2. La Sombra de Nati

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   Viernes por la noche, Ema nuevamente fue a visitar la tumba de Kyle, dejó sus flores y decidió irse lo más rápido a su casa, estaba por llover. A pesar de que era un evangélico, era una persona, el ser creyente no quiere decir que tu vida se soluciona de un día para el otro, todo lleva su tiempo. Pero algunos miedos seguía teniendo: Miedo a la oscuridad, pero si hay aunque sea una pequeña luz era feliz. Por eso no le tuvo miedo a Kyle, por el brillo de sus ojos, la luz del templo y el resplandor de la luna.

   Tampoco le gustaba andar solo de noche por la calle, de día si. Pero de noche no por las veces que le robaron en horarios nocturnos. Sólo esos eran sus miedos. Empezó a llover, y por el miedo se metió en una pequeña iglesia católica que estaba al lado del cementerio. Al entrar sintió algo de pena y cerrando los ojos dijo.

   —Perdón Jesús, sólo será hasta que pare un poco la lluvia.

   Emanuel abre los ojos y se sentó en una de las bancas de la iglesia. Sacó su Samsung Galaxy Core 2 y llamó a su padre, el cual no tardó en atenderlo.

   —Hijo.

   —Hola papá ¿Cómo estás?

   —Bien gracias a Dios ¿Vos?

   —Estoy bien, necesito pedirte si podés pasarme a buscar al cementerio ¿Estás trabajando con el taxi?

   —Claro ¿Cementerio? ¿Qué haces ahí? Son casi las ocho de la noche.

   —Salí tarde de la facultad, el doctor que daba la charla del código civil y comercial nos hizo quedarnos un poco más. Y como más temprano me junté a estudiar con unos compañeros, no pude venir más temprano a visitar la tumba de Kyle.

   —Kyle, pobre pibe, al menos hiciste tu parte y Dios te va a recompensar por eso.

   —Por favor, no hablemos de eso, me pongo mal cada vez que recuerdo como murió, lo que me sorprende es que sus abuelos decidieran dejarlo enterrado acá.

   —Cuesta mucho trasladar un cuerpo de un país a otro, más si son continentes diferentes. Además saben que siempre vas a estar para cuidar la tumba de su nieto ¿En cual parte del cementerio estás ahora?

   —En una pequeña sucursal de la gran ramera, o sea la iglesia al lado del cementerio.

   —La conozco, te aviso cuando estoy en la puerta, espero que no esté lloviendo para cuando llegue así no te mojás tanto.

   —Está bien, igual acá está iluminado y no hace frío, aunque me siento incomodo entre las estatuas de los santos patronos y las vírgenes.

   —Me imagino, te aviso cuando llego allá.

   —Gracias.

   Ema corta la llamada. Se levanta y comenzó a caminar hacia el altar, se puso muy deprimido al ver la imagen de Jesús crucificado.

   —Ya no estás en la cruz, resucitaste al tercer día.

   El joven empezó a escuchar pasos que se acercaban hacia a él, se dio vuelta. Ve que era un hombre un poco más alto que él, pelo negro corto, tendría unos veintinueve años bien llevados, ojos negros tirando a marrón, barba recortada, vestía con zapatos de vestir negros, pantalón jean negro, una camisa negra manga larga arremangada y un cuello blanco. Era un cura. Emanuel lo mira algo confundido.

   —Créeme que lo sé, hijo mío.

   —Le pido perdón, no quise ofender.

   —Hacés muy bien en pedir perdón hijo mío, soy el padre Juan, el párroco de éste establecimiento, por tus palabras deduzco que sos de la rama enemiga número uno del catolicismo ¿Sos Evangélico?

Noche DiabólicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora