Introducción: El comienzo de la decadencia.

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Otro largo día continuaba en su curso. Un día que pese al frío propio de diciembre, se sentía como estar encerrado en el infierno. Uno de esos momentos en los que uno no puede dejar de mirar por la ventana y preguntarse por que todo continuaba de esa manera.

El desagradable ruido de arrastrar sillas propio del final de una clase. La sirena del instituto demostrando que las horas de estudio habían finalizado. Un cielo del mismo color que las cenizas, reflejando la misma monotonía del día a día.

Entre la multitud de jovenes de todas las edades, de todas las apariencias, de todos los gustos, un chico de cabello caoba intentaba hacerse paso hacia la puerta de entrada para salir de aquella cárcel de una vez.

Al poner un solo pie fuera, el frío ya le había invadido por completo. El invierno ya había arrasado cualquier signo de calor posible y había contaminado el cielo con colores apagados.

Aquel joven castaño echó a correr a la acera de enfrente, casi sin preocuparse de los pocos coches que intentaban cruzar el descolorido paso de peatones pintado en la sucia carretera.

Allí, un grupo de cuatro jovenes le esperaba. Uno de ellos le revolvió el pelo rápidamente mientras echaban a andar hacia las mismas calles de la ciudad que habitaban, recorriendo el mismo camino que siempre con las pesadas mochilas golpeando sus espaldas a cada paso que daban.

Las risas de los jovenes inundaban la calle. Aquel chico bajito de pelo castaño iba agarrado de la mano de otro joven de cabello rubio, ambos hablando de temas triviales, escapando de los problemas.

- ¿Qué tal te ha ido este fin de semana, John? ¿Te aburriste mucho sin mi? -preguntó con una falsa voz de dramatismo el mas alto de ambos, revolviendole el cabello a su acompañante.

- Callate la boca, rubio de bote. Se nota que fumas cosas raras en los baños, Andrew. -contestó riendo, con un tono de burla en su infantil voz.

- Eres una zorra mala.

- Lo que tu digas -rió sacando del bolsillo de sus vaqueros un pequeño MP4 bastante usado para ponerse uno de los auriculares y darle al botón de reproducción lentamente.

Era un raro contraste entre su música, representando sus problemas, y la alegría del grupo. Era un revuelto curioso que conseguía calmarle, un mix revitalizante.

Aquel pequeño melómano cogio del bolsillo de su mochila un paquete de tabaco y le lanzó una mirada a Andrew.

- ¿Quieres uno?

- Dame un cigarro o dos para luego, anda.

- Que mala educación, las cosas se piden por favor -rechistó llevandose uno de esos cilindros de alquitrán a la boca y pasandole la cajetilla rápidamente a su amigo.

John encendió su droga y empezó a dar caladas lentamente. El grupo se disolvió al llegar a una aburrida y típica esquina, pero ni John ni Andrew se separaron, si no que continuaron por el mismo camino.

Ambos siguieron sus pasos hacia un edificio de paredes descoloridas, con una puerta de cristal en la que se podía leer el número 16 sobre ella, de manera inconfundible.

Ambos entraron en el largo pasillo, adornado por espejos y buzones de color marrón, siendo completamente normal. Empezaron a subir escaleras, unas escaleras que se les antojaban interminables, hasta llegar al quinto piso, en el que el mayor sacó una llave de su bolsillo y la introdujo en una puerta de madera con una gran mirilla de marco dorado.

- ¿De verdad que no te importa que me quede a comer? -preguntó John, mirandose en un espejo del mueble que estaba colocado en la entrada, en busca de cualquier fallo en su apariencia.

- Claro que no. Me haces compañía -contestó el rubio con una sonrisa-. Eres algo así como mi hermano.

- No nos busques parentesco, anda.

En realidad, si que eran como hermanos. Cada vez que alguno de los dos estaba solo en casa, iba a comer a casa del otro, como si nada, desde pequeños. Luego el mayor de ambos se independizó y el único que iba irrumpiendo en su casa era el menor, casi todas las semanas. Era una relación estrecha que tenían desde hacía años, y nada cambió con el tiempo.

Sus pasos resonaban por el pasillo de frías paredes, llegando a la pequeña cocina de muebles en tonos rojos que daba vida a la alargada estancia con tanto color pudiendo ser visto a través de la puerta.

John se pasó la mano por el pelo desborotandoselo aún más, haciendo juego con sus desaliñadas ojeras y sus ojos sin brillo, mientras que el mayor cogía dos sobres de fideos precocinados del armario que se encontraba junto a la nevera.

- Te voy a desnutrir a este paso, enano.
- Mientras esté bueno - echó a reir el joven de pelo revuelto, echando la colilla que portaba en la mano al cenicero.-.Estoy demasiado aburrido hoy.

Andrew echó la comida en dos platos y se sentó junto a John, quien estaba balanceándose en la silla, moviéndola cual mecedora, lo que hizo reir al mayor.

- Crío. -le "insultó", enrollando los fideos en su tenedor.

.............

Hacía un rato que ya habíamos terminado de comer. Andy y yo estabamos jugando un rato en el ordenador, absorbidos por un mundo de rol que nos había enamorado. Era nuestro juego favorito, todo un tesoro que hacía la tarde más amena.

Mis ojos se cerraron involuntariamente y dejé escapar un bostezo, creando a mi alrededor un ambiente que me etiquetaba casi como a un niño pequeño, con sueño desde las siete de la tarde.

Mi amigo me echó una mirada y rió, haciendo que en mi cara se esbozara una sonrisa. Momentos así me hacían sentir demasiado feliz, me hacían sentir que no estaba solo.

- Deberíamos dejar de jugar, ¿no crees?
- No te hagas el responsable -contesté riendo-. Pero no sería mala idea.

Dejamos los videojuegos a un lado, y el silencio se coló en nuestro pequeño espacio. Suspiré desanimado por la idea de tener que hacer los deberes y me levanté de la silla con ruedas del color del carbón que estaba junto al ordenador.

- Andycito -canturreé llamando al rubio por uno de sus apodos mas odiados, en el fondo con una buena intención- voy a hacer los deberes.

- Si tienes alguna duda preguntame, a lo mejor te puedo ayudar. -sugirió metiendose un trozo de regaliz negro en la boca

- De acuerdo -contesté con una sonrisa, cogiendo mi mochila de color negro que estaba tirada en un rincón cual perro abandonado y acercándola al escritorio, sacando millones de libretas y colocándolas sobre la mesa- . No tardaré mucho en terminarlos.

Otro día malgastandose con la mirada perdida entre palabras inútiles escritas de manera desordenada en un cuaderno. Por lo menos, no estaba solo. Pero aún asi, sentía que este día había sido totalmente malgastado.

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¡Hola! , que esta introducción no atrae mucho. Esta historia es un nuevo proyecto que tengo... xD Este capítulo era sólo para presentar un poco a los personajes principales, John y Andrew. Son "hermanos", no de sangre pero si que son como familia. Son personajes a los que tengo mucho cariño y quería compartir su historia.
Espero que os guste

Rosas pisoteadas. (Yaoi/Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora