Estoy Soñando

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Desperté porque el sol me daba en los ojos y me molestaba. Tenía la mala costumbre de dejarme la ventana abierta por eso el viento me pegaba en la cara. Sonreí; la brisa fresca de la mañana era agradable y olía tan bien a mar... Espera, ¿mar? El Meminger no estaba cerca de la costa, ¿cómo podía oler el mar?

Abrí los ojos pero el sol me cegó y sólo fui vagamente consciente de que figuras inconexas se alejaban de mí dejando que el sol me diera con más fuerza en la cara. Me incorporé y me quedé muda de la impresión. ¡Estaba en la playa! ¡Una preciosa playa de aguas cristalinas, arena dorada y cielo del más hermoso azul que había visto en la vida!

Mi primer pensamiento fue que debía de estar muerta.

Seguro que al estúpido de James no le hizo gracia que le pintara la ropa de rosa (aunque todo Meminger sabía que era gay), pero ni siquiera él podía matarme como venganza aunque nunca se sabe, era muy retorcido.

Mi segundo pensamiento fue que incluso muerta tenía que llevar el horrendo uniforme del Meminger.

Miré a ambos lados, la playa se extendía hasta donde alcanzaba la vista y detrás tenía lo que parecía ser una selva. Vi que un arbusto se movía y me asusté pero entonces oí unas voces.

-Venga, tienes que ir tú.

-¿Y por qué yo? ¿Por qué no va Pecos?

-Porque tú eres el segundo al mando, genio.

Entonces varios pares de brazos empujaron a un chico. Era alto, pero no parecía tener más de 19 años, con los ojos grises y el pelo, despeinado, rubio. Vestía casi con hojas y lianas y tenía un aire hosco y salvaje.

-¿Quién eres y cómo has llegado hasta aquí?-exigió con tono autoritario.

-Soy Jennifer Alexander Meminger y creo que he muerto-dije divertida.

Definitivamente sabía que no estaba muerta, pero aquello tenía que ser un sueño de eso estaba segura.

-Déjate de bromas, ¿cómo has llegado hasta aquí?

Me encogí de hombros, me miré los pies y sonreí. En mi sueño no había venido sola, el libro de Peter Pan descansaba sobre la arena. Me agaché a recogerlo.

-Supongo que me quedé dormida leyendo esto.

El chico frunció el ceño y se giró hacia los arbustos;

-Al jefe no va a gustarle esto, os lo aseguro.

-¿Y dónde está?

-Siempre desaparece cuando más le necesitamos.

-¿Qué hacemos con ella?

-Habrá que llevársela al jefe, querrá verla.

-Pero nos matará si le molestamos.

-No permitiré que os mate-dije de pronto a lo que el chico se giró para verme raro-. Este es mi sueño, en mis sueños nunca muere nadie.

El chico sólo me ignoró y las voces volvieron a oírse. Yo rodé los ojos, indignada. Entonces salieron varios chicos de entre los arbustos, más de los que esperaba, también vestidos con ropas muy rudimentarias. Algunos eran altos y otros tan bajos que no debían tener más de doce años. Me rodearon y me ataron las manos a la espalda en menos de un segundo. Alguien llevaba mi libro pero eso no me importaba ahora.

-Eh, esperad. ¿Qué estáis haciendo? ¿Por qué me atáis?

-Vamos a llevarte con el jefe-dijo simplemente el chico de antes que iba delante mía.

La Primera Niña PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora