Me la ha escrito mi mejor amiga y quería compartirla con vosotras.
(Narra Niall)
Me era difícil incluso mantenerme en pie, ¡y llevaba así todo el día! Había pasado toda la semana con los nervios de punta y explotaba cada vez que alguien me decía cualquier cosa.
Había preferido que Liam me guardase la pequeña cajita hasta hoy, así que con esa excusa conseguí que fuese él quien me llevase hasta el restaurante porque con el día que llevaba estaba seguro de que si yo conducía acabaría provocando un accidente.
Esta mañana cuando me levanté, me puse a repasar lo que haría hoy, y de los nervios, vomité. Intenté tranquilizarme y desayunar, pero lo único que conseguí fue romper una taza y bañar el suelo de la cocina con café, con lo cual decidí darme por vencido, llamar a Harry, Louis y Zayn y entretenerme, porque sino hasta las ocho de la tarde acabaría poniendo la casa patas arriba.
Me pasé los minutos mirando el reloj, y cuando llegaron las seis le hice la llamada perdida de aviso a Ely, y ella, junto a Laura, era mi cómplice.
A eso de las siete me puse a prepararme, y a las siete y media solo me había puesto los calcetines limpios. A las ocho menos cuarto llegó Liam ,y corriendo me hizo ponerme el traje y la camisa y me sacó de casa.
Llegamos directamente al restaurante que había reservado únicamente para nosotros dos, y me senté en la mesa decorada por velas, mientras pedía un vaso de agua fría.
Había acordado con Laura que la traería al restaurante a las ocho y media, pero la espera ya me estaba matando ¡y solo eran las ocho y dos! A las ocho y cuarto, Ely me mandó un mensaje diciendo que estaban de camino, así que para calmar el temblor de mis manos me levanté y fui al baño a refrescarme. Me coloqué frente al espejo y saque el cubito azul donde guardaba lo que dictaría mi futuro junto a Lucía. Lo dejé junto al grifo y me miré al espejo.
"Muy bien Niall, llevas saliendo con ella dos años, no es vuestra primera cita, tranquilízate, respira y por favor deja de temblar." Escuché las palabras de Liam claras en mi mente mientras mojaba mis manos con agua fría. Las sequé rápidamente, cogí la cajita y salí del baño.
Allí la vi, entrando por la puerta, mirando confusa para todos los lados. Entonces ella me vio a mi, sonrió y comenzó a caminar en mi dirección. Estaba preciosa. Llevaba el vestido que le regalé, bueno le regalamos Sol y yo, por San Valentín, se había dejado el pelo naturalmente rizado y estaba guapísima con poco maquillaje.
Tuve que respirar profundamente antes de besarla y contestar a sus preguntas. Hice que se sentara a la mesa y empezamos a cenar, todo fueron risas y piropos hasta que llegó el momento del postre. Yo había decidido que ese sería el momento oportuno, pero no me sentía seguro.
La veía ahí, frente a mi, contándome algo sobre baile y cisnes a lo cual yo no estaba prestando atención.
"Entonces una gota de agua mojó mi mano y en vez de convertirme en sirena me convertí en unicornio!" Le oí decir en el momento en el que me digné a escucharla. Reí efusivamente y ella me miró confusa.
"Hay algo raro ¿Qué está pasando Niall?" Mi sonrisa se esfumó y seriamente le dije que tenía que decirle algo, su cara cambió a un semblante preocupado y yo sonreí ligeramente para hacerle entender que todo estaba bien.
"Llevamos dos años saliendo, y aunque hemos tenido problemas entre nosotros y con la prensa, siempre hemos sabido superarlo" comencé tartamudeando.
"No veo donde quieres llegar" dijo aún confusa.
"Lucía, eres lo mejor, me has apoyado siempre, y esto se me da mal, pero quiero que sepas que te amo." Las lágrimas empezaron a asomar por su rostro y yo me dispuse a levantarme de la silla mientras sacaba el estuche de terciopelo de su caja.
"Me ha costado muchísimo organizar esto, encontrar el lugar y el día perfectos, pero de lo que nunca dudé es que quería estar contigo para siempre" Ya había tomado su mano cuando me arrodillé y sin titubear dije: "¿Te quieres casar conmigo?"
Ella dice que fueron segundos, pero a mi me parecieron años el momento que tardó en sonreír y aceptar.
Seis meses después allí estaba yo, esperando que mi preciosa prometida entrase por la puerta vestida de blanco. Laura tenía los ojos llenos de lágrimas, como también los padres de Lucía. Ely no paraba de sonreír y Sol y mis amigos detrás de mi no paraban de hacer bromas.
Lucía entró en el lugar y lo llenó como si de un ángel se tratara, después los dos salimos de la iglesia como marido y mujer, sonrientes y preparados para algo totalmente nuevo. Una vida juntos que duraría por siempre y para siempre.
Fin.
