Capítulo 2

4 0 0
                                    


Había pasado poco más de una semana cuando una tarde de viernes recibí una llamada de Montse.

- Oye hemos quedado todos para tomar algo esta noche, les dije que irías porque ya se han enterado de que estás aquí y quieren verte. Así que pásate sobre las diez.

- Vale, allí estaré, por cierto, me llevo a Mario si no tiene otro plan.

- Perfecto.

Tardé en convencerlo para al final Mario me acompañó, nunca quería venir conmigo cuando quedaba con mis amigas, hace años lo entendía porque cuando tienes veinte no quieres salir con las amigas de tu hermana de diecisiete, pero a nuestra edad la diferencia se notaba menos, incluso había tenido alguna pequeña historia con alguna amiga mía de la época, aunque de eso nunca se podía hablar porque al instante daba la conversación por finalizada, y a mi me hacía tanta gracia.

Cuando llegamos ya estaban todos allí, era fantástico volver a verles de nuevo además de algunos novios y novias que no conocía, pasados cinco minutos ya era como si todos esos años de lejanía no hubiesen pasado y volvimos a ser el mismo grupo de siempre.

- Sara, ¿por fin vuelves a casa o nos abandonas de nuevo?

- Eso hermanita, ¿te quedas? –Mario llevaba desde el día que llegué insistiendo en que había llegado el momento de volver a casa, aunque no literalmente al menos volver a la ciudad, decía.

- El día uno del mes que viene tengo que volver al trabajo y pero tampoco descarto el dejarlo todo, no se que voy a hacer.

La noche fue divertida, una cosa llevó a otra y una copa a otra hasta que vimos amanecer y decidimos que ya era hora de irse a casa. Habíamos quedado en vernos de nuevo la semana siguiente, Carlos y Montse organizaban una barbacoa en su casa e íbamos a ir todos.

Los días intermedios fueron tranquilos, en casa, pasando mucho tiempo con mis padres y Mario, que eran a quien mas necesitaba cuando estaba lejos. Varias veces había venido Montse a casa o habíamos quedado para vernos en el pueblo, hacía años que no pasábamos tanto tiempo juntas. El día antes de la barbacoa me llamó a media tarde para vernos.

- Bueno, ya me dirás que es tan importante que tenía que verte si o si.

- Tengo que contarte algo, lo diremos mañana en la barbacoa pero una promesa es una promesa y nos habíamos prometido que seriamos las primeras en saberlo.

- ¿Qué pasa?

- ¡Estoy embarazada!

- ¿Embarazada? Dios mío, como me alegro, ven. –Estábamos en mitad de una cafetería del pueblo que por suerte estaba casi vacía. Me levanté y me tiré a sus brazos, era la mejor noticia que había tenido en mucho tiempo. Cuando éramos pequeñas nos prometimos que llegado el momento seriamos de las primeras en saberlo, la una de la otra, y lo había cumplido. – Estoy feliz, pero... ¿Qué tal estás? ¿de cuanto tiempo?, porque no se te nota nada.

- Dos meses y medio, lo sabemos desde hace un tiempo pero hemos decidido esperar a que nos dijeran que todo estaba bien. Estoy muy emocionada, pero tengo miedo.

- Que miedo vas a tener, déjate de tonterías, todo va a salir perfecto, y vas a tener el niño más bonito del mundo.

- O niña.

- O niña, me da igual. Que guay, quiero que me lo cuentes todo, que me mantengas informada de cada gramo que engordas y cada milímetro que crece él.

- Todo sería mejor si estuvieses aquí.

- No lo se, me lo estoy pensando. Pero olvídate de eso ahora, lejos o cerca da igual, voy a estar siempre contigo.

Una segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora