Cigarrillos y café.

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-Bueno y ¿cuál es tu historia?

-¿Mi historia?-Me reí.- Lo dices como si fuese la clave para conocer cada rincón de alguien.-Dije irónicamente.- Y si fuese así yo ahora estaría en un manicomio aislada por "miedo a causar daño a los demás y a mí misma"-. Cogí un cigarrillo y un mechero.- Y ojalá hubiese sido así, no sabes con lo que he tenido que lidiar.- Susurré con el cigarro en la boca. Lo encendí y suspiré al sentir la nicotina atravesar mi cuerpo.

-Bueno, para eso estoy aquí.

-¿Para ayudarme a lidiar con mis problemas? Como si alguien pudiese hacerlo.

-Para contar tu historia.

-Vaya, ¿y qué quieres saber?

-Todo. Empieza por el día en el que notaste que todo comenzó a cambiar.

-Oh, bueno. No me di cuenta de cuando empezó todo exactamente. Quizás porque estaba volcada en mi trabajo o quizás mi devoción por mi mujer me impidieron ver que mi único hijo había cambiado. El día que definitivamente me di cuenta fue demasiado tarde. El ocho de agosto de hace cuatro años. Desde ese momento he estado paseando por psiquiátricos y he tenido más idas y venidas de las que puedo contar. Nunca me recuperaré del todo aunque me digan lo contrario.

-¿Qué pasó aquel día?

-Mi hijo mató a mi mujer.- Ante esa respuesta tan directa se quedó callado, y lo agradecía, ya que aún no lo había superado del todo.

-Lo...lo siento.- Balbuceó mientras lo observaba dando pequeños sorbos a mi café ardiente.

-Bueno y, ¿no querías saber la historia?- Con mis palabras lo traje a la realidad de nuevo, parpadeó unas cuantas veces y me miró como si nunca hubiese estado frente a él antes.

- Sí... sí. Cuénteme, señorita Parker, cómo sucedió.-Cogió su grabadora y se la acercó a los labios.- ¿Cómo mató su hijo a su mujer?- Me tomé unos segundos para organizar aquel día lleno de caos y odio.

《-Era el ocho de agosto de hace cuatro años, como le dije antes. Había llegado a casa tarde, ese día había tenido mucho papeleo que traducir. Llegué a casa y llamé a mi mujer, como no contestaba pensé que quizá se estaba duchando y fui a nuestro cuarto, hacia la ducha; no se escuchaba el sonido del agua, y me entraron sudores fríos, mis pupilas se agrandaron a causa del miedo y cogí una estatuilla de porcelana que habíamos comprado de recuerdo en nuestro viaje a Alemania. Me acerqué con sumo cuidado a la cocina, sin hacer el mínimo ruido y no vi a nadie, sin embargo había un olor dulzón inundando la cocina que me provocaba arcadas; las luces de ésta estaban encendidas, lo que sólo ocasionó que se me erizaran los pelos de la nuca. Me acerqué a la habitación de mi hijo; su puerta estaba entornada. Nunca la abría, no dejaba que nadie se acercase. Mi instinto me incitaba a que corriese, a que me fuese de ese lugar que por años fue mi hogar; pero no pude, simplemente no pude, la parte racional de mi cerebro me obligaba a caminar de puntillas evitando hacer el mínimo ruido, como un depredador que acecha a su presa, o como una presa que quiere esconderse para que el depredador no acabe con ella.
Pronto escuché ruidos que provenían de su cuarto y me asomé instintivamente al pequeño resquicio entreabierto de la puerta. Los siguientes segundos pasaron a cámara lenta, como si hubiesen durado años. Mi mujer estaba atada y amordazada, ella me miró; sus ojos expresaban miedo y horror, pero también amor, a pesar de estar así me miraba con amor, como diciéndome "Alice Parker, te amaré más allá de la muerte, nos vemos en un rato". Y sucedió, un brillo causado por un cuchillo me alertó, pero no pude hacer nada, cuando mi vista pasó del pecho ensangrentado de Emma a sus claros ojos, éstos se habían oscurecido y ya no me estaban mirando, ya no miraban a la nada. La furia y la pena me inundaron y entré golpeando la puerta, pero él me estaba mirando, y no parecía sorprendido. Eso significaba que me había oído llegar. Por primera vez me fijé en su cuarto, había carteles de Hitler, Franco y otros muchos hombres que no reconocí. Su cuarto estaba lleno de esvásticas, miraras donde miraras estaba el mayor símbolo de racismo de la historia.

-Hijo, ¿qué...?

-Yo no soy tu hijo, nunca lo he sido.- Hablaba con tal desprecio que no fui capaz de articular palabra alguna.- Vaya, la mujer de idiomas se ha quedado sin palabras, ¿que opinas tú, mamá?- Miró hacia el cuerpo de Emma en el suelo, el charco de sangre que la rodeaba era cada ver más grande.- Oh, ya veo.- Dijo con una sonrisa en sus labios.

-¿Por qué haces esto?

-¿Y por qué no Alice? Intenté separaros, intenté que cambiarais para no tener que hacer esto. Pero vuestro "amor" era más fuerte que todo, así que decidí matarla. No fue tan difícil, aunque sólo susurraba tu nombre "Alice, Alice ven a buscarme por favor". Que patético. Llevo años comunicándome con mis amigos de Alemania, avergonzándome de mi propia familia, escondiéndome en público por miedo a que me vieran con vosotras, a mí, a un elegido, a un seguidor de Hitler, a un... superior. Ahora al fin les podré decir la verdad, y lo que he hecho, así me respetarán y alabarán. -No podía creerlo. Mi hijo, ¿un nazi que mató a su propia madre sólo para que lo respetaran? No lo habíamos educado así, le dimos todo y a cambio nos había dado dolor y sufrimiento. Sólo quería vengar la muerte de Emma, por ello, agarré la estatuilla aún más fuerte y me dirigí hacia él. Esbozó media sonrisa y hundió el cuchillo en mi vientre antes siquiera de que le rozase y caí al lado de Emma. Quise alzar mi mano y tocarle la cara, como tantas otras veces había echo, deseaba acariciarla y que ella se pusiese colorada como antaño, pero en vez de eso, mis párpados se cerraron y caí en la inconsciencia. Cuando me desperté estaba en el hospital y me dijeron que había pasado dos años en coma, que mi mujer había muerto y que yo casi lo hago. Pero un vecino alertó a la policía de un cuchillo lleno de sangre lanzado a su ventana a las 04:37 de la madrugada. Ese mismo día tuve un ataque psicótico-suicida y me llevaron a un psiquiatra. He recaído en muchas ocasiones y he echo cosas inimaginables sólo para volver a estar a su lado, para verla sonreír sólo una vez más. Intenté refugiarme en el tabaco y en el alcohol. Por las noches me resultaba imposible dormir, ya que en cuanto cerraba los ojos era como si ella estuviese allí, como si volviera aquel momento en el que me miraba con amor y terror. Si no era gracias a una buena botella de whisky no lograba conciliar el sueño sin pesadillas. Por eso, paso las noches fumando cigarrillos, mientras escribo en las paredes poesías para ella o dibujo su rostro deseando que se materialice justo a mi lado, para darme un beso y decirme "Tranquila Alice, solo fue un mal sueño, vuelve a dormir que mañana tienes que madrugar.", y bebiendo café; por las noches siempre cigarrillos y café.》

Microrrelatos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora