está en total oscuridad y solo la luz de la luna que se cuela por la ventana es su única guía.

—Vaya, al parecer a el rey le gustan las cartas —Murmuró al notar aquellas sillas en el lugar, continuó buscando en silencio —¿Por donde habrá un den den? —Su búsqueda se vio interrumpida así como su suerte por una profunda voz saliente de la nada.

—Por ahí en la esquina hay uno —Dijo con total confianza aquella profunda y desconocida voz. Aquella voz parecía provenir de la ventana del salón.

Eres míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora