Había llegado el mes de agosto y con él las vacaciones, este año las necesitaba más que nunca, no había sido un buen año. Al entrar en la finca vi a mi madre salir de casa a recibirme con los brazos abiertos, como siempre lo hacía, cuando llegué a la puerta de casa ya todos estaban fuera esperándome.
- Hija mía, que alegría que ya estés aquí.
- Hola mama, ¿Qué tal estás? ¿Cómo está todo por aquí?
- Estamos bien, y ahora que estas tú mejor.
- Hola hija, dame un abrazo.
- Ai papá, como echo de menos tus abrazos.
- Pues están aquí siempre que los necesites.
- Lo se. Te quiero.
- Hermanita!!!, buf, porque eres mi hermana que si no... estás echa un bombón.
- No mientas, estoy echa un desastre y horrible.
- Pues yo te veo preciosa como siempre.
- Será que me ves con buenos ojos.
- Bueno ya, vamos todos a dentro, Mario coge las maletas de tu hermana.
- No te preocupes yo las llevo.
- Shh, estate quieta, deja que te trate como una princesa al menos el primer día.
- Si, porque mañana seguro que ya empezáis a discutir.
Entramos en casa, estaba como siempre, habían pasado ya unos años desde que no vivía allí aunque iba siempre que podía, mi destino de vacaciones era siempre el mismo, y esa casa no había cambiado nada, seguía siendo la casa en la que había crecido, llena de recuerdos y de vida.
Mario subió las maletas a mi habitación pero rápido bajó y se reunió con nosotros en la cocina, siempre le decía a mi madre que para que quería un salón tan grande como tenía si siempre estaban en la cocina, eso tampoco había cambiado.
- Sara hija ¿Por qué no te vas a descansar un rato y a colocar tus cosas mientras no es hora de cenar?, tu padre y yo vamos al pueblo a hacer la compra, te haré la merluza como a ti te gusta.
- Está bien, me voy arriba. Cuando empieces a cocinar me avisas y te ayudo, a ver si me acuerdo como se hace la merluza.
- ¿Pero tú no la haces nunca?
- Mamá es un plato que lleva tiempo prepararlo y yo no tengo mucho, llego a casa tarde y cansada y lo que menos me apetece es ponerme a cocinar.
- Así estas de escuálida, tienes aspecto de enferma.
- No le digas eso a la niña, está un poco más delgada pero no parece enferma, no empieces con tus cosas.
- Vale, me cayó. Vámonos.
Mis padres se fueron y yo subí a mi habitación a colocar mis cosas y recostarme en mi cama, que la echaba mucho de menos. La habitación si había cambiado con los años, las paredes tenían historia, pasaron de las muñecas a los grupos de música de mi adolescencia, luego llegaron las fotos de fiestas con mis amigos y mis primeros viajes, ahora era sobria con algún adorno y no más de tres o cuatro fotos de la gente más importante.
Estaba sacando las cosas de la maleta cuando mi hermano asomó la cabeza por la puerta.
- ¿Puedo pasar?
- Claro entra. Así me ayudas a poner la ropa en perchas.
Yo doblaba una ropa y el ponía otra en perchas y las colgaba en el armario.
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Una segunda oportunidad
Short Story¿Habían pasado cuántos años? Seguro que demasiados, y a pesar de que había conseguido todo lo que quería en su vida Sara no dejaba de pensar en como serían las cosas si a ese amigo de instituto le hubiese dicho si. Ahora que su corazón estaba roto l...