Ella.

20 0 0
                                    

Mátate.

No vales la pena.

Eres una inútil.

Vales más muerta.

Recibía esas palabras todos los días. Y todos los días se encerraba a llorar en su cuarto, pero los insultos no cesaban, ya que los tenía dentro de su cabeza, martirizándola, matándola por dentro y obligándola a sonreír. Ese era su sufrimiento, tenía su mente en contra suya; ella era bonita, pero estaba loca. Eso decían todos. Y eso se creía ella. Tenía una figura esbelta, aunque ella se veía como un monstruo, alguien horrible. Su sonrisa era perfecta, pero ella nunca se la había visto, ya que siempre que se miraba al espejo acababa llorando. Tenía los ojos azules, quizás por tantas lágrimas, quizás por su pura alma. Le gustaba la música clásica, le gustaba escribir sobre cómo le gustaría llegar a ser: alta, delgada, guapa... Lo que ella no sabía, es que era todo eso, todo eso y más, pero los insultos a veces ciegan, destruyen todo rastro de felicidad. Ella caía bien, la única que le odiaba era ella misma, su único y peor enemigo. Ella vomitaba después de cada comida, despertarse con dolor de cabeza por dormirse llorando era su rutina, cortarse en las madrugadas era en pan de cada día. Una chica se enamoró de ella, pero ella pensó que no era suficiente y la bonita historia acabó. La chica intentaba subirle la autoestima, pero a veces sólo conseguía una sonrisa y un "No se puede hacer nada conmigo, estoy rota." Y era verdad, ella estaba rota, pero la chica nunca dejó de amarla por ello. Un buen día ella se cansó de ser. Un buen día, un buen jueves, en el que hacia un calor pegajoso y el aire no soplaba, ella andó hacia la terraza con la excusa de que tenía mucho calor, y sin más se tiró. Le había dejado una nota a su amada, a la chica de la que siempre estuvo enamorada, a la que no quiso hacerle nada.

Querida Ana,

No me busques,
ya me habré ido.

Sólo quería decirte,
que te he amado,
que te he llorado.

Que no te quise hacer daño,
mis demonios son demasiado.

Que por eso me alejé,
porque no sabía que más hacer.

Que me odiaba a mí misma,
y gracias a ti subió mi autoestima.

No sé si has llegado a quererme,
después de todo lo que pasó.

Sólo espero que no hagas locuras,
como la que voy a hacer yo.

Te ama, Eva.

Demente.

Microrrelatos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora