I love you

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Sintió su mano en su cabeza y la levantó rápidamente, encontrándola en el suelo, un poco alejada de él, pero lo suficientemente cerca como para llegar a acariciarlo. Y se preguntó cómo es que no la escuchó antes, pero supuso que considerando el ruido de su llanto, y lo silenciosa que se había vuelto, era normal. –Ven aquí. –susurró. Y él lo hizo, se acercó todo el camino hasta ella y enterró su rostro en su cuello abrazándola con todas sus fuerzas, sin preocuparse de esconder el hecho de que seguía llorando, mientras ella acariciaba su cabeza y su espalda suavemente, dándole el consuelo que necesitaba.

En algún momento terminó con su cabeza apoyada en el regazo de Carol, con ella recorriendo con su mano su cabello, y él mirando fijamente un punto en la pared. Sabía que llevaban horas así, podía ver el cielo ya oscuro a través de la ventana. Y no sentía parte de su cuerpo, seguramente como consecuencia de no haberse movido para nada durante tanto tiempo, pero no importaba: mientras estuviera así, sabía que ella no podría irse.

***

-Daryl. –llamó, pero él no contesto. Entonces ella buscó con su otra mano su rostro. –Daryl, mírame.

-Te ibas a ir. –susurró, aun mirando al punto inexistente en la pared. –Pensé... pensé que te habías ido.

-No me iré, ¿mírame? –Y él lo hizo, se acomodó un poco para mirarla y casi se le parte el corazón al ver sus ojos aún llenos de lágrimas. Su expresión parecía la de un niño, y ella se sentía mal por ser quien la puso en su hermoso rostro.

Se sentía más culpable ahora. Porque a pesar de que de verdad quería irse, sabía que no sería la única afectada. Ella pensaba que de alguna forma, al irse, traería cierto alivio para todos.

Había sido todo tan abrumador, tan intenso. Y llegó un momento, después de que los lobos ya no eran una amenaza, en que había sentido que ya no era humana, que su corazón de alguna forma había dejado de latir y que su cuerpo se movía por instinto. Pensó en las palabras de Morgan... claro que no le gustaba matar... pero tenía que hacerlo, y al hacerlo... por cada vida que sus manos quitaban, era como si un pedazo de ella se iba también. Pensó en las mujeres con las que pasaba la mayor parte de su tiempo desde que llegaron a Alexandria... ella no tenía que enseñarles a hacer pasta con sus propias manos, ella debió enseñarles a defenderse.

Y entonces cuando los caminantes llegaron, todo se volvió un caos. Sólo provocaron muertes de Alexandrinos, pero era desgarrador verlo. Y Sam... estaba tan solo y tan débil. Sam no podía ser un nombre más que pesara en su conciencia como Sophia, Lizzie, Mika, o como Karen y David. No podía quedarse a ver más gente morir. Pensó que irse era la solución a todo.

Pero ahora sabía que no era así. No podía dejar a Daryl, nunca podría. Mucho menos después de escucharlo.

Había fantaseado tanto con esas palabras. Desde aquel tiempo en el que estaban en la granja de Hershel –aunque ahí sentía casi imposible escucharlas algún día. En la prisión estaba convencida de que era sólo cuestión de tiempo, pero entonces la enfermedad y sus decisiones la alejaron de él, y en el transcurso de dos semanas, en las cuales pasó por cosas que nunca creyó posibles, se había convencido de que nunca pasaría. ¿Quién podría amar a una persona que ya no tenía alma? Porque así se sentía después de Lizzie y Mika. Sin alma.

Daryl se merecía todo lo bueno que quedase en aquel mundo abandonado por Dios. Él se merecía la felicidad completa, con una mujer completa, que pudiera darle una vida completa. Y desde luego, no se merecía a un montón de piezas rotas de una mujer que nunca estuvo entera tampoco.

Había querido correr lo más rápido posible y no mirar atrás. Pensó que podría irse antes de que él la viera. Se había cambiado de ropa y había esperado para verlo entrar sano y salvo a Alexandria para después marcharse sin que él supiera. Y luego sus palabras, sus intentos de hacer que se quedara, su mirada... sus lágrimas. Sabía que tenía que irse lo más pronto posible o terminaría cediendo. Y bastaron dos palabras para hacer que su voluntad se quebrara por completo.

Limpió con sus dedos las lágrimas que de vez en cuando salían sin aviso desde sus ojos y le dio una pequeña sonrisa. –Yo también te amo. –Daryl asintió y puso una de sus manos sobre la de ella en su rostro. –tenemos que dormir, descansar.

Daryl se levantó, dándole libertad para moverse y estirar su cuerpo. Se veía incómodo, como si quisiera decir algo pero no se atrevía. Ella sonrió. -¿Tú crees que... crees que podrías dormir conmigo? –le preguntó, sabiendo que era lo que él quería decir, y era exactamente lo que ella quería también. Daryl asintió nuevamente, más relajado.

Ella pensó que en un primer momento habría cierta incertidumbre o incomodidad al no saber qué hacer, si podían acercarse o era mejor dejar un espacio entre ellos, o algo así. Pero en el instante en que ella se acostó, él la siguió, apoyando inmediatamente su cabeza en su pecho y abrazándola por la cintura... como si no quisiera dejarla ir nunca.

Él la miró. –Buenas noches. –ella se inclinó y besó sus párpados húmedos aún, y luego buscó sus labios con un beso suave y casto. Justo lo suficiente como para quitarse el sabor de la sangre y la angustia que había dejado el día, para reemplazarlo con el salado de sus lágrimas y la dulzura de su boca. No necesitaban más por ahora. Había sido un largo día, y al final, lo único que contaba era que estaban juntos, por lo que durase. Y ella no iba a dejarlo nunca.




NA: Bueno, esto es más corto que la primera parte. Y la hice sólo porque tengo cierto límite de dramatismo que puedo tolerar sin deprimirme(?) xD Quería un poco de "luz", para ellos y para mí. 

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