Firgun

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Firgun: La simple alegría sincera de que algo bueno le haya sucedido a otra persona. (Hebreo)
AU

Para: Amy Lestrange.
Por: Andreea Maca.

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Tenía seis años cuando lo vio por primera vez. Ella seguía a su madre a todos lados, pues su padre trabajaba todo el día y su familia vivía demasiado apartada de ellos. Sakura sólo conocía la ruta de su madre: de la casa al Centro de Recreación Cultural de Tokio y del mismo a un pequeño restaurante en el que siempre cenaban.

Sin embargo, durante esa rutina, la pequeña niña conoció a un jovencito de casi trece años que fue a preguntar si ahí se encontraba la profesora Mebuki Haruno. Sakura, que permanecía sentada sobre las piernas de su madre, escuchó la voz del apenas adolescente y giró la cabeza para verlo. A pesar de que llevaba una gabardina negra que cubría sus pantorrillas, unos tenis desgastados y el cabello alborotado, consiguió verse bien. Tal vez no era atractivo, al menos no a esa edad, pero sí se veía bien. O tal vez fue que todos miraron su llamativo color de cabello lo que atrajo a la pequeña Sakura, quien también compartía esa distinción entre su gente. Él, de nombre Sasori, tenía el cabello más rojo que haya visto jamás; mientras que Sakura poseía un brillante y peculiar cabello rosa.

La madre de Sakura se levantó, con la niña en brazos, para recibir al jovencito. Sasori apenas le dirigió una mirada a Sakura antes de hablar con la mujer para arreglar clases de arte sabatinas. Parecía muy interesado en este tema, por lo que Mebuki no se negó.

Durante ese verano, Sakura pasó sus sábados viendo y escuchando lo que ambos compartían. Parecía que la visión de belleza era muy distinta entre ambos, aunque Sakura no alcanzaba a entenderlo por completo. No obstante, quedó impregnada de la presencia, un tanto fría, del adolescente Sasori.

Cuando las vacaciones terminaron, Sasori se despidió de Mebuki y de Sakura, prometiéndole a la primera que el siguiente año regresaría por más clases. Mebuki accedió y Sakura se emocionó internamente.

Parece mentira, mas la pequeña Sakura esperó durante un año la llegada de ese muchachito al que no conocía. Lo sucedido durante ese transcurso de tiempo no tuvo relevancia para ella. Aunque, por supuesto, su madre nunca supo de este apego.

Sasori regresó como lo había prometido. Tenía un ligero cambió en su rostro y en su frente se veía un pequeño grano de acné. Sakura le preguntó qué era eso y él respondió que era una neurona que quería salírsele del cerebro. Sakura le creyó. Sasori rió por eso.

Ese año, Sakura ya no se sentó en las piernas de su madre, sino que jaló una silla para ocupar un lugar al lado de Sasori. Él lo permitió y su madre continuó con las clases.

Los años fueron pasando y Sasori siguió yendo cada verano a visitar a Mebuki Haruno y a su hija. Cuando cumplió dieciocho y Sakura doce, decidió que las clases teóricas y prácticas habían dado los suficientes frutos para comenzar a crear como él lo deseaba. Sakura le preguntó si regresaría al siguiente verano, mas Sasori respondió que no lo veía necesario. Entonces, Sasori se despidió de ambas mujeres. Sakura insistió en que prometiera que se volverían a ver, pero Sasori no respondió afirmativamente. En realidad, no sabía a dónde lo llevarían sus anhelos. Así, Sakura le deseó que triunfara y que fuera feliz. Sasori le sonrió a la pequeña niña, como solía decirle, y le dijo que ella también sería feliz. Sakura intentó cuestionarle cómo lo sabía, pero Sasori sólo se fue.

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Años más tarde, durante el periodo en el que Sakura estudiaba medicina en la Universidad de Tokio, escuchó de una exposición en el Museo de Arte Moderno. Como recuerdo de su infancia, Sakura conservó la palabra "arte" como algo sagrado. Por eso, giró la cabeza para regresar su vista al televisor de la peluquería donde había oído eso.

Sintió un movimiento salvaje en su estómago al reconocer al hombre pelirrojo en la pantalla. No hubo necesidad de leer el nombre del ahora artista. Era él, era Sasori.

Sakura sonrió. Él había logrado que su arte fuera reconocido.
Apuntó la fecha de la apertura de su exposición y corrió a casa a avisarle a su madre lo que había escuchado. Mebuki saltó de alegría tras oír las buenas nuevas. Juntas arreglaron los planes para ver al muchacho, quien ahora tenía 26 años, que juntas vieron convertirse en artista.

El día llegó y tanto Sakura como Mebuki se vistieron de acuerdo a la ocasión. Era la segunda vez que Sakura usaba tacones y la primera que se ponía sombras en los ojos. Mebuki, hasta ese momento, entendió la admiración que Sakura sentía por Sasori.

Llegaron al recinto unos minutos antes de que la ceremonia empezara. Ambas se encontraban en la cuarta hilera, justo en medio. No sería difícil para Sasori el ubicarlas. Y no lo fue. Apenas encendieron los micrófonos y el presentador dio inicio a la conferencia, Sasori, ataviado de un lustro traje blanco, alzó la mirada hacia el público. Sus ojos de inmediato se clavaron en el peculiar cabello de Sakura. Sonrió una vez más antes de empezar con su discurso de bienvenida.

Ella supo que él no la veía como una mujer, que no la veía como ella a él, pero sabía que él era feliz. Sabía que él había triunfado a su corta edad y que estaba satisfecho con el progreso que consiguió en parte con ayuda de Mebuki Haruno. Y se sintió feliz también, se sintió plenamente alegre cuando lo vio hablar de su visión del arte y cuando vio en sus ojos cafés la pasión con la que había trabajado en sus esculturas desde los catorce años. Sakura vio en él, en sus actos, la felicidad que ella sentía en ese momento.

Ese sentimiento, por un momento, fue transmitido hasta el corazón de Sasori, quien de nuevo clavó su mirada en Sakura y, como un regalo único, se permitió sonreírle ante todos, ante sí mismo. Porque a eso se refería cuando tenía dieciocho años: ella ahora también era feliz. Sin saberlo, ambos habían conseguido ser felices y hacer felices al otro sólo con ese sentimiento. Ese sentimiento que en alguna parte del mundo se reduce a: "amor".

Drabbles Mes SasoSakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora