Mi nueva vida

Cap 1 : La llegada

Foto en multimedia Mara (yo )

Los coches van pasando por la calle. Me imagino que nos recogerá una camioneta o un autobús. Hasta que veo un coche enorme y negro que se para enfrente nuestra. En verdad, no veo para que gastar una limusina en cuatro chicos que pensaban que siempre la verían de lejos. Del asiento del copiloto sale un hombre elegantemente vestido y nos pregunta:

-¿sois vosotros los nuevos alumnos?

Los chicos y yo decimos que sí. Pero Aris está demasiado preocupada por si al final el protagonista se muere o no. (Cosa que no entiendo, ¡ya se lo ha leído!), así que la doy un golpe.

-¡Ay, Mara, no ves que estoy en el momento cumbre del libro! Es muy importante que me lo lea inmediatamente

-Aris, ya nos vamos-la susurro

-¿ya? ¿Por qué siempre me interrumpen en el momento más importante?

Al final, con Aris refunfuñando, nos subimos a la limusina. Uno de los chicos le pregunta al conductor cuanto tiempo se tarda en llegar, y este nos contesta que 4 horas. A los quince minutos tengo a Aris roncando en mi hombro. Para no aburrirme, intento entablar conversación con los chicos. Al parecer, ellos no tienen muchas ganas de hablar, porque solo me contestan con monosílabos. Bueno, al menos ahora sé que se llaman Martín y Álvaro, que Martín es un curso superior y Álvaro uno inferior, y que son del mismo equipo de fútbol. Cuando ha salido ese tema han empezado a hablar de un montón de cosas que no entendía sobre entrenadores, árbitros, fichajes y no sé qué más. Así que me he pasado la mayor parte del viaje haciéndole carantoñas a mi gato. Mi gato se llama R, porque sus actividades favoritas son ronronear, refunfuñar y roncar. Bueno, Aris le llama Buttercup, porque dice que tiene pinta e gato inmoral anti-bombas, sobre todo después de que tuviese la gran idea de cruzar la calle y casi le atropellaran cuatro coches y un autobús. También dice que tiene pinta de gato malo, pero eso es porque tiene la manía de perseguir al chiguagua de la vecina. En su defensa diré que hasta yo me divierto viendo como ese perrito huye como si su vida dependiera de ello.

Por lo que mi viaje hacia el internado se basó en mi amiga durmiendo encima de mí dos fanáticos del Atleti que parece que hablan en otro idioma, y R, que también se durmió.

Al bajar del coche lo primero que veo son escaleras. Al parecer, hay que subir unas cuantas para llegar a la entrada. Mi amiga se pone a mi lado y me dice:

-Bonita broma, pero ¿dónde están los carruajes, las barcas o el ascensor?

Pobrecita, se le ha subido el libro a la cabeza.

-Aris, hay que subir andando.

-Ja, tu también estas compinchada para que suba las escaleras, me muera a medio camino, y cuando mi fantasma llegue arriba descubra que todo es una farsa y había unos ascensores escondidos entre la maleza.

-No, hay que subirlas de verdad

-Que graciosa eres, me parto contigo.

Una cosa que creo que se me ha olvidado mencionar, Aris odia los deportes y el ejercicio físico.

Cuando hacíamos resistencia siempre acababa en la enfermería. Dice que ella solo correrá si la persigue un dinosaurio gigante o una horda de enemigos furiosos. Teniendo en cuenta eso, hay un 0,1% de posibilidades de que corra porque quiera.

-Chicas, ¿a qué esperáis para subir?

Y las escaleras son su pesadilla hecha realidad.

-¿No puedo dar las clases aquí abajo, porfis? Es que se está muy a gusto en medio de la nada.

Después de eso la empuje para que subiese las escaleras. Un forcejeo y promesas de dulces después, estábamos subiendo las escaleras.

Doce escalones después:

-Estoy cansada, Mara súbeme tú

Y así es como acabé subiendo a mi amiga, mi equipaje, y el suyo.

Media hora después, arriba del todo, descubrimos que hay un helipuerto.

- !!!Sabía que era una broma!!! Hay helicópteros, y me has hecho subir las escaleras, ¡¡¡qué mala persona que eres Mara, ahora me enfado y no respiro!!!!!

Niños pequeños, cuando crecerán. Aun así, lo mejor que puedo hacer, es distraerla de alguna manera.

-Uau! Parece Howars!!

- Lo has dicho mal, es Hogwars, no Hooowars. Y eso me recuerda que tengo hambre, entremos.

Y así empezó mi primer día en San Jorge.