1. Gintonic

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ALICE

¿Por qué me dejaré llevar por Mey?

Porque eres una sin personalidad.

Sí, debe de ser eso. Porque nunca estando en mi sano juicio vendría a una discoteca donde se junta gente tan...diferente a mí.

La música suena a todo volumen, los láseres me ciegan y a cada pisotón que me dan, suelto una maldición.

Chocando a cada paso que doy me acerco a mi amiga.

La culpable de todos nuestros males.

Esa misma. Normalmente mi conciencia y yo estamos de acuerdo. Sí, supongo que soy de esas personas que hablan consigo misma y dicen después que no están locas.

— ¡Mey! —Grito con todas mis fuerzas.

Entre las cabezas y manos alzadas logro al fin ver el cabello rubio de Mey. Ella sigue saltando y bailando, moviendo todo su cuerpo, al son de la música.

La cuál en tu vida has escuchado.

— ¡Mey! ¡Mey!

Llego hasta ella, sin un par de meñiques en mis pies. Arrimándome a su oído intento decirle que esto no va conmigo.

— ¡Venga Alice! No seas muermo...

Ya estamos otra vez con lo mismo. Así es como me convenció en primer lugar para ir de fiesta.

—Te digo que ya no siento mis pies. ¿Y se puede saber por qué hay tanta gente?

—Por el concierto —me dice como si fuera algo obvio.

—Me quiero marchar, aunque sea a otro sitio menos...concurrido.

Mey pone cara de perrito abandonado. Me sujeta del brazo y me arrastra con maestría dando codazos para hacer un pasillo hasta llegar a la barra. La gente se gira y me imagino su cara de asombro al ver a una rubia arrastrar a una chica más bajita por el brazo y que no para de pedir disculpas.

Nada más llegar Mey se inclina sobre la misma levantando su brazo para que el barman le atienda.

No tarda mucho en que él se fije en su escote y le pregunte al oído qué quiere.

¡Hombres!

Amén hermana.

Mey se gira para encararme.

— ¿Cuándo fue la última vez que te emborrachaste?

— ¿Qué?

—Deja que te responda.

La primera fiesta de la facultad.

— ¡Desde la facultad! ¡¡Y eso fue hace siglos!!

—No necesito beber para pasarlo bien...

Su mirada se clava en la mía y me pone ojos de cansada.

— ¿Lo estás pasando bien?

No.

—Siii...claro que sí...

—No te creo. ¡Joder! Desmelénate una vez en tu vida, antes de que te lleguen las tetas al ombligo. ¿Cuándo fue la última vez que echaste un polvo?

— ¡Mey! —Miro a mi alrededor comprobando que nadie la escuchara. Pero las risitas que sueltan más de uno tapándose la boca me indica que no voy a tener esa suerte.

— ¿Dos años?

Dos años, tres meses y cinco días.

—Eso qué más da. No llevo la cuenta...

En busca de Adam. Saga Slow Death_1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora