Esa noche el dormitorio sesentía asfixiante. El sueño tardaba en llegar y los ruidos deronquidos, respiraciones fuertes y murmullos en sueños me tenían enun punto en que quería estrangular a alguien, o a todos. Esos chicosme habían recordado todo lo que estaba perdiendo por estar aquí. Elhablar por hablar, las risas tontas por boberías, sentir queconectas con otra persona, poder confiar en alguien más que tumisma. Seguí dando vueltas y más vueltas sobre mí misma. ¿Cuándofue la última vez que reí? Hacía meses de ello.
-¡No te atreverás!-Exclamé mientras retrocedía.
-¡No seas cobarde! -gritómi hermano que ya estaba dentro del agua.
Alberto seguía acercándose amí, lentamente, como un lobo acechando a su presa.
-No está tan alto, no seasboba -intentaba convencerme.
-Eso lo dirás tu.
En un abrir y cerrar de ojosme tenía agarrada de la cintura, mis piernas envueltas a sualrededor.
-Eres preciosa -alabóantes de bajar la cabeza y besarme.
Me encantaban sus besos. Sulengua comenzó a juguetear con la mía haciendo que me olvidara desu plan inicial. Comenzó a moverse, pero no me importó, hasta queseparó sus labios y me dedicó una sonrisa de triunfo.
-Confía en mí.
Y saltó la altura de tresmetros que nos separaba del lago helado. Caímos juntos, abrazados yme encantó. Cuando emergí del agua mi hermano comenzó a reírsede mí y empecé a salpicarlo iniciando así una guerra de agua. Yen ese momento estaba verdaderamente feliz,la risa de los tresmezclándose con el sonido de la naturaleza. No importaba nada de loque estuviera pasando fuera de ese lago.
Me levanté lo más silenciosaposible, necesitaba caminar, que el aire golpeando mi cara ahuyentaraesos pensamientos que estaban amenazando con consumirme y provocarmeuna crisis de ansiedad. Salir por la puerta principal no fue unproblema, después de los miedos a ser descubierta las primerasveces, entendí que tanta confianza tenían en sí mismos, que nadievigilaba esa zona. Una vez rodeado el edificio por la izquierda,corrí el tramo que me separaba del invernadero, el único momento enque realmente alguien podría verme. Una vez más llegué sinproblema y continué caminando hasta quedar entre el invernadero y lavaya que nos separaba del bosque. Me dejé caer en el suelo con unsuspiro de satisfacción, otra vez lo había conseguido.
Cerré los ojos y escuché lossonidos del bosque. El viento moviendo las hojas de los árboles, elulular de un búho, el movimiento apenas perceptible de algún rioque pasaba no muy lejos de aquí. Me imaginé fuera, dentro del sacode dormir que había estado compartiendo con mi hermano. Su calorreconfortante. La voz de mi madre como sonidos de fondo mientrashabla con los demás. Alber acostado a medio metro frente a mí,diciéndonos con la mirada todo lo que haríamos si consiguiéramosestar solos. Lágrimas caen por mis mejillas, no imagino una vida sinvolver a verlos. Los estábamos haciendo tan bien, en un momento nosreíamos y al siguiente todos se fue a la mierda y aún no entiendoque nos pasó, como nos encontraron, como nadie los vio venir.
-Hacía días que no venías.Estaba comenzar a pensar que tenía alucinaciones.
Me levanté de un salto, elcorazón apunto de escapar de mi pecho. Frente a mí estaba Sofía,segundos más tardes llegó Samuel. Me pegué más a a pared delinvernadero, buscando una explicación.
-Oye, no te preocupes -dijoSofía acercándose unos pasos-. No estamos aquí para delatarte ninada de eso.
Más pasos y aparecieron Luisa yHenry. Con el escándalo que hicieron me sorprendió que no vinieratras ellos alguien de seguridad.

ESTÁS LEYENDO
Y así fue como me encontré
General FictionDespués de años de cambios climáticos el planeta fue quedándose sin tierra que habitar. Países fueron engullidos por el mar o carbonizados por la furia de los volcanes. La gente huía en busca de ese nuevo hogar donde reconstruir sus vidas. Hasta que...