Doffy

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—¡¿Suya?! —Respondió sorprendida y avergonzada tras aquella declaración —¿Qué le pasa?, no soy un objeto o algo — Si bien la declaración anterior le había hecho temblar no podía ceder ante el repentino impulso de dejarse llevar que aquel hombre le había dado.

El hombre simplemente caminó hasta su silla en medio de la habitación —Claro, mía, me lo debes, te ayude a entrar y te deje comer y vivir aquí —Rio nuevamente con aquella ya característica y conocida risa que se había quedado ya grabada en ella.

—¿Qué quiere que haga? —Pregunto aun sabiendo en el fondo a lo que aquel hombre se refería, no era una santa ni tampoco pretendía serlo, había viajado en el mar y había visto y escuchado muchas cosas como para fingir no saber, pero la tonta pregunta salió sin pensar. Había caminado hasta encontrarse frente a él nuevamente.

—No se, lo que se me ocurra —Dijo aquel hombre con una amplia y burlona sonrisa en el rostro, si bien sus ojos estaban cubiertos por las peculiares gafas que él traía Elizabeth podía sentir aquellos ojos devorándola por completo.

—Esta bien, pero sólo hasta que mis nakamas lleguen por mí, entiendo su amabilidad mostrada y la agradezco —Aquello era repentino y nuevo para ella, no había pensado "pagar" de aquella manera pero era cierto que gracias a la "ayuda" de aquel hombre había podido comer y mejorar un poco sus heridas.

—Bien —Dijo el hombre mientras se levantaba de la silla —Trato hecho, ven sígueme —Agregó mientras la guiaba hacia la puerta.

—¿A dónde? —Preguntó Elizabeth curiosa mientras le seguía.

—Te mostraré tu habitación —Salieron de aquel salón, Elizabeth estaba confundida, ¿Su habitación?, se sentía una huésped bienvenida en el lugar, no, más bien, se sentía como una nueva atracción para aquel hombre, una atracción que le dará un poco de diversión por unos días.

—Entra —Dijo el rubio, había llegado frente a una habitación, el sujeto abrió la puerta esperando que ella entrara primero.

—Esta bien, gracias —Entro escuchando como el hombre entraba tras ella seguido del sonido de la puerta cerrarse dejándola de nuevo encerrada con él —Vaya, si que es lujosa y bonita —Su mirada inspeccionaba lo más que podía de aquella elegante habitación, caminó hasta la cama para luego sentarse en el borde de esta —Que cómoda y grande cama—

—Que bien que te gusta, aquí dormirás —Aquel hombre se sentó junto a ella en la cama, Elizabeth se ponía cada vez más nerviosa ante aquella situación, sabía lo que pasaría a continuación, suspiro y fijó su mirada en el hombre junto a ella.

—Y, usted, ¿En donde duerme?, apuesto a que su habitación es más grande que está —Su manía al estar nerviosa era comenzar a hacer preguntas y decir palabras, algo que la ayudara a salir de la penosa situación que le avergonzaba.

—Es esta —Respondió el hombre burlonamente.

—¿Que?, entonces yo, ¿En donde planea que duerma? —pregunto curiosa, si bien sabia a que venia no esperaba compartir la cama amorosamente luego de cumplir con el propósito del hombre.

—Conmigo, en la misma cama —Respondió sin más

—Em, señor, espero ni crea que va a tener algo fácil conmigo —Quería hacerle saber que a pesar de que ambos sabían lo que pensaban de aquella situación y de lo bien que ella lo había seguido no sería alguien fácil de manipular, quería seguir manteniendo algo de orgullo.

—Llámame Doffy si quieres, o joven amo eso sería más apropiado —Le menciono mientras le daba un ligero toque en la barbilla a la chica.

—Doffy está bien —Le dio una ligera y rápida sonrisa al sentir el toque ajeno —Piense lo que le dije—

—Lo se, se que no eres fácil, además si quisiera ya te habría desnudado y tomado a la fuerza, espero que tu sola lo hagas —Río tras ello; aquella última declaración le hizo sonrojarse, en su mente comenzaron a aparecer tantas imágenes de ambos en aquella cama que se sintió una total pervertida. 

Eres míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora