Capitulo 1

12 0 0
                                    

Cuando llegamos a un lugar desconocido para nosotros, generalmente esperimentamos esa sensación de mariposas en el estómago. Cuando YO llegué a ese lugar desconocido en el que pasaría el resto de mi vida como estudiante de media, parece que a otro chico le sucedió esto, ya que me vomitó encima. Literalmente. VOMITÓ en mi camiseta. Por suerte, tenía un polerón en mi mochila, y lo tuve que usar asi simplemente. ¿Porqué me tenían que pasar estas cosas a mi? Nadie quiere conocer, y menos acercarse a una chica que apesta a vómito. Aunque claramente no me molestaba. Que nadie se acercara, digo. Porque el olor a vómito de otro ni yo lo soporto.

Luego del "accidente del pasillo" (se quedó con ese nombre para los rumores), estaba buscando mi casillero, cuando de pronto, así de sorpresa, el chico que me había vomitado apareció a mi lado, con un chocolate en la mano.

- Cuidado al comerlo, no vaya a ser que le vomites a otra chica, o al idiota del equipo de fútbol, o como sea que le digan aquí - era tradición de toda escuela que existiera un equipo de fútbol, o baloncesto, o cualquier otro deporte en donde abunden las porristas o animadoras. Un clásico.

Al ver que el chico no se movía, seguí ordenando mi casillero. Un cuaderno negro por aquí, un cuaderno rojo por allá, libros y más libros.

Entonces sentí algo en el hombro. El chico no se había movido de su lugar en todo ese tiempo. Estaba por decir algo sarcástico, cuando me entregó el chocolate que tenía en la mano. Me miró a los ojos y lanzó una sonrisa tímida al aire.

Me dediqué a observarlo más detenidamente. No me importaba si se daba cuenta. Era alto, su cabello era castaño oscuro y sus ojos negros. No usaba esos pantalones ajustados de cantante pop, ni las zapatillas típicas de hip hop. Era un chico totalmente normal, y eso me gustó.

De pronto me di cuenta que el también me estaba analizando. Ese día llevaba puestos unos pantalones oscuros un poco más apretados que lo normal (normal para mi), mis Converse negras, mis favoritas, y el polerón negro grande que me había puesto a falta de otra camiseta.

Entonces llegó a mi rostro. El cabello morado debió de llamarle la atención. Pero para mi sorpresa, se quedó mirando mis ojos. Esas bolas horribles que me permitían ver le habían gustado. Mis ojos eran grises, y apagados. Pero él no pareció notarlo.

Lo fulminé con la mirada. Entonces pareció como si saliera de un trance, y se despidió de mí con la mano. Ni si quiera me dijo "Lo siento" o algo por el estilo. Tan sólo me entregó ese chocolate y se largó.

Me quedé helada por un segundo, y luego retomé mi trabajo. Eran casilleros anchos y largos, no como los de mi otra escuela: angostos y de menos de un metro de largo. Asique mi guitarra no cabía en aquellos.

- Al parecer en estos tampoco - me dije cuando intenté que mi guitarra eléctrica cupiera en mi casillero.

- La vas a romper, eh? - escuché detrás de mí.

- Y tú qué sugieres, eh? - dije imitandolo con desprecio.

- Sígueme - y me tomó del brazo muy bruscamente, y me llevó casi arrastrando hasta un par de puertas cerradas con un candado del tamaño de mis dos manos juntas.

De su bolsillo sacó una llave diminuta, y la insertó en la parte inferior del candado. Al momento se escuchó un chasquido, y el candado se abrió.

- ¿Qué demo...? Pero no alcancé a terminar, ya que ante mí se abrió una bodega, llena hasta el tope, de guitarras y bajos. Habían de todos los modelos y formas. Quise mirarlas más de cerca, cuando la misma mano que me había arrastrado hasta allá me detuvo.

- La única regla, en No-Tocar - me dijo como si tuviera tres años -. Ahora, sígueme.

Esta vez no dejé que me atrapara con sus manos de mono, y caminé junto con él hasta un compartimiento apartado del resto de las maravillas.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 17, 2013 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

DreamingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora