Has enfermado

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Cuando Kyungsoo se encontró por primera vez despierto luego de lo que se sintió como una siesta en una tarde muy soleada, no entendía absolutamente nada. Abrió sus ojos estando recostado sobre un jardín lleno de pasto y un arbusto salpicado de pequeñas flores amarillas, con sus manos juntas en su regazo, de espaldas y vestido de la misma forma en que lo ha estado siempre, ropa delgada y fresca con su estilo propio de los diecisiete años. Corría una brisa que sabía que era deliciosa, pero la piel de sus manos, pálida, al igual que lo era probablemente la de todo su cuerpo, no era capaz de reconocer el frío del calor—apenas percibía un soplido de las texturas que tocaba, como cuando los músculos se encuentran dormidos hace muchas horas. En un costado había una diminuta placa, y tallada en ella había un nombre que sonaba como un recuerdo lejano, dos fechas sin significado para él, una vela apagada a su lado. Eso era todo.

Se dio una vuelta en sí mismo, solo había árboles y naturaleza, pero avanzando por un camino llegó a una especie de carretera que probablemente estaba muy cerca de una ciudad. Vio a dos personas que lucían similar a él a la distancia, caminando. Cuando llegó a la ciudad y la primera persona que pasó justo al frente suyo, haciéndolo a un lado como si ni siquiera hubiese existido, sin dirigir una sola mirada, sin mover un solo músculo, creyó saber entonces que estaba muerto.

Pero Kyungsoo no recordaba nada.

Por inercia fue a una casa, en la cual la mujer que vivía allí lloraba por las tardes mientras que su esposo sobaba su espalda. Sentía demasiada apatía con la mujer, pero no comprendía, por lo que decidió irse al poco tiempo para no contagiarse de su tristeza. Sus pies entonces lo llevaron a la casa de una chica que gritó cuando lo atisbó una de las primeras noches, y hubo tanto escándalo que la casa completa acabó siendo bendecida por un anciano de una iglesia. La culpa de ser causante de problemas tan estúpidos le hizo desear nunca haber llegado cerca de esa chica—o tratar de permanecer con alguien. Un par de semanas se quedó en una calle vacía con un vagabundo, pero éste maldecía cuando por casualidad hacía un poco de ruido o se acercaba más de lo debido.

Kyungsoo se volvió un observador de gente. No tenía idea de qué debía hacer para poder irse.

Era demasiado solitario, no le gustaba. No reconocía sus propios sentimientos, no recordaba absolutamente nada de su anterior vida, qué era lo que hacía, quién era. Le resultaba muy difícil de distinguir. De vez en cuando veía a alguien como él, muy blanco, perdido, pero solo paseaban. A veces lo saludaban—era como si buscasen un tesoro sin un mapa ni una guía, sin un punto alguno más que la intuición. Totalmente extraviados.

Y pasó que un día fue llevado por su intuición a un parque tras una escuela. En una parte cubierta de arbustos había un chico que lloraba y repetía algo que ya no podría renombrar, porque su memoria era aún más frágil en ese entonces.

No lo supo de inmediato, pero Kyungsoo había encontrado su tesoro.

Llegó un momento en la vida de Jongin en que tenía la certeza de creer saber más que solo dónde se encontraba Kyungsoo, sino que además la posición en la que se hallaba, o sus reacciones frente a algunas cosas incluso. Cómo la hacía, no podría decirse, pero Jongin había comenzado la costumbre de meditar y pasar mucho más tiempo a solas que antes.

Lo trataba como una persona más.

Kyungsoo ya no temía—es más, casi se podría decir que le obedecía como si fuese verdad la imagen que Jongin trataba de establecer entre ellos; la relación de un yo y un tú, un lazo social como cualquier otro. Estaba tan encantado, tan agradecido.

"¿Quieres helado?" Preguntó Jongin, sirviendo una porción igual a la suya en la mesa para dos que había en la cocina, con el piso frío acariciando las plantas de sus pies, descalzo pero con un sweater negro de cuello alto y pantalones gruesos porque ya era otoño. Su cabello estaba revuelto, era un fin de semana, sabía, porque Jongin estaba libre, aunque ya no creía en el tiempo más que como un dilema para los humanos. No entendía por qué estaban comiendo helado en esa época, mucho menos por qué insistía en ponerle comida al frente como en otras ocasiones anteriores.

El eco de tu compañía; KaisooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora