Capitulo 8

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Comenzamos a andar por la playa, lo suficientemente separados de la orilla como para que el agua no pudiese mojarnos, pero lo suficientemente cerca como para sentir la fría brisa nocturna que solía caracterizar las noches castelferreñas.
Si bien era cierto que teníamos mucho que decir, miles de preguntas en el aire nunca formuladas, pero que siempre habian estado interrumpiendo la paz y la tranquilidad en la conciencia de ambos, ninguno nos atrevíamos realmente a introducirnos en el terreno pantanoso que dichas preguntas, y sus correspondientes respuestas, implicaban.
Para mí era demasiado tiempo callando, y demasiada inseguridad producida por el dolor que ya habia provocado. Por no hablar que era impropio y opuesto a todos y cada uno de mis valores meterme en medio de una relación. Pero, ¿ acaso no era eso lo que llevaba haciendo todo ese tiempo atrás desde la noche de la fiesta?
Mi cabeza daba vueltas y más vueltas, en plena lucha entre lo que suponía correcto y aquello que implicaba en cierto modo traicionarme a mí misma.
Y del mismo modo no podía pasar por alto que también me traicionaba si no seguía a mi corazón, suponiendo que Santi fuese lo que mi corazón quería.
Así que en medio de aquella paja mental que me había montado, me sorprendí a mí misma preguntándole aquella cuestión que había llevado grabada a fuego durante todo ese tiempo, probablemente movida por una mezcla entre desesperación, curiosidad e impaciencia; el motivo por el cual parecía encerrarse dentro de cuarenta armaduras y bajo siete mil cerraduras.
Y como siempre, solo obtuve medias verdades, que buscaban que siguiese la escala de preguntas hasta llegar a la nota que andaba buscando.
Y justo cuando estaba llegando a dicha nota, sentados ya en la arena y observando a la luna como hipnotizados por su belleza, motivo por el cual ( quizà) estaba desvelandome sus secretos mejor guardados, fue a interrumpirnos aquel a quien le importaba, más de lo que yo en ese momento preví, nuestra "amistad" hasta el punto de hacer lo posible por chafarla. O, mejor dicho, evitar que fuese en aumento.
Supongo que me estuvo bien empleado lo que sucedió a continuación, porque quien juega con fuego, se quema.

Así que allí estaba yo, escuchando atentamente con todos mis sentidos puestos en desvelar los secretos que Santi ocultaba a todo el mundo, con mi cabeza trabajando como una locomotora a la que alguien no dejaba de echar más y más carbón, llevándola al límite; y en tal situación, en la que todos mis sentidos estaban alerta escuché, no estoy segura de si consciente de ello o inconscientemente, que su novia estaba preocupada porque él estaba distante, cortante; evadía preguntas y respuestas y no atendía sus conversaciones.
Y así sentí como mi mundo se rompía en pedazos, al reorganizar de nuevo el mapa de la sot3uación.
Y así fui testigo de cómo Santi decidía que ella era lo que quería, todavía.
Y así mi mundo se volvió a romper.
Y así traté de fingir el tiempo suficiente como para que nadie se diese cuenta, cuando eché a andar a pasos rápidos por la tabla de madera hacia la urbanización, hacia mi casa, mi refugio; de que algo dentro de mi parecía quemar y ardía del mismo modo que ardían las lágrimas que ya no conseguía retener en mis mejillas.
Y entonces ahí estaba él, como si nada, tratando de pararme.
Y como la suerte no parecía estar de mi parte, a él no le pasaron desapercibidos mis ojos rojos y húmedos, y mi semblante serio, y mis mejillas coloradas por la mezcla de rabia y dolor.Y no pudo estarse quieto. Y salió en mi busca. Y yo corrí y el corrió.

No, no consiguió darme alcance. Llegué a mi casa y con ello a mi refugio, a su calidez y a su protección, las cuales me permitieron derrumbarme y liberar el nudo que estaba coteniendo en mi garganta. Y dejar caer las lágrimas que trataban de escapar de la piscina de mis ojos, que rebosaba cual vaso demasiado lleno.
Pero probablemente no me estaba derrumbando tan a salvo ni tan a solas. Él no me lo ha confirmado aún, y tal vez nunca lo haga, aunque yo tampoco he preguntado; pero aseguraría que sentí que él estaba tras la puerta, intentando transmitirme de algún modo su paz y su calma.
Esa fue la primera noche que le lloré, y esa fue la primera vez que realmente sentí la pesada carga que suponía para mí el haberlo alejado de mi lado.

Noches De Verano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora